
Caricias en los pómulos,
maquillaje en mis manos,
ay, pequeña mujer,
anónima, amor platónico,
no me dejes en ascuas,
abrasa mis palabras,
cielo roto que encubre
todos mis sentimientos.
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Te busco, y quizá buscarte
sea lo que persigo,
mientras perdigonazos acribillan mis cuadros.
Uno cae, desposeído,
otro es aire ya mustio
y el último que veo,
es tu amor por la pólvora.
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Polvo somos, acrónimos,
ingeniosos artículos
de una crónica muerta.
Yo adivino el dolor,
tú marchitas fantasmas,
después de darle caza
al sueño sin escrúpulos
con tus balas de plata.
Y ya en pie, te acobardas,
sola, sola, tan sola
como un cuerpo que estorba.
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Hemos cruzado a nado
la misma nada, amor,
inalcanzable, obtuso.
Mi confusión la pago
en el banco del tiempo.
Me quieres, no me quieres.
Profundizo en ti misma,
y solo, solo, solo,
encuentro la razón,
que repite: “Vacío, más vacío que yo.”