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A veces, cuando me desvelo, y contemplo
el cielo desde mi balcón, me extasío y
sorprendo ante su belleza e inescrutable
infinidad… y, me pregunto, si la paz y
el bienestar que siento, son un anticipo
de la Gloria que espero hallar donde pongo mi
mirada y refulgen las estrellas con blanco
resplandor… ¡Oh, cómo quisiera romper
mis lías para volar como los halcones
hasta alcanzar la luz que me deslumbra... pero,
a mi alma le faltan alas, y a mi cuerpo,
lo atrapa el suelo!
Este día, es uno más en mi vida… y,
mi inquietud, y las manecillas del reloj
son las mismas…
Sobre la mesa, donde escribo
este poema, hay un libro y un florero
con rosas blancas y amarillas, y creo, que
en la pared, también había un espejo que
me regalaron y un marco de madera con
mi fotografía… ¡Oh, cómo se esfuman mis
sueños, y flaquean mi fuerza y mi memoria,
y acrecientan mis temores y mis dudas!...
Suspiro. Cierro mi bloc. Tapo mi boli… y,
mientras que me fumo un cigarro -y escucho
canciones de mi juventud-, me doy cuenta,
de que sólo mis recuerdos me acompañan y
el humo que inhalo me consuela…y, de que,
excepto mi alma, y mi crucifijo, nadie
sabe que lo que siento en mi corazón…
Me levanto, y me voy a la terraza para
ver el jardín y andar un rato. El sol brilla más
que nunca, y un mirlo y una golondrina,
se acicalan con el pico y beben agua de
un charco. Me paro, y cierro mis ojos para
meditar…y, de pronto, los abro, al oír
una voz que surge desde mi interior…
y pongo mi atención en un montón de cosas
en las que jamás me había fijado:
en la hierba y en la tierra, en las hojas secas,
en el color de las flores, en el agua de
la fuente, en la yerbabuena y el romero,
en la sombra del granado…
y, rezo una oración que me enseñó mi madre
cuando era niño…
y, bosquejo una sonrisa,
al ver a una mujer que lava ropa, mientras
le sonríe a los claveles y canta unos
fandangos… Me apoyo en el brocal del pozo y
digo: “Hay que ver la alegría y el amor
que derrocha la señora, y yo, sumido
en la nostalgia y haciendo el gilipollas… cuando
se trasponga el sol, me iré a dar una vuelta
por el barrio: Me parece, que, en la plaza de
San Agustín han puesto un carrusel y unas
camas de saltar, me acercaré para ver
cómo se divierten los muchachos… ¡Oh, cómo
quisiera parecerme a ellos y montarme
en un caballo!”
Y después, regreso al salón, y me siento en
el sofá y me pongo otra canción …
y, mientras que
la oigo -y suenan las campanas del reloj-,
llego a la conclusión, de que, la añoranza
del pasado, y el anhelo de un futuro
imaginario, son argucias que utiliza
el ego para confundir a la mente y
conmover al corazón, y, de que, la Gloria
que vislumbro en las estrellas, empieza en este
mundo, y culmina con la vida eterna que
Dios nos prometió… cuando andamos
el camino que conduce a ella, con las manos
limpias y el alma inhiesta…
y llenos de alegría, amor e ilusión.
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Autor: francisco López Delgado.
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