son las continuas sagas de inocencia
en el hombre al que enfrían las tortugas,
como soles nacientes, polo norte en el limbo
donde la cartomancia fusila los agüeros.
Y mis fábulas graznan como un cisne maldito,
las hazañas de un charco que trepa la morfina
que libera los síntomas y un cuadro de insolentes
flores.
Sudores guturales, no quiero nunca darles la razón
a quienes juegan papeles importantes
en mi vida.
Vida, qué me puede haber hecho.
Olvido ciertas cosas a propósito.
Las aparco.
Y luzco poesía que enmudece ese Dios,
mi trastorno es la guinda del pastel.
Sigo sin encajar.
Y más no puedo hacer que esperar a que el semen
me salga por la boca.
La culpa es toda mía,
pero, ¿de dónde esa manía por el perfeccionismo?
No siento carga alguna, pero aparto la cara
y solo siento letras.
El amor, ese lobo acribillado,
afónico, daltónico.
La noche, lo mismito que la luna,
debajo del felpudo.