Lloraré cuando haga falta.
Gritaré cuando haga falta.
Reiré cuando haga falta.
Cantaré cuando haga falta.
Rafael Alberti
No dejemos que el alba se muera,
ni acaso una tormenta endiablada,
no queramos morir sin madrugada,
no escondamos la dicha en una maleta.
No lloremos si la tarde está torcida,
pues las nubes se oscurecen en el cielo
con las sombras que emanan los perdedores.
Nada es más frío,
más tenebroso y a la vez más sereno,
que las tinieblas que apagan
la luz de nuestros sueños.
No vaguemos sin hacer ruido,
ni tampoco callemos cuando ruja el mundo,
es mejor caer sin miedo
que envejecer de rodillas y desnudo.
Y si el viento nos condena,
que nos condene con justicia,
que nunca nos apague la voz,
ni el grito empecinado,
que no sangren en las entrañas las palabras
y que el silencio no sea nuestro pecado.
Así que…,
¡Gritemos! ¡Riamos! ¡Cantemos!
que no haga aguas la barca
cuando los remos ya no aguanten,
que la música sea más que un arte
cuando nuestras gargantas afloren,
que de igual cuando se llore,
mientras guardemos una sonrisa,
y un puerto, donde la brisa,
libere el cabello y bese la mejilla,
a la vez que riamos cantándole a la vida.
“Yo nunca seré de piedra”,
¿os imagináis a Rafael escribiéndolo con una sonrisa?