iPhone
Moderadores: J. J. Martínez Ferreiro, Rafel Calle
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Re: iPhone
La soledad en su crudeza, como la vida misma. Una escena sórdida, como de película.
Un poema profundo y moderno.Me ha encantado.
Felicitaciones
Un beso
Ana
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Re: iPhone
Gracias Ana. Aprecio tu nota. Un abrazo.Ana Muela Sopeña escribió:Muy interesante y original, Ignacio:
La soledad en su crudeza, como la vida misma. Una escena sórdida, como de película.
Un poema profundo y moderno.Me ha encantado.
Felicitaciones
Un beso
Ana
Ignacio
- Rafel Calle
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Re: iPhone
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Re: iPhone
Sube para deleite de todos.
"He guardado la Luna en los cajones
por si vuelves de noche que te alumbre;
no te tardes, papá, que sin la lumbre
de tu amor no se encienden los fogones.'"
Esta cárcel sin ti, Ramón Olivares
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Re: iPhone
Recuerdo este poema como si lo hubiese leído ayer. Lo he leído en voz baja, lo he llevado a mis caminatas diarias. es uno de esos trabajos en los que me quedado colgada (de manera inspiradora y muy feliz).
Hay inteligencia en estos versos tan bien plasmados (eso no es opinable); pero además, hay un dejo de vulnerabilidad asomada que encumbra ciertamente al humano, empatía de raza, de género, de forma. El iPhone guardado en los ojos, orientado hacia el músculo cordial, hacia una entraña desplazada, conmovida. Solo con el dispositivo (tan imantando de símbolos, tan pleno de asociaciones) parece conseguir una suerte de interacción ventricular, de quién la voz, de quién el vacío, de quiénes la distancia...
Me rindo ante su encanto, lo confieso.
Sé que volveré a sus coordenadas, Ignacio.
Gracias por estar.
Un abrazo.
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por si vuelves de noche que te alumbre;
no te tardes, papá, que sin la lumbre
de tu amor no se encienden los fogones.'"
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Re: iPhone
Un abrazo.
(Franz Kafka)
https://vampirosypoetas.blogspot.com/20 ... oesia.html
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Re: iPhone
Hallie Hernández Alfaro escribió: ↑Sab, 12 Mar 2022 11:22 Buenos días, Ignacio.
Recuerdo este poema como si lo hubiese leído ayer. Lo he leído en voz baja, lo he llevado a mis caminatas diarias. es uno de esos trabajos en los que me quedado colgada (de manera inspiradora y muy feliz).
Hay inteligencia en estos versos tan bien plasmados (eso no es opinable); pero además, hay un dejo de vulnerabilidad asomada que encumbra ciertamente al humano, empatía de raza, de género, de forma. El iPhone guardado en los ojos, orientado hacia el músculo cordial, hacia una entraña desplazada, conmovida. Solo con el dispositivo (tan imantando de símbolos, tan pleno de asociaciones) parece conseguir una suerte de interacción ventricular, de quién la voz, de quién el vacío, de quiénes la distancia...
Me rindo ante su encanto, lo confieso.
Sé que volveré a sus coordenadas, Ignacio.
Gracias por estar.
Un abrazo.
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por si vuelves de noche que te alumbre;
no te tardes, papá, que sin la lumbre
de tu amor no se encienden los fogones.'"
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Re: iPhone
lo he leído y lo he vuelto a leer. Y otra y otra más: lo copias 100 veces.
Y 1000 si hace falta.
Es tremendo de bueno. Avasallador.
Deberían abrir un museo de poemas, hacer un hueco en el Prado
y enmarcar poemas para enriquecer las paredes.
Para enriquecernos.
Un abrazo.
Antonia Mauro.
- Rafel Calle
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Re: iPhone
El poema se sitúa claramente en la tradición del verso libre, que como siempre digo de libre no tiene nada, porque el verso, siempre y en todo caso, está sujeto a unas normas ineludibles. Su forma fragmentaria, con versos cortos y oraciones incompletas, evoca un discurso mental roto, como si el yo lírico pensara en voz alta, en medio de un colapso emocional. El uso de encabalgamientos abruptos y frases suspendidas (por ejemplo, “Yo me concedo a mí. / Ante ti. / La ausencia.”) refuerza ese efecto de introspección quebrada.
El título, iPhone, cobra importancia en su posición final dentro del poema, como una especie de ancla de sentido: es el símbolo de la conexión perdida, del intento frustrado de comunicación y del único testigo (el iPhone) del derrumbe cotidiano del hablante.
El tono del poema es melancólico, resignado, pero no exento de ironía o ligera provocación. El yo poético se muestra vulnerable, pero también se otorga a sí mismo un grado de control sobre su propio encierro: “Es prisión voluntaria, a pan y duelo”, una imagen que mezcla el castigo y el recogimiento afectivo.
El hablante se permite llorar, no con lágrimas visibles, sino “en seco”; se reviste con una camiseta que la otra persona detesta, como forma de resistencia simbólica, como si la memoria del otro se usara a modo de escudo o de reivindicación. Esa camiseta del Niágara, aparentemente inofensiva, es un objeto de carga emocional: vestigio de la relación y elemento de pasiva confrontación.
El poema destaca por su economía expresiva y la eficacia simbólica. Vemos una muestra de los recursos más notables:
-Antítesis: “Me autorizo a estar callado, distante, / en huelga de güisqui, sólo a cereales”. Aquí, el lujo se sustituye por lo mínimo, y el silencio se convierte en arma.
-Metáfora y paradoja: “Me concedo rejas” y “Apago el sol” son expresiones de una subjetividad que se impone una cárcel, una oscuridad deliberada, en busca de refugio o castigo.
-Anáfora y repetición temática: El uso de “me concedo”, “te concedo”, “te premiaré” apunta a un juego de roles entre víctima y juez, donde el sujeto intenta recuperarse emocionalmente a través de sus decisiones.
La obra se mueve entre el dolor amoroso y el aislamiento moderno, con el teléfono como metáfora de la esperanza y la barrera. La referencia final —“estoy aquí sentado tras la ventana / en zapatillas, sin afeitar, solo con el iPhone”— encapsula el estado de abandono cotidiano, donde la comunicación se reduce a la posibilidad tecnológica, y la vida se contrae al espacio interior de una espera vacía.
La figura del gato muerto introduce un matiz de pérdida más allá del plano amoroso: sugiere que hay una acumulación de duelos, que el dolor es múltiple y no necesariamente épico, sino doméstico, ordinario, y por eso más punzante.
iPhone es un poema sobrio, moderno y contenido que articula con eficacia la experiencia del abandono, el autoencierro y la espera frustrada. Su lenguaje directo, cargado de detalles cotidianos, transmite con nitidez la melancolía sin caer en el sentimentalismo. Ignacio Mincholed mediante su habitual estilo muy personal, reconocible, dialoga con la poética de la intimidad contemporánea (a lo Raymond Carver o Roger Wolfe), donde la derrota se cuenta desde el sofá y la épica se reduce al acto de no responder a una llamada.
Mi más cordial enhorabuena, don Ignacio, por esta obra, junto a un fuerte abrazo.