pero el día a día siempre anda mal de sueños.
Sueño un tiempo enredado en los tobillos de la vida,
en los tejados afilados de las casas,
en las calles mojadas de luz.
Escribo sobre dos colores en claroscuro
que se atraen en ese pergamino que tienen las fantasías,
el mismo que se entrecorta por el canto de los pájaros.
Los tejados están desarticulados,
malogrados por el paso de los días
pero resultan suficientes
para que la lluvia deje allí la cicatriz del cielo.
Tengo una desilusión de ese claroscuro en las palmas de las manos
pero no me impide esperar que me germine un pensamiento.
Querría destacar como un hecho no probado,
que solo el azar puede sobrepasar al tiempo, aun así,
deseo sobrevivir a sus heridas, a los traumas,
al óxido en los ojos, los miedos
y a la mirada en dos dimensiones.
Ahora sueño, y en esa mirada blanca contra el gris,
florecen los sentimientos, y así germina la vida,
así las horas, así los días ,
así la memoria y los recuerdos.
No podrás imaginar lo que no es memoria,
ni expresarlo, pues soñar es aprender la realidad.
Aquí es donde se produce la caricia,
y la verás despertar.