Hogareño de lumbres y espejos de tu calma
Con la clavada espina que en mi costado enjalma
Desconciertos de grima por tu ausencia y camina
Mi adolorido cuerpo sin laurel ni la palma
de ese amor y esa gracia, por la vida mezquina;
Ser y no ser no más que sombra por la esquina
de la pena de un sueño sin rumbo que se empalma
Y conecta las horas de una melancolía
Que llevo sobre el vuelo de ti, paloma breve;
Amor de mis sentidos que van al contrapelo,
Dulce ángel gentil de mi antigua ambrosía
Esperando al sereno abrazo que me lleve
A los más altos timbres donde habitas, ¡mi cielo!.
Rafael