A Tito

100 toneladas de acero
llevan las partículas en la lluvia de brizna,
es una computación,
un ruido poco impresionable.
Yo soy una simple pluma,
escucho la clave morse,
la telegrafía de un espectro apretado,
inaudible, excepto cuando aúlla.
Se acerca un tren,
su grave voz evoca la eminencia
de su paso,
arrasa cuando asciende,
se atraganta con un quedo gemido.
Sobre sus rieles se sienta el buda,
el hijo fantasmal,
es un milímetro de segundo,
y el tren pasa.
E. R. Aristy