Fuimos actores oscuros
contemplando el mismo abismo
y rompimos en aplausos
por no comprometer el final;
así empezó nuestra historia
nos amábamos tanto que desaparecimos…
contemplando el mismo abismo
y rompimos en aplausos
por no comprometer el final;
así empezó nuestra historia
nos amábamos tanto que desaparecimos…
Jugar al disimulo,
lamerse el entendimiento,
cada uno en su paisaje,
en su abismo, en su rutina,
arrinconar la vida
en un incomodo silencio,
pretendiendo no hurgar en la memoria,
sujetando las ansias como una negociación…
Más la naturaleza es tornadiza
los sentimientos históricos,
y un buen día el azar, el acaso,
o la casualidad se estremece
sitiándonos sin contemplaciones,
y aquello que sólo ocurre en ti y en mí
que te excita el cerebro pero también el alma,
la irreverencia tanto tiempo postergada,
el mar, sus gravedades,
y todo lo inexpresable se desborda.
Tanto tiempo sin buscarnos
palpando a ciegas el mundo
sin tocarnos ni una vez,
borrando con firmeza nuestros nombres
y todas esas paradojas que nos impusimos
cuando decidimos ser inmortales.
Y cuando crees que la poesía ya no existe
y haces tuyos los versos que no son de amor,
de nuevo la emoción de siempre
impaciente y seductora,
fumándose todas nuestras contradicciones,
sin contar kilómetros, sin almanaques de espera,
con ilusiones de todos los tamaños,
en un atisbo de final feliz,
con todo el intelecto que le confiere el amor.
Cecilia Martos
