cenicienta de mis días"
(Joaquín Sabina)
cuando sentí que en mi piel la luz se desnudaba
y una llovizna de arpegios melancólicos
inundaba al poniente con su cadencia triste,
mientras, el viento en sus espuelas traía
el susurro de un eco aletargado.
Fue como regresar de las tinieblas
con la mañana brillando entre la sangre
y la voz que se acostaba en el silencio
tiritando igual que el espasmo de un latido.
Y en mis manos danzaban los violines
como un mar de trigo en primavera.
Furtivos mis ojos sólo eran tragaluces
abiertos al crepúsculo y descubrieron
el arroyo donde llenaba con agua del amor
sus ánforas la vida para saciar la sed urgente.
Pero la lumbre del deseo fue dejando escrito
un epitafio y en su torrente de cenizas yo bebía
para que mi corazón saliera ileso del naufragio.
Y el ágora se fue quedando vacía de quimeras
y la noche lo mismo que una profecía estéril
se transmutó en vigilia permanente
donde velaron sus armas los suicidas.
La memoria se agitaba igual que un cierzo helado
y el olvido con ansiedad febril gestaba su plegaria
y hubo días que como un felino ardiente
mi soledad se redimía arañando el pulso del espejo
y quería morder la manzana ausente de la carne.