Agua

[Alejandro Costa]

Agua, arrugada, rizada, espumosa.

Calla segada a su cohorte,
con los labios de fuego
que desde su azotea, el astro rey reinventa.

Los duendes dan forma a su estela,
a su cintura cimbreante,
para vestirla de novia al aire,
para esculpirla como roca cristalina,
al pie de su inmensa y vasta propiedad.

Agua…
sin muros ni fronteras,
y aún buscando esa lengua muda
que te indique una salida
para ocultar tu ceguera,
la espina insinuante
que convierte en silenciosa la mañana,
y extravagante tu vestir
en un salón de cielo plomizo,
guardián de tus envestidas.

Agua…
lates al sentir de tu cólera,
con las palmas de las manos ondulando
la flaqueza rizada de tu comparsa,
sabes que eres capaz de anidarte sin motivo,
y sin motivo, eres la fuerza de la penumbra,
el chasquido hiriente de un depredador en rabia,
la magnitud de un abrigo de dioses
convertido en la tormenta depravada de tu furia.

Agua…
trasiegas por los océanos
dejando tu llanto desparramado por los mares,
pero no puedes pasar más allá de los límites
que protegen las fronteras de la arena,
la lucha constante de los ejércitos acantilados,
pero…, quieres más,
quieres destruir aquello que te encarcela,
cruzar aquello que ayer fue tuyo,
y luchas y persistes,
y te envuelves una y otra vez
en el tirabuzón inaudito que genera su fuerza,
y te maltrata y te empuja,
y arrastra su alargada lengua
al trote de una venganza, contra nada, contra todo.

Y destruye, y te destruye,
y te obliga, y se obliga,
y como una visión de tétrica sombra,
abraza lo que desea,
con la espuma quitándote tu cristalina melena,
con la arena, enturbiando la transparencia de tu cristal,
y con el viento, maltratando la belleza de tu calma.

Y caes en su esclavitud,
como si Poseidón te lo ordenase,
y te sientas a esperar una nueva sumisión,
mientras, alrededor,
los riscos dibujan las sombras de las espinas
que llevas clavadas desde que la naturaleza te pidió auxilio.

Agua…
y tú, aún te sientes peregrina.

[Carmen Pla]

Extraordinario, Alejandro.
De una sutileza que esconde toda la existencia.
Me ha encantado.
Un gran abrazo y fuerte.

[Pilar Morte]

Buen poema, Alejandro, se ve, se siente el agua. Me gustó leerte
Besos
Pilar

[Mirta Elena Tessio]

Agua, arrugada, rizada, espumosa.

Calla segada a su cohorte,
con los labios de fuego
que desde su azotea, el astro rey reinventa.

Los duendes dan forma a su estela,
a su cintura cimbreante,
para vestirla de novia al aire,
para esculpirla como roca cristalina,
al pie de su inmensa y vasta propiedad.

Agua…
sin muros ni fronteras,
y aún buscando esa lengua muda
que te indique una salida
para ocultar tu ceguera,
la espina insinuante
que convierte en silenciosa la mañana,
y extravagante tu vestir
en un salón de cielo plomizo,
guardián de tus envestidas.

Agua…
lates al sentir de tu cólera,
con las palmas de las manos ondulando
la flaqueza rizada de tu comparsa,
sabes que eres capaz de anidarte sin motivo,
y sin motivo, eres la fuerza de la penumbra,
el chasquido hiriente de un depredador en rabia,
la magnitud de un abrigo de dioses
convertido en la tormenta depravada de tu furia.

Agua…
trasiegas por los océanos
dejando tu llanto desparramado por los mares,
pero no puedes pasar más allá de los límites
que protegen las fronteras de la arena,
la lucha constante de los ejércitos acantilados,
pero…, quieres más,
quieres destruir aquello que te encarcela,
cruzar aquello que ayer fue tuyo,
y luchas y persistes,
y te envuelves una y otra vez
en el tirabuzón inaudito que genera su fuerza,
y te maltrata y te empuja,
y arrastra su alargada lengua
al trote de una venganza, contra nada, contra todo.

Y destruye, y te destruye,
y te obliga, y se obliga,
y como una visión de tétrica sombra,
abraza lo que desea,
con la espuma quitándote tu cristalina melena,
con la arena, enturbiando la transparencia de tu cristal,
y con el viento, maltratando la belleza de tu calma.

Y caes en su esclavitud,
como si Poseidón te lo ordenase,
y te sientas a esperar una nueva sumisión,
mientras, alrededor,
los riscos dibujan las sombras de las espinas
que llevas clavadas desde que la naturaleza te pidió auxilio.

Agua…
y tú, aún te sientes peregrina.

Creo que si, el agua es peregrina, no hay fronteras por doquier se desliza, ablanda lo duro , se desparrama por los mapas de la tierra, desea volver a su pertenencia, tiene memoria.
Un gran poema Alejandro, solo bedice el agua y veras lo que sucede. Un Abrazo y aprovecho para agradecerte tu visita.-

[Óscar Distéfano]

Un poema que apunta a un mensaje certero. Me ha gustado sumergirme en esta vorágine del agua. Mis aplausos, amigo.

Un abrazo.
Óscar

[Alejandro Costa]

Extraordinario, Alejandro.
De una sutileza que esconde toda la existencia.
Me ha encantado.
Un gran abrazo y fuerte.

Me alegra saber que así ha sido.

Un besazo.

[Alejandro Costa]

Buen poema, Alejandro, se ve, se siente el agua. Me gustó leerte
Besos
Pilar

Me gustó recibirte.

Mil gracias.

Un besazo.

[Rafel Calle]

Hermoso trabajo de Alejandro.

[Rafael Zambrano Vargas]

Agua, arrugada, rizada, espumosa.

Calla segada a su cohorte,
con los labios de fuego
que desde su azotea, el astro rey reinventa.

Los duendes dan forma a su estela,
a su cintura cimbreante,
para vestirla de novia al aire,
para esculpirla como roca cristalina,
al pie de su inmensa y vasta propiedad.

Agua…
sin muros ni fronteras,
y aún buscando esa lengua muda
que te indique una salida
para ocultar tu ceguera,
la espina insinuante
que convierte en silenciosa la mañana,
y extravagante tu vestir
en un salón de cielo plomizo,
guardián de tus envestidas.

Agua…
lates al sentir de tu cólera,
con las palmas de las manos ondulando
la flaqueza rizada de tu comparsa,
sabes que eres capaz de anidarte sin motivo,
y sin motivo, eres la fuerza de la penumbra,
el chasquido hiriente de un depredador en rabia,
la magnitud de un abrigo de dioses
convertido en la tormenta depravada de tu furia.

Agua…
trasiegas por los océanos
dejando tu llanto desparramado por los mares,
pero no puedes pasar más allá de los límites
que protegen las fronteras de la arena,
la lucha constante de los ejércitos acantilados,
pero…, quieres más,
quieres destruir aquello que te encarcela,
cruzar aquello que ayer fue tuyo,
y luchas y persistes,
y te envuelves una y otra vez
en el tirabuzón inaudito que genera su fuerza,
y te maltrata y te empuja,
y arrastra su alargada lengua
al trote de una venganza, contra nada, contra todo.

Y destruye, y te destruye,
y te obliga, y se obliga,
y como una visión de tétrica sombra,
abraza lo que desea,
con la espuma quitándote tu cristalina melena,
con la arena, enturbiando la transparencia de tu cristal,
y con el viento, maltratando la belleza de tu calma.

Y caes en su esclavitud,
como si Poseidón te lo ordenase,
y te sientas a esperar una nueva sumisión,
mientras, alrededor,
los riscos dibujan las sombras de las espinas
que llevas clavadas desde que la naturaleza te pidió auxilio.

Agua…
y tú, aún te sientes peregrina.

Alejandro: Precioso el poema, de brillantes
y espumosas metáforas, de yodo y sal, de rebeldía
ante los muros que un día derribara,
Todo el poema es una sucesión de imágenes
que deleitan y enseñan la naturaleza desnuda.

Felicidades, Alejandro


Un abrazo

Rafael

[Alejandro Costa]

Agua, arrugada, rizada, espumosa.

Calla segada a su cohorte,
con los labios de fuego
que desde su azotea, el astro rey reinventa.

Los duendes dan forma a su estela,
a su cintura cimbreante,
para vestirla de novia al aire,
para esculpirla como roca cristalina,
al pie de su inmensa y vasta propiedad.

Agua…
sin muros ni fronteras,
y aún buscando esa lengua muda
que te indique una salida
para ocultar tu ceguera,
la espina insinuante
que convierte en silenciosa la mañana,
y extravagante tu vestir
en un salón de cielo plomizo,
guardián de tus envestidas.

Agua…
lates al sentir de tu cólera,
con las palmas de las manos ondulando
la flaqueza rizada de tu comparsa,
sabes que eres capaz de anidarte sin motivo,
y sin motivo, eres la fuerza de la penumbra,
el chasquido hiriente de un depredador en rabia,
la magnitud de un abrigo de dioses
convertido en la tormenta depravada de tu furia.

Agua…
trasiegas por los océanos
dejando tu llanto desparramado por los mares,
pero no puedes pasar más allá de los límites
que protegen las fronteras de la arena,
la lucha constante de los ejércitos acantilados,
pero…, quieres más,
quieres destruir aquello que te encarcela,
cruzar aquello que ayer fue tuyo,
y luchas y persistes,
y te envuelves una y otra vez
en el tirabuzón inaudito que genera su fuerza,
y te maltrata y te empuja,
y arrastra su alargada lengua
al trote de una venganza, contra nada, contra todo.

Y destruye, y te destruye,
y te obliga, y se obliga,
y como una visión de tétrica sombra,
abraza lo que desea,
con la espuma quitándote tu cristalina melena,
con la arena, enturbiando la transparencia de tu cristal,
y con el viento, maltratando la belleza de tu calma.

Y caes en su esclavitud,
como si Poseidón te lo ordenase,
y te sientas a esperar una nueva sumisión,
mientras, alrededor,
los riscos dibujan las sombras de las espinas
que llevas clavadas desde que la naturaleza te pidió auxilio.

Agua…
y tú, aún te sientes peregrina.

Creo que si, el agua es peregrina, no hay fronteras por doquier se desliza, ablanda lo duro , se desparrama por los mapas de la tierra, desea volver a su pertenencia, tiene memoria.
Un gran poema Alejandro, solo bedice el agua y veras lo que sucede. Un Abrazo y aprovecho para agradecerte tu visita.-

Gracias por tus palabras.

Un beso.

[Alejandro Costa]

Un poema que apunta a un mensaje certero. Me ha gustado sumergirme en esta vorágine del agua. Mis aplausos, amigo.

Un abrazo.
Óscar

Gracias Óscar.

Un placer tenerte entre mis letras.

Abrazos.

[Alejandro Costa]

Hermoso trabajo de Alejandro.

Gracias, Rafael.

Un abrazo.

[Alejandro Costa]

Agua, arrugada, rizada, espumosa.

Calla segada a su cohorte,
con los labios de fuego
que desde su azotea, el astro rey reinventa.

Los duendes dan forma a su estela,
a su cintura cimbreante,
para vestirla de novia al aire,
para esculpirla como roca cristalina,
al pie de su inmensa y vasta propiedad.

Agua…
sin muros ni fronteras,
y aún buscando esa lengua muda
que te indique una salida
para ocultar tu ceguera,
la espina insinuante
que convierte en silenciosa la mañana,
y extravagante tu vestir
en un salón de cielo plomizo,
guardián de tus envestidas.

Agua…
lates al sentir de tu cólera,
con las palmas de las manos ondulando
la flaqueza rizada de tu comparsa,
sabes que eres capaz de anidarte sin motivo,
y sin motivo, eres la fuerza de la penumbra,
el chasquido hiriente de un depredador en rabia,
la magnitud de un abrigo de dioses
convertido en la tormenta depravada de tu furia.

Agua…
trasiegas por los océanos
dejando tu llanto desparramado por los mares,
pero no puedes pasar más allá de los límites
que protegen las fronteras de la arena,
la lucha constante de los ejércitos acantilados,
pero…, quieres más,
quieres destruir aquello que te encarcela,
cruzar aquello que ayer fue tuyo,
y luchas y persistes,
y te envuelves una y otra vez
en el tirabuzón inaudito que genera su fuerza,
y te maltrata y te empuja,
y arrastra su alargada lengua
al trote de una venganza, contra nada, contra todo.

Y destruye, y te destruye,
y te obliga, y se obliga,
y como una visión de tétrica sombra,
abraza lo que desea,
con la espuma quitándote tu cristalina melena,
con la arena, enturbiando la transparencia de tu cristal,
y con el viento, maltratando la belleza de tu calma.

Y caes en su esclavitud,
como si Poseidón te lo ordenase,
y te sientas a esperar una nueva sumisión,
mientras, alrededor,
los riscos dibujan las sombras de las espinas
que llevas clavadas desde que la naturaleza te pidió auxilio.

Agua…
y tú, aún te sientes peregrina.

Alejandro: Precioso el poema, de brillantes
y espumosas metáforas, de yodo y sal, de rebeldía
ante los muros que un día derribara,
Todo el poema es una sucesión de imágenes
que deleitan y enseñan la naturaleza desnuda.

Felicidades, Alejandro


Un abrazo

Rafael

Me alegra que te gustara.

Un placer y mil gracias.

Abrazos.

[Ana Muela Sopeña]

Un poema bello, con un lenguaje muy trabajado, lleno de aciertos poéticos.

Belleza para disfrutar...

Enhorabuena, Alejandro...
Un beso grande
Ana

[Marisa Peral]

Extraordinario homenaje al Agua, Alejandro.
Sin ella es imposible la vida y por ella daríamos la vida.
Me ha gusta mucho.

Felicidades y un beso.