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Ya sé que dirás que soy sólo un hombre de costumbres.
¿Qué decirte? Tienes razón… No pude
habitar en tu planeta. Ver a lo lejos orbitar mi mundo
como una lágrima forastera que flotara
en el vacío infinito, dando tumbos
como si quisiera salirse de su trayectoria
para atrapar a mis ojos emigrantes entre sus curvas, cuencas vacías
que vivían sin el reflejo de su tierra.
Navegando en la capsula del hipersueño, mi corazón volaba
hacia ti, igual que se alejaba entre las estrellas.
Abrazaba aquel vuelo sideral
como si me adentrara en el corazón cósmico de la rosa,
sin comprender que ésta no puede cortarse
sin dejar sus pétalos perdidos en el espacio.
Y fue un despertar de branquias cerradas
para abrir unas fosas nasales de anfibio a un aire de destierro,
boqueando, en una superficie de abismos,
hasta aprender a caminar con escafandra,
dando pasos palmeados entre uñas marcadas en el frío.
El amor no es suficiente,
amor,
cuando se atraviesa la Vía Láctea.
y se van desintegrando los meteoritos del acervo.
Háblame de galaxias, de firmamento si quieres,
pero deja en paz mi atmósfera
donde el aire es mi elemento,
y la música está viva entre las carnes del cielo.
Dirás que el Universo es pequeño,
que la felicidad es de los que viajan,
de una maleta siempre abierta para sumar constelaciones a los sueños,
y te creeré,
pero sin embargo,
hay lugares en los que no crecen las palmeras,
y en los que el mar se vacía dejando a los peces sólo los charcos del olvido.
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