Sofía conoce a Carlos , capítulo 10 de "La deriva"

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Ramón Carballal
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Sofía conoce a Carlos , capítulo 10 de "La deriva"

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SOFÍA CONOCE A CARLOS

Los jueves toca salida. Sofía se está poniendo muy guapa porque le gusta el chico que va a venir con Marga esta noche. Sabe como hacer que luzcan sus ojos negros, un toque de rimel en las pestañas con el pincel para que cojan curvatura, una rayita bajo cada ojo para que contraste con el blanco perfecto de sus globos oculares, el iris azabache recreara el misterio cuando mire de esa forma insinuante que fulmina voluntades, luego se cepillara su largo cabello, con mimo, una y otra vez hasta que adquiera la ondulación que ella desea, el óvalo de la cara se inclinará graciosamente para que sus dedos jueguen con el pelo que cae sobre el hombro amancebado. Su piel no necesita maquillaje, es suave y cálida , brilla como el diamante cuando la luz cenital la ilumina y palidece si la luna no la llama, ella podría ser Maria Antonieta si quisiera o madame de Pompadour , una cortesana de novela , ella no necesita un Richeleu que la proteja, solo quiere creer que no existen imposibles, que entregara su alma por cumplir un sueño y para ello se prepara. El vestido que ahora se pone es su armadura, no lo parece porque se trata de una falda de encaje, con vuelo, que le llega hasta debajo de la rodilla. Sofía no lleva medias, es verano, por la misma razón usa sandalias completamente abiertas , sujetas con dos tiras de cuero entrelazadas sobre su empeine que parten de la caperuza que cubre el dedo gordo del pie , una hebilla de acero en el talón completa la sujeción del calzado, demasiado ventiladas, vas a pasar frío, niña, le diría Aurora, pero hoy el calor aprieta, es de esos cinco días al año en los que la temperatura supera los treinta grados. La falda se acompaña de una camisa blanca sin mangas que compró en uno de los puestos que los hippies tienen en la calle Agar. Allí compró también los pendientes de fantasía que completan la vestimenta con la que saldrá a batirse, sus armas son sus atributos físicos: sus pechos firmes que usa como arietes que abrirán la jaula del deseo, sus largas piernas que hechizarán miradas. En otros tiempos a Sofía se la asociaría con las ocultas artes de la brujería, su vida estaría en peligro, porque el temor a ser poseído se transforma en un sentimiento universal de odio, pero ella vive en una época de tolerancia moral, en la que las brujas pueden reinar, y esta noche en que el aire trae presagios de conquista va a desplegar el ejercito de sus encantos. Su enemigo es el mundo mismo que la desafía. Cuando considera que esta preparada, hincha las velas e inicia la travesía con la seguridad de un murciélago que escucha la voz de su amiga hablándole al chico que la espera. A las doce en punto está en la Calle Real, ya no oye la voz de Marga, un músico itinerante interpone los acordes de un violín maltratado entre su pensamiento y el de ella. Está segura de que hay miradas que se vuelven a su paso, forman parte de la sumisión inconsciente del vecindario y de la entrega más consciente de los que salen de aventura dispuestos a ofrecer las rebajas de sus cuerpos viciados. Ha llegado a su destino: la tienda de ropa que son los bajos de la casa de Marga. El cristal del comercio absorbe las sombras y las convierte en una tiniebla deforme de maniquís emboscados, si se apartara un poco vería la bombilla de la lámpara de la galería que se le insinúa con frivolidad atrevida, es el faro que le iluminará la entrada. Llama al primero, sin pregunta ni respuesta la puerta cede ante la clave secreta de un timbrazo prolongado, está subiendo las escaleras de madera que crujen como ataúdes mal rematados, el pasamanos consigue que sus dedos tarden un instante en desprenderse de la superficie costrosa, huele a espacio cerrado, y las paredes enseñan desconchados como tripas de muerto. No es agradable subir a la casa de Marga, de hecho no le gusta nada pasar esa prueba, franquear la segunda puerta es otra cosa, se la ha encontrado entreabierta, aquí se respira el aroma dulce del sándalo humeante, Sofía ¿eres tú?, si, pasa, estamos en la salita. Recorre el pasillo hasta el fondo, Marga y Carlos fuman sentados a la mesa redonda sobre la que hay restos de comida: jamón asado, ensalada y pan, una botella de vino tinto casi llena media entre los dos, ¿quieres cenar?- le pregunta Marga, no, he comido un poco de fruta antes de salir y no tengo hambre, a un vaso de vino no te puedes negar. Carlos coge una copa sin esperar la contestación de Sofía y le sirve. El vino está caliente y Sofía casi no lo prueba. Carlos la mira, ¿qué tal si salimos?, dice dirigiéndose a ella, por mi de acuerdo salta Marga que tiene ganas de divertirse, si, vamos, esta muy buena noche, dice Sofía. Los tres se levantan de la mesa al mismo tiempo, Marga se ha teñido el pelo de color zanahoria, lo lleva anudado en una coleta, a Carlos solo lo conoce de vista, es muy alto, se peina hacia atrás y usa gomina, debe tener unos treinta años, el traje de lino con que se ha disfrazado esta pasado de moda y los zapatos marrones tipo mocasín son de marca, tiene un cierto aire de macarra italiano con la camisa abierta y la cadena de oro al cuello, salen a la calle, que ahora vuelve a estar concurrida, ¿adonde os apetece ir? pregunta Carlos, que tal al lautrec, esta noche hay actuación, sugiere Marga. El lautrec es un pub para amantes del jazz que a Sofía no le gusta especialmente, no por la música en sí que sabe apreciar, es por el ambiente de falsa superioridad artística e intelectual que allí se respira. Cuando llegan el local está abarrotado, la actuación ya ha empezado, un trío segundón formado por piano, saxo y batería interpreta jazz libre, ellos buscan sitio en la barra, Juan el barman los conoce , esta a tope le dice Marga apartando una consumición anterior, si ,hoy es demasiado, ¿que queréis tomar?, tres cervezas dice Carlos, Juan les pone tres Spaten en vaso largo¿ a qué te dedicas? la pregunta tópica a Sofía, soy camarera y estudiante, ¿estudias informática como Marga?, te parece que tiene pinta de informática, interviene ésta, estudio historia del arte, lo de trabajar que es ¿para pagarte la carrera?, algo así dice Sofía, dile la verdad, esta ahorrando para irse a París, de veras, yo estuve varias veces, comenta Carlos, no me extraña que te haga ilusión, es una maravilla. Mientras charlan, una rubia teñida, enfundada en un vestido negro ajustado, se acerca a Carlos y le roza la mejilla con los labios encarnados, hola cariño, hola Sandra. Carlos se aparta un poco para hablar con ella, ¿es su novia?, pregunta Sofía, no exactamente, pues parece muy cariñosa con él, eso es normal, Carlos conoce a muchas mujeres, es guapo, verdad, si ,no está mal, y ¿qué es lo que hace?, negocios, creo, al menos eso es lo que él dice, ¿cómo lo conociste?, ligamos una noche en el Peris, yo me había quedado sola porque había reñido con Ángel , estaba sentada en un taburete, maldiciéndolo entre dientes, con el cigarrillo en la mano. Carlos se acercó y me ofreció fuego, luego empezamos a hablar. Marga no sigue con la historia porque ve que Carlos regresa, es una amiga que necesitaba un favor, dice a modo de excusa. Carlos lleva más joyas de las que vió Sofía en un principio, aparte del colgante, en su dedo corazón porta un zafiro y en el lóbulo de la oreja un brillante muy pequeño ,seguro que en alguna parte de su cuerpo tiene un tatuaje, piensa Sofía que pierde el sentido por los hombres como éste . Carlos tiene el atractivo del instinto primario de un semental, si no estuviera Marga, la noche seria movidita. Sofía lo presiente y Carlos, experto, hace como si olfateara el ácido perfume de su sexo, Juan se acerca y le comenta que preguntaron por él dos individuos, si quieren verme saben a que hora encontrarme , que se informen bien , coño, dice Carlos con cierta chulería, cambia de registro cuando se da cuenta de que está acompañado, son asuntos de trabajo que me fastidian los momentos de placer, dice con la mas seductora de sus sonrisas. Sofía también coquetea con su pelo, con la forma en que se lleva el vaso a la boca y con el mover rítmico de las caderas, porque no vamos a otro sitio más tranquilo, sugiere Marga, que empieza a olerse que entre Carlos y Sofía hay química, yo estoy bien aquí, ¿y tu Sofía? yo también, os estáis poniendo un poco bordes, vamos, no te enfades, es que acabamos de llegar. Sofía no quiere molestar a su amiga, mira, queda una mesa libre dice señalando una tabla atornillada a la pared que esta bajo una foto de Louis Armstrong- esa en la que abre tanto los ojos con la trompeta pegada a los labios y los carrillos como globos a punto de reventar- dos sofás biplazas de color morado a cada lado de la mesa y una lamparita oblonga con pantalla en tono crema completan la decoración. Carlos y Sofía se sientan de frente, Marga junto a Sofía, sobre la cabeza de Carlos hay una caricatura de Benny Goodman, en el pedazo de pared que le toca a Sofía, un disco de platino de imitación. ¿vienes mucho por aquí?, a veces , el calor es tan intenso que hace llorar el escote de Sofía, la chaqueta de Carlos tiene manchas húmedas bajo los sobacos y el cabello le brilla más intensamente, por la mezcla de sudor y brillantina, aquí nos vamos a cocer, estaríamos mejor fuera en alguna terraza, dice Marga abanicándose con la lista de precios que hay sobre la mesa. Carlos mira su reloj, lo siento chicas pero tengo que dejaros, un asunto me reclama ¿Por qué no me dejas tu teléfono? le pide a Sofía, sí ¿por qué no?, contesta ésta, te lo digo, si, es el 665435262, os llamaré, dice levantándose,¿ no lo vas a anotar?, no es necesario ,para las chicas guapas tengo buena memoria. Marga está que trina, sabes lo que te digo, que yo también me voy, mañana tengo clase a primera hora, las dos salen juntas, pero enseguida toman caminos diferentes.
Última edición por Ramón Carballal el Sab, 25 Feb 2017 12:03, editado 1 vez en total.
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Hallie Hernández Alfaro
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Re: Sofía conoce a Carlos "fragmento de La deriva"

Mensaje sin leer por Hallie Hernández Alfaro »

Los triángulos a nivel sentimental o sus prólogos; los tres personajes vibran de manera entrelazada; es muy difícil capturar el momento donde comienza algo; un algo quizás etéreo y no por ello menos prometedor.

Sigo con sumo interés estos fragmentos tuyos, querido amigo.

Un gran abrazo.
.
"He guardado la Luna en los cajones
por si vuelves de noche que te alumbre;
no te tardes, papá, que sin la lumbre
de tu amor no se encienden los fogones.'"

Esta cárcel sin ti, Ramón Olivares
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