Una vida como las demás, capítulo 11 de "La deriva"

Cuentos, historias, relatos, novelas, reportajes y artículos de opinión que no tengan que ver con la poesía, todo dentro de una amplia libertad de expresión y, sobre todo, siempre observando un escrupuloso respeto hacia los intervinientes.

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Ramón Carballal
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Una vida como las demás, capítulo 11 de "La deriva"

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UNA VIDA COMO LAS DEMÁS

Manolo ¿ te parece que estoy un poco gruesa?, no mujer, estás igual que el año pasado. Con eso Manolo no quiere decir nada, es más ni la ha mirado, sigue concentrado en el partido de fútbol que ponen en la tele, Deportivo-Real Madrid. Aurora está fastidiada, cada año un kilo de más, ya no me sirve este vestido, con lo bonito que era ,si sigo así me voy a tener que vestir en las tiendas de tallas especiales. Aurora piensa en empezar el enésimo régimen, ha seguido el del melocotón, uno de verduritas hervidas, el de comer a poquitos varias veces al día, nada, todo es inútil, no es que haya engordado a lo bestia y de repente ,ha sido algo lento y progresivo, con la figura que tenia ella de joven, bien se ve ahora en Sofía, a Manolo parece que le da igual, pero en realidad, si me decido a hacer régimen, es por mí no por él, todavía me gusta verme atractiva, probaré con pescaditos a la plancha, nada de vino, nada de pan, nada de chocolate, para fuerza de voluntad la mía y si no al nutricionista, a Juli le fue estupendamente, no conseguía bajar de peso de ninguna forma, le dijeron que un tal doctor Suárez hacia milagros , se decidió a consultarle y le puso una dieta a base de arroz y verdura, en unos meses ha bajado veinte quilos, me la encontré por la calle y casi ni la reconozco, además lo mío ya es una cuestión de salud, estos dolores de espalda seguro que tienen que ver con el peso, vaya que si. Todo esto lo está pensando Aurora mientras prepara la cena de Manolo, ese si que tiene suerte, su cervecita, sus aceitunitas y no engorda un gramo, para cenar le ha pedido sardinas en aceite, ni mas ni menos, menuda bomba, y también lo que sobró del mediodía: riñones al jerez, te va sentar mal, Manolo, calla mujer que vamos ganando y eso me da un hambre que no veas. Ellos viven a su manera y disfrutan con lo que disfruta la mayoría, les gusta comer, les gustan los placeres sencillos, a él las partidas de mus con los amigos , los chistes verdes que cuenta Andrés y fumarse un puro después de las comidas, a ella salir por las mañanas a comprar a la plaza, saludar a las vecinas, preguntarles por sus cosas, enterarse de lo que ocurre en el barrio para luego comentárselo a Manolo y que éste se limite a contestar con monosílabos, regatear en los puestos el precio del pescado o de la carne, los viernes hacer la compra en el hipermercado, le encanta pasearse con su carrito, comparar precios, ofertas, atender a las chicas que le ofrecen alguna muestra de un producto en promoción, que si las judías están cincuenta céntimos más caras que en la frutería de Aníbal, que si ha visto una lubina hermosísima, fresca como si la hubieran sacado allí mismo de entre las redes, y a qué precio manolo, nos vamos a chupar los dedos, lubina a la espalda que ni en el mejor restaurante, y de las bandejas para estofado que te voy a contar, me las quitaban de las manos ,y para rematar avisaron de que en el pasillo central junto a la bollería, los quesos de Castilla a mitad de precio, con lo que a ti te gustan, no pude resistirme y me traje dos, ¿sabes que se pueden congelar?, hay que saber comprar Manolo, te lo digo yo, y hay que saber cocinar, porque ella es una gran cocinera y si no puede disfrutar de la comida siempre le quedará el prurito de ser una aventajada en este no suficiente valorado arte. Conoce infinidad de recetas, ve los programas de Arguiñano , tiene libros para dar y tomar: Simone ortega, arzak, adriá, lo que haga falta, y a ella por su parte no le falta iniciativa, experimenta con gran éxito, no con Manolo, que es de comida tradicional, y no hay quién le saque del plato de cuchara, del cocido y del pescado frito. Sus creaciones las deja para el circulo de artesanos, donde se hizo una reputación con su ya famosa semana de las setas, hasta una vez le hicieron una entrevista en la radio , boletus, cantarellus, níscalos o tricolomas no tienen secreto para ella como condimento de los mas variados menús, en este sentido su habilidad culinaria es una derivación de su afición a la micología, la madre de Aurora es de un pueblo de la rioja, un valle rodeado de bosques de hayedos y robledales. Aurora, de niña, salía a coger setas con ella. Las dos, pertrechadas con botas, impermeable, sombrero, y sendos cuchillitos para cortar con precisión el tallo del hongo, volvían de sus excursiones con la cesta de mimbre repleta hasta los bordes, ninguna venenosa, todas seguras, en eso le insistía mucho su madre, tú solo coges esta, esta y esta, entiendes, que son las que se pueden comer, las otras, para mirarlas.
Por las tardes, la cosa cambia, toca trabajar, no será porque no haga ejercicio, con tanto limpiar ya podría quemar grasas, se dice, encima va andando al trabajo, pero ni con esas. Por la noche es cuando ve a su hija que no para en casa, llama con los nudillos a la puerta de su habitación, estás ahí cariño, si mamá, pasa. Sofía está sentada delante del espejito que ha puesto en la ventana, dándose los últimos retoques en las pestañas, otra vez vas a salir, si mamá, que tal te ha ido en la facultad, bien ,he aprobado un examen con buena nota, el catedrático me ha felicitado, caramba dice Aurora con expresión satisfecha. Sofía le recuerda tanto a ella a su edad, no le faltaron pretendientes, desde luego. Estuvo a punto de casarse con aquel farmacéutico tan fino y elegante, era hijo de indianos que tenían un palacete cerca de Ribadeo, habían sido ocho los años de relaciones hasta que él de forma inesperada y cuando ya hablaban de boda cortó por lo sano. A ella se le vino el mundo encima, era la oportunidad de su vida, más tarde se enteró que fue la madre la que tomó cartas en el asunto, quería casarlo con una chica diez años menor que él, casi un niña, hija de un acaudalado comerciante de la calle San Andrés, mucho más feúcha que ella pero de sólida posición económica, que era lo que interesaba, ya que él, si bien farmacéutico con titulo, necesitaba capital para comprar farmacia. Lo de los indianos, luego se descubrió, era pura fachada, el palacete pertenecía al banco que lo había embargado por múltiples impagos y ellos vivían alquilados en un piso del Orzán que pagaban a duras penas con una escueta pensión que cobraba su padre del gobierno venezolano, no tenían por tanto grandes medios económicos, algo que, por otra parte, habían conseguido ocultar con mucha habilidad, tanto al comerciante como a Aurora, que nunca llegó a sospechar nada por lo bien que guardaban las apariencias. Sea como fuere, Agustín, que así se llamaba el pretendiente, cedió a los deseos de su madre y a la posibilidad de tener el sustento asegurado,¿Qué es lo que ofrecía Agustín? Como dijo el padre de Joaquinita, su futura mujer, buena facha y negocio próspero. Dos meses después de anunciarse el casamiento en las páginas de sociedad del periódico local, Agustín le escribió una carta disculpándose por su proceder y contándole, con extemporáneos tintes melodramáticos, que todavía estaba enamorado de ella. Aurora no le contestó. Un año después de la ruptura se lo encontró paseando solo por los jardines de Méndez Núñez, cabizbajo. Aurora quería pasar de largo, pero él la vio y la llamó, la invitó a un café y Aurora por compasión o por curiosidad, aceptó. Agustín no la había podido olvidar, le dijo que estaba arrepentido, si entonces hubiera existido el divorcio quizá aún hubieran tenido un futuro juntos, pero él era débil y aunque infeliz le decía que ganaba bastante dinero con la farmacia que había puesto en Sagrada Familia, le insinuó que se vieran de vez en cuando, pero Aurora no quiso saber nada. Solo le faltaba convertirse en la fulana de otro, aquello fue una gran decepción para ella, que decidió marcharse a París, donde una prima suya que se volvía a España le ofrecía el empleo que allí dejaba.
Última edición por Ramón Carballal el Sab, 25 Feb 2017 12:04, editado 1 vez en total.
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Hallie Hernández Alfaro
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Re: Una vida como las demás"fragmento de La deriva"

Mensaje sin leer por Hallie Hernández Alfaro »

Qué manera de esbozar personajes y pensar en todos los detalles que pueden conformarlos; madre mía, Ramón; tu escritor es un tipo muy caudaloso, un gigante sabio, diría yo. No hay lugar físico/emocional que se resista a tu intelecto.
Aurora, la debilidad, Manolo, las rutinas, los hijos, el pasado, las neurosis femeninas. Todo puede encontrarse en tus producciones literarias.

Gracias siempre por compartir, amigo.

Un abrazo fuerte.
.
"He guardado la Luna en los cajones
por si vuelves de noche que te alumbre;
no te tardes, papá, que sin la lumbre
de tu amor no se encienden los fogones.'"

Esta cárcel sin ti, Ramón Olivares
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