Estación B567-HHH (En tránsito) Parte III Final

Cuentos, historias, relatos, novelas, reportajes y artículos de opinión que no tengan que ver con la poesía, todo dentro de una amplia libertad de expresión y, sobre todo, siempre observando un escrupuloso respeto hacia los intervinientes.

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Carmen López
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Estación B567-HHH (En tránsito) Parte III Final

Mensaje sin leer por Carmen López »

Abrió los ojos nuevamente y miro el reloj, ese último año desde que ella, Marta, entrara en su vida, (en tiempo real), allí en la habitación había sido de seis horas. Así pues había agotado 8 horas de las 12 que le habían dado. Estaba embriagado de sentimientos por los recuerdos que había sentido. Se sintió sumamente feliz, estaba lleno, pleno de ese amor, de ese recuerdo, su vida había tenido un sentido, lo había encontrado con ella. Ahora, no le importaba estar muerto, sentía una paz infinita. Ella era todo lo que él había estado esperando toda su vida. Una muchacha dulce que lo amaba. Se sintió pleno y agradecido. Sin embargo, algo andaba mal, lo sabía, lo presentía, pero, no lograba recordarlo. Cerró los ojos, para recordarlo.

Se vio separándose de su mujer, sólo era una cuestión de dinero y a él el dinero no le importaba en absoluto. Se vio haciendo planes de boda con Marta, escogiendo la casa, los muebles, preparando su boda. Se vio casarse con ella, la mujer que amaba, se vio feliz, era sumamente feliz.

La cámara iba muy lenta ahora. De pronto, a los dos años vio a su mujer palidecer, encontrarse débil (supo que iba a morir), sintió angustia, pero no abrió los ojos, se contuvo, quería estar con ella, a medida que veía las imágenes recordaba, la larga enfermedad, el cáncer que la estaba matando, que la debilitaba, los hospitales, el cansancio, se vio entristecer, desesperar, sentir una rabia atroz por el mundo y la vida, pero no abrió los ojos, quería seguir junto a ella, junto a Marta, todo el tiempo que pudiese. Se vio cuidarla día y noche, estar con ella, animarla, amarla, ser su consuelo, hasta el último respiro de ella.

La vio morir. Abrió los ojos, sollozaba, sintió muchísima tristeza por ella, por no haberla hecho feliz por más tiempo, sintió dolor, pena, abatimiento. Poco a poco se fue calmando, recobrando la compostura.

Ahora, en su película, tenía cuarenta y tres años, había sido feliz dos años con Marta que valían por toda una vida. Sabía lo que vería ahora, vería a un hombre triste, desolado, perdido y con rabia, vivir un par de años más, hasta que sin poder soportar el dolor pusiera el coche a 200 km/h para morir. Estaba preparado para ello, así que cerró sus ojos sintiendo rabia y una infinita tristeza.

Se vio a sí mismo abatido, un poco perdido, iba al cementerio y se sentaba allí, desde el banco veía su tumba, se sentía cerca de ella. No quería seguir viviendo, pero sabía que eso a ella no le gustaría, así que decidió no dejarse morir por ella. Decidió seguir adelante.

Se tomó más tiempo libre en el trabajo. Hizo pequeños viajes, cultivó un jardín en la parte de atrás de su casa, retomó aquellas ganas que había sentido de niño por escribir. Poco a poco se iba sintiendo mejor, seguía extrañándola, pero su vida era soportable, se sentía feliz y agradecido por haberla conocido.

Su vida fue tomando dirección, fue apreciando todas las cosas pequeñas que hasta entonces no habían tenido sentido alguno para él. Así poco a poco fue sintiéndose aliviado hasta llegar al día de su accidente, dos años desde la muerte de Marta. La cámara se hizo muy lenta.

Había salido con su coche a las afueras a un pueblo costero que siempre y sin saber el motivo había querido visitar, Rosebud, en la costa este. Estuvo paseando por la playa, se descalzó, sintió la arena, los rayos del sol, se tendió allí y miró el mar, el horizonte, la recordó, habló con ella, se sintió feliz, el pueblo le encantó. Luego se dispuso a coger el coche para ir a comer, iría hacia el centro del pueblo, seguramente allí encontraría algún restaurante acogedor.

Se vio apostado en un semáforo, un camión pasó en sentido perpendicular a él, arrastraba un remolque, el remolque se soltó. La escena ahora era muy lenta, casi a cámara lenta. De pronto vio correr a un hombre, corría como si la vida le fuera en ello, ¿Hacia dónde? Miró y vio a un bebé en la calzada, apenas tendría un añito. Supo que no iba a llegar, sintió toda la desesperación de aquel hombre, quizás llegara, pero los arrollaría, no les daría tiempo a escapar, el hombre seguía corriendo.

Ni siquiera lo pensó, fue un acto reflejo, como cuando un balón se te viene encima e instintivamente pones la mano para que no te golpee en la cara. Puso el coche en marcha y apretó el acelerador tanto como pudo.

Abrió los ojos, sudaba, sabía que iba a ver su propia muerte, pero no le importaba. Estaba pensando esto, cuando de repente sonó una música y una voz, dijo: “Queda poco más de una hora para que ustedes bajen al jardín, cuando traspasen la puerta de la habitación ya no recordaran nada de su vida pasada, están en tránsito, están seguros. Les esperamos en el jardín, muchas gracias”.

Iba a verse morir y no le importó, se sentía en paz, no había sido él quien había puesto fin a su existencia, sintió una paz interior que lo colmaba. Despacio, suavemente, cerró sus ojos.

Instintivamente aceleró para chocar contra aquel remolque, para desviar su recorrido, su trayectoria. La cámara ahora iba a décimas por segundo.

Vio correr a aquel hombre con toda la desesperación de su alma, llegó junto al bebé y lo cogió en sus brazos, y lo protegió con su cuerpo, y cerró los ojos, sabía que no podría escaparse, estaba dando la vida por aquel bebé, lo sabía. El ruido de las ruedas de su coche chirriando hicieron que el hombre abriera los ojos, tenía pánico en la cara, pero no dejaba de apretar al bebé, que lloraba sin consuelo. Cuando iba a pasar al lado, vio los ojos de aquel hombre y su cara. Era un hombre de unos veinticinco años, con una cicatriz en la mejilla y unos ojos azules, iguales a los suyos. El hombre entendió lo que pretendía hacer y lo miró fijamente, con asombro y gratitud, fueron milésimas de segundo. Él supo quién era ese hombre, lo reconoció.

El hombre se agachó para proteger aún más al bebé, y al pasar por el lado vio el rostro del bebé, una niña guapísima que lloraba a pleno pulmón por el susto, justo al pasar, abrió los ojos, eran unos ojos enormes de color miel, preciosos y llenos de lágrimas.

Lo siguiente que vio fue el remolque encima suyo, ante sí y el impacto de su frente en el cristal. Después sólo vio oscuridad. Abrió los ojos.

Entendió todo, todo cobró sentido para él, toda su vida, como un puzle, todo adquirió un significado profundo, vio el círculo, se sintió parte de un todo, de un todo integrador y vivo, se sintió luz.

Sintió algo de miedo mientras sus pasos se encaminaban a la puerta, no sabía que recordaría, si recordaría algo, no lo sabía, pero, por primera vez en toda su vida, confiaba en la vida misma.

Tomó el pomo de la puerta y atravesó la puerta. De repente, noto un cambio de densidad, como si su peso hubiese variado. Se miró en el ventanal, no sabía quién era, se sentía bien, en paz. Bajo hasta el jardín, estuvo paseando, mirando la belleza del lugar, las flores, el cielo, era como si él perteneciese por entero a ese lugar, fuera una parte de él.

Un hombre se le acercó y le pregunto ¿Cómo te llamas? No lo sabía, no lo recordaba. Trató de pensar en vano, es cómo si en su mente todo estuviese en blanco, por escribir.

El hombre le sonrió y le dijo: El cuerpo siempre tarda unos segundos más en darse cuenta. ¿Qué harás ahora? Él se giró y mientras caminaba, sintió que su ropa se desprendía lentamente de su cuerpo y caía al suelo, se paró, sonrió y le dijo mentalmente: Ir a Rosebud. Vio una luz muy brillante delante de él, supo instintivamente que debía ir hasta allí.
La primera tarea del poeta es desanclar en nosotros una materia que quiere soñar.
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Hallie Hernández Alfaro
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Mensaje sin leer por Hallie Hernández Alfaro »

Carmen, has escrito un relato Extraordinario. Creo que debemos tenerlo a mano para una publicación en papel. La excelencia dramática, sustancial, linguística y los espacios y tiempos acoplados en total armonía hacen de este trabajo una Inmensidad.

Creo muy firmemente en los ciclos vitales, en la determinación de los mismos, en algún orden claramente superior, al que no llegamos con nuestro plano de consciencia. Vamos y venimos en varios rostros, en voces e infiernos. Somos y trascendemos en el versículo golpeado del amor. Por él todo vuelve al sentido primigenio, al origen de la memoria humana...

En mi comentario hay mucha emoción pero no generosidad, créeme. Las tres partes del texto son escandalosamente buenas. Una gestalt de narrativa para premio, sin duda.

De pie, para la ovación y las reverencias.

Abrazotes también.
.
"He guardado la Luna en los cajones
por si vuelves de noche que te alumbre;
no te tardes, papá, que sin la lumbre
de tu amor no se encienden los fogones.'"

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Carmen López
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Mensaje sin leer por Carmen López »

Hallie Hernández Alfaro escribió:Carmen, has escrito un relato Extraordinario. Creo que debemos tenerlo a mano para una publicación en papel. La excelencia dramática, sustancial, linguística y los espacios y tiempos acoplados en total armonía hacen de este trabajo una Inmensidad.

Creo muy firmemente en los ciclos vitales, en la determinación de los mismos, en algún orden claramente superior, al que no llegamos con nuestro plano de consciencia. Vamos y venimos en varios rostros, en voces e infiernos. Somos y trascendemos en el versículo golpeado del amor. Por él todo vuelve al sentido primigenio, al origen de la memoria humana...

En mi comentario hay mucha emoción pero no generosidad, créeme. Las tres partes del texto son escandalosamente buenas. Una gestalt de narrativa para premio, sin duda.

De pie, para la ovación y las reverencias.

Abrazotes también.
Hallie,

Creo que he escrito un cuento bonito, eso es todo. Un relato que me ha hecho feliz escribir.

Yo también (y no sé siquiera si es necesidad) creo en ese “poder cósmico”, también creo en los cielos y en los infiernos de los hombres, y en ese poder que nos retorna seguramente otra vez al origen, creo que en cada viaje que hacemos se completa el universo, creo que tiene que haber un sentido que no podemos ver, a veces nos parece divisarlo, incluso palparlo, pero se desvanece como un sueño si tratamos de entenderlo. Creo que a veces las cosas no pueden verse, entenderse con la razón o la lógica, pero se sienten por milésimas de segundo.

Me alegra (sabes que especialmente, por ser tú) si te gustó el relato, me ha emocionado tu comentario, mucho, muchísimo.
Y esa firma que te has puesto…es un hermoso regalo que me ha hecho llorar.

Toda la felicidad del infinito y un gran abrazo.

Carmen
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Isabel Moncayo
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Mensaje sin leer por Isabel Moncayo »

Pues gracias, Carmen, por hacer la espera cortita, y de paso decirte que se lee con soltura, que tiene intriga, que contagia esa angustia del no saber qué cosa es lo que hay o deja de haber y que afortunados son los que creen en algo más, o eso pienso yo.

Te mando un beso grandote, lo he disfrutado.
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Ya está callada la Luna y quieta sobre el lago, clara en todos los caminos. Tú, eres el verso, amado mío, yo, sólo palabra.
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Carmen López
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Mensaje sin leer por Carmen López »

Isabel Moncayo escribió:Pues gracias, Carmen, por hacer la espera cortita, y de paso decirte que se lee con soltura, que tiene intriga, que contagia esa angustia del no saber qué cosa es lo que hay o deja de haber y que afortunados son los que creen en algo más, o eso pienso yo.

Te mando un beso grandote, lo he disfrutado.
Me alegra si has disfrutado el relato Isabel, te agradezco el aliento entre capítulos, estimula mucho y me siento agradecida (sobretodo por ese silencio roto) y por tu tiempo.

Y todos creemos en algo, eso creo yo, se llame como se llame o venga de donde venga. Creer en uno mismo, es creer en ese poder cósmico.

Un beso muy grande para ti.

Carmen
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Mensaje sin leer por Israel Liñán »

Un cierre perfecto para el relato Carmen, lo leí con los pelos de punta, asimilando las capas de la existencia, del eterno círculo, una pasada.

Se me hizo corto.

Una abrazo.
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Carmen López
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Mensaje sin leer por Carmen López »

Israel Liñán escribió:Un cierre perfecto para el relato Carmen, lo leí con los pelos de punta, asimilando las capas de la existencia, del eterno círculo, una pasada.

Se me hizo corto.

Una abrazo.
Me alegra si te gustóImagen, gracias por los alientos de en medio de los capítulos. Y estoy deseando seguir con tu relato.

Un abrazo.

Carmen
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Óscar Distéfano
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re: Estación B567-HHH (En tránsito) Parte III Final

Mensaje sin leer por Óscar Distéfano »

Bueno, he terminado de leerlo. Es un relato sumamente interesante, rico en situaciones de una psicología muy honda. El ser humano puede alcanzar estas cotas de eternidad. Tú me has convencido de ello. Excelente texto.

Un abrazo.
Óscar
La poesía es la única soga de la cual dispongo siempre que caigo en el pozo del todo sin sentido.



http://www.elbuscadordehumos.blogspot.com/
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Carmen López
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Re: re: Estación B567-HHH (En tránsito) Parte III Final

Mensaje sin leer por Carmen López »

Óscar Distéfano escribió:Bueno, he terminado de leerlo. Es un relato sumamente interesante, rico en situaciones de una psicología muy honda. El ser humano puede alcanzar estas cotas de eternidad. Tú me has convencido de ello. Excelente texto.

Un abrazo.
Óscar
Me gustó escribir este relato, para mí fue como una sanación, no sabría decir de qué o porqué, pero así lo sentí yo.
Si hablamos de eternidad, te diré que yo creo en ella, pero, no como nos la han explicado, la eternidad puede ser a veces unos segundos. En todo caso la eternidad en el instante que nos ocupa no es más que un tiempo que todavía no ha sucedido.
Si te gustó me alegra.

Un abrazo

Carmen
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Hallie Hernández Alfaro
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Re: Estación B567-HHH (En tránsito) Parte III Final

Mensaje sin leer por Hallie Hernández Alfaro »

Abrazos y felicidad, querida poeta.
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