La Editorial Alaire, auspiciada por la Academia de Poesía Alaire, pone gratuitamente a disposición de sus foristas registrados, varios foros de poesía, prosa literaria, debates…, para que puedan publicar sus obras e interactuar entre ellos, así como, la tienda de libros donde se muestran las publicaciones, tanto en papel como en formato digital, estos mediante descarga gratuita. La razón de ser de nuestros foros se centra en promocionar la poesía, mediante las obras de los autores que participan en la plataforma de la Academia de Poesía Alaire. La promoción de la poesía, a nivel del mundo de habla hispana, conlleva una enorme responsabilidad, por ello, pedimos la máxima implicación de todos los miembros de Alaire. Vale recordar al gran maestro Dumas: uno para todos y todos para uno. Muchas gracias por todo, queridos compañeros.
Cuentos, historias, relatos, novelas, reportajes y artículos de opinión que no tengan que ver con la poesía, todo dentro de una amplia libertad de expresión y, sobre todo, siempre observando un escrupuloso respeto hacia los intervinientes.
Me compré un elefante asiático. Un capricho. El primer problema vino cuando tuve que subirlo a casa. No cabía en el ascensor. Tuve que subirlo por las escaleras. Los elefantes son reticentes a subir escaleras, era comprensible, en la jungla asiática no hay escaleras. Me costó mucho. Luego vino lo de ponerle un nombre. Mi novia sugirió Trompi. Le dije que era un nombre idiota, que yo a ella no le llamaba Coñi. Se enfadó y se fue. Mejor. Cogí un diccionario, cerré los ojos, pasé rápidamente las hojas y juré que le pondría de nombre aquella palabra en la que caprichosamente el azar dispusiera mi dedo índice. Abrí los ojos: Elefante. Perfecto. Paseaba orgulloso a Elefante por el barrio. Todos los animales de la urbanización le respetaban. Incluso los leones del señor Antonio. Sé que no es posible, pero juraría que Elefante sonreía cada vez que yo nombraba burlonamente los nombres de esos bichos. Pepín y Pepón. Incluso dos fieras como aquellas perdían todo respeto con esos nombres. Pepín y Pepón se acurrucaban como gatos cuando paseábamos triunfantes por el parque. Yo notaba en la cara del señor Antonio el puñal que había clavado en su orgullo. Volvía a tener las riendas de mi vida.
Ignacio, me partí de risa, y me seguiré partiendo,porque me daré el placer de volver a leerlo. Puro ingenio. La realidad, siempre supera a la ficción. Es una realidad lo bien que escribes. Ritmo vertiginoso,con frase corta, que me encantó, y realidad cotidiana pura.
Felicidades.
Ana.