Gracias por estar ahí.Lunamar Solano escribió:Instantes sensibles que se desnudan en la expresión conmovedora de tus versos querido amigo...
Siempre grato encontrarme con tus versos...te abrazo con todo mi cariño...
Nancy
Un besazo.
Moderadores: J. J. Martínez Ferreiro, Rafel Calle
Gracias por estar ahí.Lunamar Solano escribió:Instantes sensibles que se desnudan en la expresión conmovedora de tus versos querido amigo...
Siempre grato encontrarme con tus versos...te abrazo con todo mi cariño...
Nancy
Muy amable.José Manuel F. Febles escribió:Brilla la palabra y el buen hacer de costumbre. Me ha gustado.
Un cordial abrazo desde mi isla.
José MAnuel F. Febles
Gracias siempre a tí.Luis Muñiz M. escribió:Precioso poema con un cierre excelente. Mis felicitaciones, compañero. Un abrazo.
Gracias, Rafael.Rafel Calle escribió:Hermoso poema de Alejandro.
Alejandro Costa escribió:Detiene el alma y resiente
las velas de ese velero,
tranquilo, tan ausente,
que navega en un mar tibio,
casi latente.
Detiene la mente el olvido,
desordenado, envejecido,
torpe e infeliz,
con la esperanza de anidar alientos.
Detienen las manos viento,
desazón de los más gélidos instantes,
aquellas escarchas sin techo,
aquellas ollas oxidadas
sin nada que ofrecer de sustento.
Y se detienen los días,
donde no existe savia
para atrincherar hambre
de alimento sólido, de vida,
de sentido, sentir,
sintiendo que todo abriga sentido.
Ahí, hasta donde las parras
frutan sus ramales
con la esperanza de que la avispa
disimule su ataque.
Donde los trigales imanten semillas,
germen de hambre y sufrir,
y una lágrima de cielo
arraigue las venas del desolado.
Detiene el verso la palabra,
y la voz no acierta a exprimir poesía,
detiene el alma, la alegría,
el caudal defenestrado,
más no la fe, la paciencia.
Detén el olvido,
porque quién no recuerda
no hallará puerta abierta
que encumbre tanto dolor padecido.
Detienen las manos tierra,
labrada a golpes de infierno,
con manos heladas, no de invierno,
sepultando huesos por blasfemia.
Se detiene el tiempo en la ausencia,
en el alma desecada
bajo la noche más fría,
la cruel luz de la mañana,
la muerte al acecho, no ausenta.
Se detiene la vida,
sin saber de qué está hecha.