No hablaré de poesía

[F. Enrique]

Es difícil reconocer ciertas cosas, Celia, no creo que pueda superar nunca la comunión entre fondo y forma que hallé por azar en este poema de 1998. Desde entonces no sonrío cuando me llaman poeta.

Gracias, un abrazo.

[F. Enrique]

Es siempre para mí grato poder entablar una conversación contigo, Antonio, ya sé que estoy un poco perdido y es importante contar con las personas que desde un primer momento han estado a tu lado. Me encanta lo que me dices de este poema, quizás ya lo haya dicho muchas veces, especial para mí y estas opiniones tan agradables resultan siempre emotivas.

Un abrazo.

[Laura A. M.]

Es un buen poema, a pesar de que es difícil de entender.

[F. Enrique]

Sé Laura que no sabes qué puedes hacer conmigo, que ni yo mismo sé lo que busco pero como decía Calamaro, sé lo que no quiero encontrar. Me ha hecho una ilusión enorme que hayas rescatado de los abismos este poema, es tuyo por la única razón de que sin ti no hubiera existido. Por mucho que no escuche casi nunca tus consejos, debes saber que es un privilegio al alcance de pocos poder contar en exclusiva rigurosa con la crítica más lúcida y sentimental que conozco, y ya he conocido algunas.

[Rosa Marzal]

Hay siempre un puerto en la memoria al que necesitamos regresar.

Hermoso y magnífico poema, Enrique. Todo un acierto. Mi felicitación sincera.

Un abrazo.

[F. Enrique]

Gracias, Rosa, tengo motivos para sentirme atraído por este poema y estaría en su génesis no en su resultado. Podría llevar años sin escribir poesía cuando lo compuse, estudiaba oposiciones y para ello vi de forma consecutiva El nacimiento de Europa y La primavera de Miguel Ángel, serían las tres de la mañana y podría haberme tomado siete cafeteras que no acababan de hacerme efecto. Me asomé a la Avenida de África en silencio y de pronto recordé que alguna vez quise ser poeta. No era consciente de estar escribiendo en alejandrinos. No sabía nada de rima y de medida, nunca busqué la metáfora, acaso siga sin saber qué es concretamente una metáfora, si puede llegar a ser necesaria. Me sentía orgulloso de pertenecer a una cultura heredera de los sueños del Siglo de Pericles y la capacidad para sintetizarlo todo de la República romana.

(Mayo de 1995).

[Marius Gabureanu]

Amigo Enrique, un poema muy bello y profundo. Nunca dejes de escribir poemas así, emocionantes, abrazado a la vida, a las cosas que hacen creer en la vida, aunque los puertos mantengan gimiendo. Mis abrazos y felicitaciones.

[Guillermo Cumar]

La poesía que has escrito habla por sí sola y habla
de ella misma y del poeta que la encabalgó en magnífcos
alejandrinos.

Un abrazo

Guilelrmo

[F. Enrique]

Nunca mejor dicho como título y advertencia "no hablaré de poesía"
(S. M)

Aunque parezca extraño, Marius, tengo contadísimas críticas adversa. Esta me llamó poderosamente la atención, es de un miembro de ese foro que cree que ha patentado la poesía. Supongo que lo que no comprendía era que me tomara una licencia en el primer verso, cuando aún no había anunciado que el poema estaba escrito en alejandrinos. Vamos a aplaudirle la ironía o el sarcasmo, pero se lo puse muy fácil. Había otros versos. Esto que te digo es porque siento tristeza de lo que estamos haciendo con la poesía. No tengo nada que objetar a la cabeza visible de ese foro, además escribe muy bien, pero, por la experiencia que he tenido con ellos, se ha rodeado de unos poetas aceptables que sueñan que están en las alturas.

Muchas gracias, Marius.

[F. Enrique]

Gracias, Guillermo. Este poema nació entre el Nacimiento de Europa y La primavera de Miguel Ángel y un chubasco de verano.

A Armilo y Óscar. ¡Qué Dios nos lo guarde!.

Un abrazo.

[F. Enrique]

Amigo Enrique, un poema muy bello y profundo. Nunca dejes de escribir poemas así, emocionantes, abrazado a la vida, a las cosas que hacen creer en la vida, aunque los puertos mantengan gimiendo. Mis abrazos y felicitaciones.

Gracias, Marius.

Un abrazo.

[Ramón Castro Méndez]

Superlativo. belleza absoluta.
Enhorabuena.

Un abrazo.

[F. Enrique]

Gracias, Ramón.

Un abrazo.

[Ricardo López Castro]

No hablaré de poesía cuando el sol de la tarde
me deje en el instante de los rayos que mueren,
ni hablaré del calor perdido en los balcones,
ni de la longitud de tus manos abiertas.

No podré ni llorar por lo que no comprendo
ni ofrecerte la llama que hierve por tu nombre,
sigo siendo ese río fundido con la piedra
cuando el amor me hiere y no puedo arrancarte.

Me abraso en tu mirada de sueño adolescente
y guardo en la memoria rincones sensitivos,
no me puedo cubrir de aquella soledad
para volver a amarte como si hubieras muerto.

Esta ciudad, que fue cuna de mi agonía,
hoy me lleva hasta el mar profundo de la queja;
se me nublan los ojos cuando escucho tu voz
que inunda el vaporoso gemido de los puertos.

Placentero de leer. Doloroso de sentir. Muy buen trabajo, amigo Enrique.

[F. Enrique]

Gracias, Ricardo.

Un fuerte abrazo