Febrero del año XI de la Iguana)
Poema de domingo.
Donde el mugido era verbo y la sombra madera
pastaba el verraco en páramos del absurdo,
grito negro, piedra berroqueña:
¡cómo a la jara le duele esta noche fría!
Se cerró la sangre en tierra cuajada,
donde silba rebelde el autillo.
Quería sus atributos
la bruja Guisenda era envite de amor.
-Señora,
desde mis años cansados
te pido paz.
-Mi señor,
sólo se de la convulsa suerte de la guerra.
Bramaba, melancolía de cobarde y cerro
¡toro!
¿Por qué no atacas
dejando la muerte como pasto?
Quedó convertido en piedra, frente al miedo de ser;
de tanta vergüenza lloraba amapola
con la cabeza gacha y sin memoria.
Los Vetones,
grillos de vieja estirpe chillaban
como primates de granito.
Era bello aquel toro.
Uno a uno, la dama dejó las esculturas
como alforjas de cuernos, oráculo que el tiempo
destinó al viajero; cuando Castilla retorcía sus mares
sobre las pezuñas del Tiemblo.
-Sabes que te quiero-
¿Por qué me das tu espalda?
Son Héroes,
son telúrico amor de maga.
Agónica,
astuta,
resistiendo,
territorio comestible
en vano.
El toro ruge
todas las mañanas en la soledad de piedra.
Ella le tira flores
desde su infierno.
Roger Nelson (abuelo)