Zarathustra
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Zarathustra
A Hugo Bianglino
Los árboles están enredados con los árboles. Las ideas de la noche cuelgan como buitres de los gajos de la luna. Huele a sombrillas mojadas, a cascotes de arcilla, a jabones blancos y a agua de arroz.
Caminamos Hugo y yo. Caminamos como buscando la línea de la espuma, como impulsados hacia el fondo del cuenco del mar. Caminamos sobre tierra y arena removidas, sobre ladrillo y piedrecillas color hueso, o sobre huesos mismos.
La tierra es un hueso de corazón. Todo es proto-polvo. Seremos granos al crepúsculo. Seremos mónadas, espejuelos, estornudo de un duende, humedad en el silencio.
Vemos pedazos de carne, aluminio, telas resplandecientes bordadas con gotas. Rumorean las olas tras los velos de la clorofila oscura, tras los baños que echan humo como abuelos cubanos, tras las farolas rojas cual cuerpos durante el amor.
Hugo patea unos cubos, tropieza con linternas que se mecen, cae. Se levanta y cae; como en la supreficie lunar. Va como sentado sobre un elefante negro, a los tumbos y con el hocico abierto hacia las estrellas. Le conozco ese gesto.
Hugo es pintor y es escultor; ama el bronce, la masilla, las tinturas para imprenta. Ama la mecánica de los materiales caseros. Y mete las narices en los pomos reventados como un topo. Y como los seres todos, somos apenas una ínfima colección de gestos, de este mismo modo corre; así, con la cara vuelta hacia la axila de la noche; oliéndola.
Llegamos junto a las piletas del camping. Los grifos chorrean sobre rollos de cuerdas o pelajes, o delantales. Apenas se ven nuestras cabezas reflejadas como murciélagos grises en una pared tenue, ya sin sol ni sangre.
Nos hundimos en la masividad de la tiniebla.
Luchamos contra el ángel físico de la noche. Es una batalla cuerpo a cuerpo con los reptiles que saltan desde el barro, con los plumajes pegotes de la penumbra del mar.
Pisamos la arena como cabras, contentos, generando luces por los poros. Respiramos las sales forzando los músculos, circularmente.
El agua se mueve como un vientre. El mar saca la lengua hacia las vetas de la arena, lame. El hedor de los mariscos es penetrante como una yerba fumada por un indio.
Vemos pequeñas señales humanas que recorren la cinta del cielo. El sueño de los barcos comenta el discurso crudo y corrosivo de las olas. Indudablemente existe una orografía acuática. Todo es agua.
El cielo es una clepsidra en un sótano. Las manos de Hugo son cuellos de canilla. Sabemos que mirar es un acontecimiento cartilaginoso, blando.
Los pelos se nos cruzan con los pelos del mar. La gran diosa se contonea en el ánfora. Nace el teatro, la helenidad de la luna. Los velos crepitan como ruedas. Escuchamos roces de sables antiguos, chirridos de poleas inútiles, quejidos de dragones que han perdido un huevo.
De pronto Hugo queda inmóvil con la Cruz del Sur clavada en el pecho. Sus ojos arden diabólicamente. Muchas veces el misterio irrumpe entre las maniobras familiares como un enano. Eso es el misterio: un acecho, una presencia, una desproporción nimia.
Las mejillas de Hugo brillan como el aceite. Se calla. Se calla desde un revés de grito. Hugo no es Hugo. Como yo no soy yo. Nunca hay coincidencias, ya que todo se derrumba hacia las gradas.
El mar jadea; es una hemorragia visual, un poema en tránsito, la forma de los labios que reclaman entre las vendas.
Algo pasa alrededor de nuestros cuerpos. Una razón agria como la cola de una sirena estéril. Miramos en el tórax el nacimiento de una flor de fuego, un crisantemo.
Desde el faro brota un gorjeo flautístico. Esperamos.
Por primera vez en nuestras cortas vidas nos sentimos instalados en una corriente que espera algo. "De eso se trata" quisiéramos vocear, contra la arquitectura atlética del agua.
Pasa un fantasma barbado flotando cerca de la frontera entre las arenas húmedas y las arenas flojas. Va descalzo y lleva una alforja militar colgada del hombro. Es ciego quizás. Toca una flauta de caña.
El viento le desarma las canas dulcemente, hasta el amanecer.
Rafael Teicher
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Re: Zarathustra
Gracias, Rafael.
Blanca
Rafael Teicher escribió:Zarathustra
A Hugo Bianglino
Los árboles están enredados con los árboles. Las ideas de la noche cuelgan como buitres de los gajos de la luna. Huele a sombrillas mojadas, a cascotes de arcilla, a jabones blancos y a agua de arroz.
Caminamos Hugo y yo. Caminamos como buscando la línea de la espuma, como impulsados hacia el fondo del cuenco del mar. Caminamos sobre tierra y arena removidas, sobre ladrillo y piedrecillas color hueso, o sobre huesos mismos.
La tierra es un hueso de corazón. Todo es proto-polvo. Seremos granos al crepúsculo. Seremos mónadas, espejuelos, estornudo de un duende, humedad en el silencio.
(...)
Pasa un fantasma barbado flotando cerca de la frontera entre las arenas húmedas y las arenas flojas. Va descalzo y lleva una alforja militar colgada del hombro. Es ciego quizás. Toca una flauta de caña.
El viento le desarma las canas dulcemente, hasta el amanecer.
Rafael Teicher
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- Registrado: Lun, 11 Feb 2008 19:25
re: Zarathustra Gracias Blanca
Hugo es escultor, de modo que podría bien levantar una luna de las olas
Muchas Gracias
Un saludo afectuoso
Rafael
- Óscar Distéfano
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re: Zarathustra
Si hasta a mí me vienen ganas de pintar.
Me ha alucinado tu relato.
Un saludo cordial.
Óscar
http://www.elbuscadordehumos.blogspot.com/
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re: Zarathustra
Un saludo cordial
Rafael