mientras los niños van como volando
en medio de los árboles, guirnaldas,
villancicos de ahora y de siempre.
pidiendo sin futuro.
Transeúntes que pasan sin mirar
al tiempo que revisan
su lista de la compra...
la familia, parientes, los amigos.
El calor compartido
con la calefacción siempre encendida.
recordando despacio
a aquellos que se fueron.
Los que nunca estarán en nuestro brindis.
y una niña
absorta con pupilas de inocencia
frente al escaparate bullicioso
de una juguetería iluminada.
Los enfermos en cama, desahuciados,
terminales que pronto marcharán...
como nieve que llega en la montaña,
el sabor de la infancia, la compota,
el turrón, mazapanes, polvorones,
el besugo, cordero, el chocolate,
las frutas escarchadas y los postres.
las familias que ya casi no existen,
las bolsas de comida
donde las proteínas no se ven.
los libros y los vídeos, las consolas,
smartphones, abrigos, complementos,
los viajes, las tarjetas y los bolsos,
cosméticos, adornos, las mascotas.
el intento de ser en almacenes
necesarios en los días del bullicio.
Aunque ya no contratan personal.
Los de siempre trabajan horas extras
y cansados
se enfrentan a la cuesta
de enero, nuevo año, más estrés...
en los días de fiesta y en las noches
donde somos de nuevo
humanos egoístas y narcisos.
que nos permita ser más altruistas
sin olvidar lo nuestro,
tradiciones.
necesitan volver a los inicios
cuando la vida era una ilusión.
las felicitaciones, el humor...
el cava compartido y la sonrisa...
que buscan
en sus cosas
sensaciones de antes del desastre.
sin mirar a los nadies.
Eludiendo sus rostros sin un norte.
a engordar para luego adelgazar,
habiendo tanta gente
que busca el alimento
en los contenedores de basura.
por los fríos contrastes de la nada
con la sobreabundancia de lo frívolo.