Manuel Vicent
Lo que suceda en las calles que imaginamos, tampoco debe tener nombre: tus sueños son hierba. Nunca te importe ser nada, que nunca hayamos existido fuera del pensamiento romo de Dios. Por ellas transita incordura, músicos sordomudos, bestias bicéfalas; los que mueren resfriados como perros ladrando cada viento que pasa. Los oscos y sublimes, los groseros que arañan coño buscando olor a brea. Los que se masturban en la calle, a la vista de todos, masticando el silencio: los filósofos. Podría surcar otras carnes, otras cañadas de margaritas y adormideras; sin ese pasado vulgar e inmenso que tus pulmones redimen: pasto rumiante, como la mandrágora de los viejos druidas, ahora cloacas de muerte donde las rocas transitan. Sí, podría hacer de ti otra persona sin memoria, sin un trazo definitivo, como esas calles que entre sus farolas vomitan esquinas. ¡Necesito cinismo para llorar hombros ausentes de luna, caderas sin esqueleto que sangren mi costado! Hablo de mi, ente patético, borracho en tus lunas llenas. Lloro no haber tenido el valor de vender barata mi carne, mi sangre, en esas calles que sólo viven dentro, como el silencio en sus últimos rescoldos.emPerro
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