Con Sancho Panza, andando, Don Quijote,
hombre de letras, loco de remate,
de lejos divisaba un disparate:
más de treinta gigantes, un bojote.
Presto a la lucha, actuando como un zote,
con deseo de entrar en el combate
y hacer fama y riqueza, sin debate,
no escuchó -ni hizo caso- a su amigote.
Pues Sancho, muy discreto, le advertía
que molinos de viento eran sólo,
y que sus brazos grandes: fuertes aspas.
Con lanza en ristre se lanzó; osadía
que le costó un buen golpe; duras raspas…
que hicieron que rodara como bolo.