
Poner la materia en movimiento es llenarla de emoción.
Mas los viejos callejones de la inercia
no se sitúan dentro del armónico espacio
de energía
Color
Esbeltez.
Hay como un viento de cambio esculpiendo al rostro.
Y una tromba marina
sacudiendo los acuarios internos
donde el cardumen de peces
sigue al filamento plateado
de un mar blanco de incógnitas,
en un ir y venir de su atolondrado
deambular anfibio
buscando devorarse los corales de lo límbico
aún, sin rumbo y con tardanza.
Es cruel el magnicidio de la furia
del asombro con la idea.
Hay callosidades propias del templo
y otras, de valor agregado.
Mas ninguna compite a sabiendas
que hay cansancio
Atornillando las paredes transparentes.
Y todo quiere hacerse real
Al mismo tiempo.
Hay una estrechez dimensional.
Un margen que es exiguo en la conciencia
y un sentir
acobardado del letargo
en el que se nos va la vida: luchando,
contra todos los molinos de viento.
Pero, ¡qué dulce es la locura!
Que invade al no-espacio de lo cuerdo.
Qué soberbia transmutación
del no sé qué infinito.
Qué tarea extensiva y diluyente
de ese alma deseando ser axioma
sin ser más que un puente
En fuga con la muerte.
Qué angustiante soledad
La del poeta.
Estar en la trinchera día a día.
Mirar desde la tierra hacia lo alto,
las nubes y los pájaros
Y no encontrar más libertad
Que la de asignar un nombre a cada acción.
Y la acción
que pasa de lado inadvertida, sonriente
Y compasiva.
Ay, qué larga y qué corta
se me hace
esta vida de agua sonora.
Este barrenar la ola... en la que vengo
de lo que soy y voy hacia lo que puedo ser
entregando siempre la palabra a lo eterno.
Quisiera ya,
atravesar la yugular de este abismo insondable.
Beberme gota a gota
su sangre de tierra recóndita.
Para resucitar hallándome reclusa
De mi misma:
Mitsymanía.
Mitsy Grey
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Octubre 2015