
El mar, el mar, el mar… gigante inmarcesible,
la musa inagotable de vates y pintores…
flotante itinerario por donde fue posible
que el hombre descubriera ignotos moradores.
El mar, del cielo espejo, despensa casi eterna
de inmensos alimentos en tantos territorios,
cambiante en sus aspectos de paz o de galerna
de azules celestiales o luz de velatorios.
Señor de ríos, fuentes, de abismos insondables,
de olas espumosas que acaban en la playa
y surgen en la arena los sueños inefables
mirando al infinito al pie de esta atalaya.
El mar, el mar, el mar… origen de la vida
coloso del planeta, guardián que a todos cuida.