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Gerardo Mont
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Re: La inercia del regreso (EB)

Mensaje sin leer por Gerardo Mont »

Rafel Calle escribió:Muy bello poema de Gerardo.

Gracias Rafel por subir este intento. Un gran abrazo.
"Para saber que sabemos lo que sabemos, y saber que no sabemos lo que no sabemos, hay que tener cierto conocimiento" (Nicolás Copérnico)
Ver es más que abrir los ojos y apuntar nuestras angustias. Es más que calibrar las agujas del pecho a la rutina.
( http://lascosasdelmonje.blogspot.com/ )
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Carmen López
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Re: La inercia del regreso (EB)

Mensaje sin leer por Carmen López »

Gerardo Mont escribió:LA INERCIA DEL REGRESO (EB)


Desde los pozos de una lluvia reciente, lo acosan sus rostros pasados. Suplica entonces,
un futuro que abdique a lo que ve en las ventanas.

Se teoriza más flaco y mejor acicalado que hace una década, como en las fotografías antiguas
y los días de etanol, sin más poesía entre las manos
que algunos besos con sal y limón, que hoy reniegan de su nombre de pila
.
Y él intenta saber el destino más allá de sus pasos:
el hábitat de los pequeños miedos, las discordias de las especies raras.

Recapitula la tesis de él mismo…, aquella que urdía el espejo al iniciar la mañana,
que cancelaba deudas y apéndices, y que al andar, abras al pecho sumaba.
“Un devoto a las salidas no se permite premuras”, se reta y continúa:
las cuentas regresivas, los números de un dígito abordan
cuando el hombre excede la media aritmética”
. Y presiente
en la muerte la veracidad de la vida, mientras el hambre delata
en su entraña un recelo divino: sinestesias de un breve perfume,
sabor de una visión lejana que entona los mantras de alguna metáfora.


Y otra vez se mira en el móvil.
Simula responder a un texto. Van cuatro de reojo y contando.
Su crin de alazán al viento, que las alopecias no han hecho metástasis. Volverá galopando
en su viejo paraguas, mientras los transeúntes objetarán su habitual “por si acaso”.

Ya es tarde. El frío silva sus pequeñas notas azules. Él se quita el calzado
de aquella jornada. Los pies en tierra…, que arriba pendan del cuello los otros yoes posibles
.
Los compañeros ya ruedan en sus hados opuestos.

Los vacíos dan su último aire antes de entregarse al vacío y una brisa húmeda
susurra otro diluvio de mayo. “Los insectos han perdido el oído”, asegura.
Recurrentes las aguas en busca de sal…”, se resigna. Sin embargo sus ojos se aclaran:
el hombre es un grito, un mundo ficticio en la cavidad de una boca.

Unas calles después, los ojos se clavan, rastrean al que mece las sombras
de aquel árbol reacio que ha voluntad se deshoja: margarita de antaño
tan falaz como inmensa, que accede a la duda para acceder la certeza.

Y en su crónico horizonte de eventos se dice: “del incólume, cenizas”.
Y recuerda los guijarros que encarnan los libros, el próximo numeral con espina,
los resfríos sin un dictamen preciso, los ojos infames,
la inflamación de los dedos soñando paisajes vecinos.

Cada afección limita el respiro, “¿cuál acto reflejo define la vida?”

Observa a las niñas que ya tienen caderas y a los niños
con un Marlbororo en la boca, después de que ellas rechazan sus guiños.
En él no hay malicia, pero las niñas maduran y en sus ojos se alejan. Son madres, luciérnagas,
besos que cuelgan de un péndulo, mochilas para un viaje sincero, y una luz
que en ángulos rectos, recorre el techo nocturno desafiando a la NASA.


La puerta sale a su paso, más desastillada que ayer cada día.
El hombre saluda metiendo la llave, y ella responde: “es lo que hay.
Ayer me sedujo el vecino”. Y él suma a sus pies decimales. Mira hacia atrás
y descubre el abismo que acosa a sus pasos. Procede entonces a la audición que le espera.
Tras las sombras un juez lo censura, pero él borra las culpas, como se tapa el sol con un dedo.
(Se terminaron los juegos de niño, saltando los pozos sin voltear a mirarse).
Se verá en los espejos del baño, y notará a su mujer inventariando despensas.
Él es otro, que como Adán no tuvo un ombligo. Circunstancial e irrepetible,
y quizás duplicado. De algo así no ha habido registro. “Saramago sabía”,
dice el mal gesto de un yo sucesor que hoy le antecede.


En el estante dos copas titilan
con la luz prestada que se filtró en la ventana, y en su lecho de paja
narra el brasero el final de su fuego.

Los autos menguan cuando las once se quiebran. Habrá que accionar el interruptor
de otras luces prestadas. La mujer desde el cuarto protesta.
Ella interrumpe el silencio de las tristes estancias, de los que se fueron y jamás regresaron,
dejando pendientes besos y abrazos. “Es lo que hay”, se confirma a sí mismo aquel hombre.
Entonces, blinda su féretro, se sienta cómodo en él,
enciende la tele y engulle otro poco de frío – anónimo, inadvertido.
Magnífico poema, Gerardo, poderosísimas tus metáforas, tus imágenes, la sinestesia flotando, el lenguaje elevado a toda su potencia, las referencias...todo, Gerardo, todo parece estar en su sitio para explicarnos la soledad del hombre, esa sombra que siempre le acompaña. Un placer inmenso, seguirte.

Abrazo grande.

Carmen
La primera tarea del poeta es desanclar en nosotros una materia que quiere soñar.
Gastón Bachelar.
Gerardo Mont
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Re: La inercia del regreso (EB)

Mensaje sin leer por Gerardo Mont »

Ricardo Serna G escribió:Gerardo


Se siente y se ve la calidad de tus versos...gracias por compartir


Un abrazo fuerte, querido amigo

Gracias estimado poeta por leer y comentar. Un gusto tu paso. Un gran abrazo.
"Para saber que sabemos lo que sabemos, y saber que no sabemos lo que no sabemos, hay que tener cierto conocimiento" (Nicolás Copérnico)
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Re: La inercia del regreso (EB)

Mensaje sin leer por Gerardo Mont »

Marius Gabureanu escribió:Me una al comentario de Hallie,. Me ha encantado , Gerardo. Recibe mis abrazos sinceros, estimado amigo.

Muchas gracias por leer y dejar tu amable huella, estimado poeta. Un gran abrazo.
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Re: La inercia del regreso (EB)

Mensaje sin leer por Gerardo Mont »

Julio González Alonso escribió:Escrito con ganas y convencimiento, cosas que consiguen contagiar al lector para meterse en la soledad que axfisia la vida. Un trabajo meritorio, amigo Gerardo. Con un abrazo.
Salud.
Gracias Julio, estimado y admirado poeta por tu lectura y comentario. Un lujo contar con tu apoyo. Espero que est.és bien. Un gran abrazo
"Para saber que sabemos lo que sabemos, y saber que no sabemos lo que no sabemos, hay que tener cierto conocimiento" (Nicolás Copérnico)
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Gerardo Mont
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Re: La inercia del regreso (EB)

Mensaje sin leer por Gerardo Mont »

Carmen López escribió:
Gerardo Mont escribió:LA INERCIA DEL REGRESO (EB)


Desde los pozos de una lluvia reciente, lo acosan sus rostros pasados. Suplica entonces,
un futuro que abdique a lo que ve en las ventanas.

Se teoriza más flaco y mejor acicalado que hace una década, como en las fotografías antiguas
y los días de etanol, sin más poesía entre las manos
que algunos besos con sal y limón, que hoy reniegan de su nombre de pila
.
Y él intenta saber el destino más allá de sus pasos:
el hábitat de los pequeños miedos, las discordias de las especies raras.

Recapitula la tesis de él mismo…, aquella que urdía el espejo al iniciar la mañana,
que cancelaba deudas y apéndices, y que al andar, abras al pecho sumaba.
“Un devoto a las salidas no se permite premuras”, se reta y continúa:
las cuentas regresivas, los números de un dígito abordan
cuando el hombre excede la media aritmética”
. Y presiente
en la muerte la veracidad de la vida, mientras el hambre delata
en su entraña un recelo divino: sinestesias de un breve perfume,
sabor de una visión lejana que entona los mantras de alguna metáfora.


Y otra vez se mira en el móvil.
Simula responder a un texto. Van cuatro de reojo y contando.
Su crin de alazán al viento, que las alopecias no han hecho metástasis. Volverá galopando
en su viejo paraguas, mientras los transeúntes objetarán su habitual “por si acaso”.

Ya es tarde. El frío silva sus pequeñas notas azules. Él se quita el calzado
de aquella jornada. Los pies en tierra…, que arriba pendan del cuello los otros yoes posibles
.
Los compañeros ya ruedan en sus hados opuestos.

Los vacíos dan su último aire antes de entregarse al vacío y una brisa húmeda
susurra otro diluvio de mayo. “Los insectos han perdido el oído”, asegura.
Recurrentes las aguas en busca de sal…”, se resigna. Sin embargo sus ojos se aclaran:
el hombre es un grito, un mundo ficticio en la cavidad de una boca.

Unas calles después, los ojos se clavan, rastrean al que mece las sombras
de aquel árbol reacio que ha voluntad se deshoja: margarita de antaño
tan falaz como inmensa, que accede a la duda para acceder la certeza.

Y en su crónico horizonte de eventos se dice: “del incólume, cenizas”.
Y recuerda los guijarros que encarnan los libros, el próximo numeral con espina,
los resfríos sin un dictamen preciso, los ojos infames,
la inflamación de los dedos soñando paisajes vecinos.

Cada afección limita el respiro, “¿cuál acto reflejo define la vida?”

Observa a las niñas que ya tienen caderas y a los niños
con un Marlbororo en la boca, después de que ellas rechazan sus guiños.
En él no hay malicia, pero las niñas maduran y en sus ojos se alejan. Son madres, luciérnagas,
besos que cuelgan de un péndulo, mochilas para un viaje sincero, y una luz
que en ángulos rectos, recorre el techo nocturno desafiando a la NASA.


La puerta sale a su paso, más desastillada que ayer cada día.
El hombre saluda metiendo la llave, y ella responde: “es lo que hay.
Ayer me sedujo el vecino”. Y él suma a sus pies decimales. Mira hacia atrás
y descubre el abismo que acosa a sus pasos. Procede entonces a la audición que le espera.
Tras las sombras un juez lo censura, pero él borra las culpas, como se tapa el sol con un dedo.
(Se terminaron los juegos de niño, saltando los pozos sin voltear a mirarse).
Se verá en los espejos del baño, y notará a su mujer inventariando despensas.
Él es otro, que como Adán no tuvo un ombligo. Circunstancial e irrepetible,
y quizás duplicado. De algo así no ha habido registro. “Saramago sabía”,
dice el mal gesto de un yo sucesor que hoy le antecede.


En el estante dos copas titilan
con la luz prestada que se filtró en la ventana, y en su lecho de paja
narra el brasero el final de su fuego.

Los autos menguan cuando las once se quiebran. Habrá que accionar el interruptor
de otras luces prestadas. La mujer desde el cuarto protesta.
Ella interrumpe el silencio de las tristes estancias, de los que se fueron y jamás regresaron,
dejando pendientes besos y abrazos. “Es lo que hay”, se confirma a sí mismo aquel hombre.
Entonces, blinda su féretro, se sienta cómodo en él,
enciende la tele y engulle otro poco de frío – anónimo, inadvertido.
Magnífico poema, Gerardo, poderosísimas tus metáforas, tus imágenes, la sinestesia flotando, el lenguaje elevado a toda su potencia, las referencias...todo, Gerardo, todo parece estar en su sitio para explicarnos la soledad del hombre, esa sombra que siempre le acompaña. Un placer inmenso, seguirte.

Abrazo grande.

Carmen

Muchas gracias, estimada y admirada poeta por tu lectura y comentario. Un honor contar con tu apoyo, amiga. Un gran abrazo.
"Para saber que sabemos lo que sabemos, y saber que no sabemos lo que no sabemos, hay que tener cierto conocimiento" (Nicolás Copérnico)
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Pablo Ibáñez
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Re: La inercia del regreso (EB)

Mensaje sin leer por Pablo Ibáñez »

Gerardo,

siempre un placer volver a asomarse a esa visión profunda y original que tienes del mundo. Tu voz suena madura y templada, y a la vez incisiva.

Un abrazo.
Gerardo Mont
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Re: La inercia del regreso (EB)

Mensaje sin leer por Gerardo Mont »

Gracias Ronald, estimado vecino, por tu lectura y tu amable comentario. Espero que estés bien junto a los tuyos y te mando un gran abrazo.
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Re: La inercia del regreso (EB)

Mensaje sin leer por Gerardo Mont »

Pablo, estimado amigo y admirado poeta, un honor tu lectura y tu paso. Muchas gracias por tu amable comentario. Qué estés bien junto a los tuyos. Un gran abrazo.
"Para saber que sabemos lo que sabemos, y saber que no sabemos lo que no sabemos, hay que tener cierto conocimiento" (Nicolás Copérnico)
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