Retirado para un proyecto personal.
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Re: La inercia del regreso (EB)
Gerardo Mont escribió:LA INERCIA DEL REGRESO (EB)
Desde los pozos de una lluvia reciente, lo acosan sus rostros pasados. Suplica entonces,
un futuro que abdique a lo que ve en las ventanas.
Se teoriza más flaco y mejor acicalado que hace una década, como en las fotografías antiguas
y los días de etanol, sin más poesía entre las manos
que algunos besos con sal y limón, que hoy reniegan de su nombre de pila.
Y él intenta saber el destino más allá de sus pasos:
el hábitat de los pequeños miedos, las discordias de las especies raras.
Recapitula la tesis de él mismo…, aquella que urdía el espejo al iniciar la mañana,
que cancelaba deudas y apéndices, y que al andar, abras al pecho sumaba.
“Un devoto a las salidas no se permite premuras”, se reta y continúa:
“las cuentas regresivas, los números de un dígito abordan
cuando el hombre excede la media aritmética”. Y presiente
en la muerte la veracidad de la vida, mientras el hambre delata
en su entraña un recelo divino: sinestesias de un breve perfume,
sabor de una visión lejana que entona los mantras de alguna metáfora.
Y otra vez se mira en el móvil.
Simula responder a un texto. Van cuatro de reojo y contando.
Su crin de alazán al viento, que las alopecias no han hecho metástasis. Volverá galopando
en su viejo paraguas, mientras los transeúntes objetarán su habitual “por si acaso”.
Ya es tarde. El frío silva sus pequeñas notas azules. Él se quita el calzado
de aquella jornada. Los pies en tierra…, que arriba pendan del cuello los otros yoes posibles.
Los compañeros ya ruedan en sus hados opuestos.
Los vacíos dan su último aire antes de entregarse al vacío y una brisa húmeda
susurra otro diluvio de mayo. “Los insectos han perdido el oído”, asegura.
“Recurrentes las aguas en busca de sal…”, se resigna. Sin embargo sus ojos se aclaran:
el hombre es un grito, un mundo ficticio en la cavidad de una boca.
Unas calles después, los ojos se clavan, rastrean al que mece las sombras
de aquel árbol reacio que ha voluntad se deshoja: margarita de antaño
tan falaz como inmensa, que accede a la duda para acceder la certeza.
Y en su crónico horizonte de eventos se dice: “del incólume, cenizas”.
Y recuerda los guijarros que encarnan los libros, el próximo numeral con espina,
los resfríos sin un dictamen preciso, los ojos infames,
la inflamación de los dedos soñando paisajes vecinos.
Cada afección limita el respiro, “¿cuál acto reflejo define la vida?”
Observa a las niñas que ya tienen caderas y a los niños
con un Marlbororo en la boca, después de que ellas rechazan sus guiños.
En él no hay malicia, pero las niñas maduran y en sus ojos se alejan. Son madres, luciérnagas,
besos que cuelgan de un péndulo, mochilas para un viaje sincero, y una luz
que en ángulos rectos, recorre el techo nocturno desafiando a la NASA.
La puerta sale a su paso, más desastillada que ayer cada día.
El hombre saluda metiendo la llave, y ella responde: “es lo que hay.
Ayer me sedujo el vecino”. Y él suma a sus pies decimales. Mira hacia atrás
y descubre el abismo que acosa a sus pasos. Procede entonces a la audición que le espera.
Tras las sombras un juez lo censura, pero él borra las culpas, como se tapa el sol con un dedo.
(Se terminaron los juegos de niño, saltando los pozos sin voltear a mirarse).
Se verá en los espejos del baño, y notará a su mujer inventariando despensas.
Él es otro, que como Adán no tuvo un ombligo. Circunstancial e irrepetible,
y quizás duplicado. De algo así no a habido registro. “Saramago sabía”,
dice el mal gesto de un yo sucesor que hoy le antecede.
En el estante dos copas titilan
con la luz prestada que se filtró en la ventana, y en su lecho de paja
narra el brasero el final de su fuego.
Los autos menguan cuando las once se quiebran. Habrá que accionar el interruptor
de otras luces prestadas. La mujer desde el cuarto protesta.
Ella interrumpe el silencio de las tristes estancias, de los que se fueron y jamás regresaron,
dejando pendientes besos y abrazos. “Es lo que hay”, se confirma a sí mismo aquel hombre.
Entonces, blinda su féretro, se sienta cómodo en él,
enciende la tele y engulle otro poco de frío – anónimo, inadvertido.
Gerardo, cuanta vida late debajo de la tristeza resignada de estos versos que regresan a las preguntas de fuego.¿Que significa la existencia? Me ha conmueve y lleva nuevamente a la reflexión. ERA
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Re: La inercia del regreso (EB)
un abrazo y mis congratulaciones
más dura es la caída.
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Re:
Estimado Ramón, siempre es un honor contar con tu lectura y con tu apoyo. Estas letras aunque no son autobiográficas, llevan el sentimiento que genera la observación detallada de un perfil de individuos que están siendo afectados por la resignación a roles mortales y/o a la soledad. Los sistemas humanos y nosotros en ellos estamos colapsando, creo. Desde este punto de vista intento poetizar, esa parte del ser humano que no es bella, pero que es profundamente actual. Mi agradecimiento poeta y un gran abrazo.Ramón Carballal escribió:Gracias por compartir estos instantes de vida y pensamiento. Riqueza y calidad en tus versos. Mi felicitación y un abrazo.
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Re: La inercia del regreso (EB)
Un gustazo reflexionar desde tus magníficas letras.
Abrazo fuerte para ti y los tuyos, amigo.
porque yo que nunca pisé otro camino que el de tu luz
no tengo más sendero que el que traza tu ojo dorado
sobre el confín oscuro de este mar sin orillas."
El faro, Ramón Carballal
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Re: La inercia del regreso (EB)
E. R. Aristy escribió:Gerardo Mont escribió:LA INERCIA DEL REGRESO (EB)
Desde los pozos de una lluvia reciente, lo acosan sus rostros pasados. Suplica entonces,
un futuro que abdique a lo que ve en las ventanas.
Se teoriza más flaco y mejor acicalado que hace una década, como en las fotografías antiguas
y los días de etanol, sin más poesía entre las manos
que algunos besos con sal y limón, que hoy reniegan de su nombre de pila.
Y él intenta saber el destino más allá de sus pasos:
el hábitat de los pequeños miedos, las discordias de las especies raras.
Recapitula la tesis de él mismo…, aquella que urdía el espejo al iniciar la mañana,
que cancelaba deudas y apéndices, y que al andar, abras al pecho sumaba.
“Un devoto a las salidas no se permite premuras”, se reta y continúa:
“las cuentas regresivas, los números de un dígito abordan
cuando el hombre excede la media aritmética”. Y presiente
en la muerte la veracidad de la vida, mientras el hambre delata
en su entraña un recelo divino: sinestesias de un breve perfume,
sabor de una visión lejana que entona los mantras de alguna metáfora.
Y otra vez se mira en el móvil.
Simula responder a un texto. Van cuatro de reojo y contando.
Su crin de alazán al viento, que las alopecias no han hecho metástasis. Volverá galopando
en su viejo paraguas, mientras los transeúntes objetarán su habitual “por si acaso”.
Ya es tarde. El frío silva sus pequeñas notas azules. Él se quita el calzado
de aquella jornada. Los pies en tierra…, que arriba pendan del cuello los otros yoes posibles.
Los compañeros ya ruedan en sus hados opuestos.
Los vacíos dan su último aire antes de entregarse al vacío y una brisa húmeda
susurra otro diluvio de mayo. “Los insectos han perdido el oído”, asegura.
“Recurrentes las aguas en busca de sal…”, se resigna. Sin embargo sus ojos se aclaran:
el hombre es un grito, un mundo ficticio en la cavidad de una boca.
Unas calles después, los ojos se clavan, rastrean al que mece las sombras
de aquel árbol reacio que ha voluntad se deshoja: margarita de antaño
tan falaz como inmensa, que accede a la duda para acceder la certeza.
Y en su crónico horizonte de eventos se dice: “del incólume, cenizas”.
Y recuerda los guijarros que encarnan los libros, el próximo numeral con espina,
los resfríos sin un dictamen preciso, los ojos infames,
la inflamación de los dedos soñando paisajes vecinos.
Cada afección limita el respiro, “¿cuál acto reflejo define la vida?”
Observa a las niñas que ya tienen caderas y a los niños
con un Marlbororo en la boca, después de que ellas rechazan sus guiños.
En él no hay malicia, pero las niñas maduran y en sus ojos se alejan. Son madres, luciérnagas,
besos que cuelgan de un péndulo, mochilas para un viaje sincero, y una luz
que en ángulos rectos, recorre el techo nocturno desafiando a la NASA.
La puerta sale a su paso, más desastillada que ayer cada día.
El hombre saluda metiendo la llave, y ella responde: “es lo que hay.
Ayer me sedujo el vecino”. Y él suma a sus pies decimales. Mira hacia atrás
y descubre el abismo que acosa a sus pasos. Procede entonces a la audición que le espera.
Tras las sombras un juez lo censura, pero él borra las culpas, como se tapa el sol con un dedo.
(Se terminaron los juegos de niño, saltando los pozos sin voltear a mirarse).
Se verá en los espejos del baño, y notará a su mujer inventariando despensas.
Él es otro, que como Adán no tuvo un ombligo. Circunstancial e irrepetible,
y quizás duplicado. De algo así no a habido registro. “Saramago sabía”,
dice el mal gesto de un yo sucesor que hoy le antecede.
En el estante dos copas titilan
con la luz prestada que se filtró en la ventana, y en su lecho de paja
narra el brasero el final de su fuego.
Los autos menguan cuando las once se quiebran. Habrá que accionar el interruptor
de otras luces prestadas. La mujer desde el cuarto protesta.
Ella interrumpe el silencio de las tristes estancias, de los que se fueron y jamás regresaron,
dejando pendientes besos y abrazos. “Es lo que hay”, se confirma a sí mismo aquel hombre.
Entonces, blinda su féretro, se sienta cómodo en él,
enciende la tele y engulle otro poco de frío – anónimo, inadvertido.
Gerardo, cuanta vida late debajo de la tristeza resignada de estos versos que regresan a las preguntas de fuego.¿Que significa la existencia? Me ha conmueve y lleva nuevamente a la reflexión. ERA
Te agradezco mucho estimada y admirada Era, tu lectura y tu amable comentario. Un honor contar con tu apoyo poeta. Un gran abrazo.
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- Rafel Calle
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Re: La inercia del regreso (EB)
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Re:
Sólo son personajes que veo y dibujo, no los juzgo. Te agradezco mucho tu lectura y tu amable comentario estimada poeta. Un gran abrazo.curra anguiano escribió:Es la oda a la resignación, es muy hermoso, pero todo se puede cambiar y mejorar, ese es lo hay
es cómodo y poco valiente, Hay que luchar
Genial
Mil besos y mil gracias
Curra
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Re: La inercia del regreso (EB)
Guillermo Cuesta escribió:Exquisitas reminiscencias de ir dando sabor a las cosas de la vida.
un abrazo y mis congratulaciones
Muchas gracias estimado amigo Guillermo por leer y comentar mis humildes trazos. Un gran abrazo poeta.
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Re: La inercia del regreso (EB)
Se siente y se ve la calidad de tus versos...gracias por compartir
Un abrazo fuerte, querido amigo
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Ricardo Serna G
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Re: La inercia del regreso (EB)
Hallie Hernández Alfaro escribió:Escribes Gerardo, y cuando ésto ocurre las profundidades poéticas se movilizan, abrasan la impotencia del hombre desnudo husmeando su verdad. Retratas la fisonomía del contemporáneo, del plexo injusto, de la tormenta sesgada, del punto invisible y detonador.
Un gustazo reflexionar desde tus magníficas letras.
Abrazo fuerte para ti y los tuyos, amigo.
Gracias Hallie, por leer mis intentos y comentar amablemente. Un lujo contar con tu apoyo, poeta. Espero que estés bien junto a los tuyos. Un gran abrazo.
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- Marius Gabureanu
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Re: La inercia del regreso (EB)
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Re: La inercia del regreso (EB)
Salud.