Peggy Sue se casó

[F. Enrique]

Pienso que las estrellas no quisieron esperarme, nunca toqué una pensando que brillaba, nunca tuve un sueño erótico con ninguna de ellas. Yo tan telúrico, tan falto de sueños, pensaba que algún día podría caminar por las calles sintiéndome satisfecho de mí mismo, eso era todo, soportándome en la diversidad peligrosa y enrevesada de mi pensamiento cercano en su desarrollo polifónico a los ensayos de una orquesta. Pero si me tengo que decidir a nombrar una que estuviera al alcance de la mano elegiría a Kathleen Turner, seguramente sea por algo que no se puede sospechar. La conocí en una buena película que contribuyó al revival del cine negro a mediados de los ochenta, pero no, aquella femme fatale escapaba de mis pretensiones y sabía certeramente que yo no tendría el privilegio de ser elegido entre sus víctimas.

La razón de tan rotunda afirmación vendría unos años después en una entrevista concedida a la Televisión española. Lo primero que me sorprendió fue verla un poco gordita, sí, más que maciza, gorda, después al mirarle la cara, antes quise saber si seguía teniendo fuego en el cuerpo, me dí cuenta de que al contrario que otros actores representaba más edad de la que tenía, pero abrió la boca y empezó a fascinarme, su aceptable español con acento cubano, su simpatía, el control tan digno que tenía sobre su propia situación, tal vez un poco vencida pero de pie y sonriendo. Empecé a verla delgada y más joven, había cambiado de nombre y se llamaba Peggy Sue. Recuerdo aquella entrevista como uno de los buenos momentos que te deja la vida.

Peggy Sue se casó es sin duda una de las dos películas de Coppola peor tratada por la crítica y por el público, la otra es la interesantísima Corazonada, pero no le acusan, como en ésta última, al gran director norteamericano de haberla utilizado para que su hija Sofía fuera aprendiendo el oficio.

Buddy Holly y una de sus canciones póstumas planea sobre una historia de viajes al pasado, se me quedó el encuentro con aquel chico que siempre le atrajo pero que quedaba fuera de los hábitos vitalistas y despreocupados que ella y los de su generación tenían entonces; leía mucho y por su mirada extraña y fija y las indicaciones que le hizo al profesor de literatura sobre una novela de Hemingway casi seguro que escribía poemas que nadie leería y serían para nadie.

La canción que da título a la película pasa por ser una especie de secuela de la innovadora y elogiada Peggy Sue, dicen que nunca se hizo tanto con tres acordes mal contados. A mí en cambio no me parece tan asombrosa esta última y la que da título a la entrada, falseada por los arreglos que enmudecieron la guitarra acústica de su autor, pasa por ser para mí la mejor canción de Buddy Holly detrás de la intocable y deliciosa Every Day.

Para finalizar, entre Peggy Sue y Kathleen me quedo con Kathleen, la de la entrevista. Me enseñó a valorar los encantos de la mujer madura, la belleza que emana de un comportamiento correcto y agradable, de un saber estar. Ahora sé que no todas las estrellas están en el cielo y, por supuesto, comprendo que no sepan esperarme.

[Ventura Morón]

Amigo F. Enrique, nos regalas este amor tuyo por el cine, pero lo que más me gusta es que vas más allá. Te acercas del personaje, al actor, y de ahí a la persona. Kathleen Turner, sabía bien que era un sex-symbol (sin duda lo era). El ver este declive, es acercarse a una realidad que no tiene porque ser tan terrible, es sólo una evolución. En tu escrito anterior que hablabas sobre Marilyn, ella quedo "a salvo" a nuestros ojos, no las vimos cambiar y ese mito "Inmutable", es la antítesis del que nos presentas hoy. Me ha gustado esa manera de apropiarte del personaje y volverlo algo cotidiano, aunque permanezca inalcanzable.
Un abrazo amigo

[Óscar Distéfano]

Bien, Enrique. Me ha gustado mucho la originalidad con que has encarado este relato; autobiográfico, por cierto, y enriquecido por ensueños y conciencia existencial. Lo que me impresionó es esa sabiduría que se te reveló a partir de una circunstancia aparentemente trivial. Este tipo de experiencias son, sin embargo, las que marcan a fuego nuestro carácter, nuestra visión del mundo.

Un abrazo, amigo.
Óscar

[F. Enrique]

A ella, Ventura, el declive le vino en forma de enfermedad, debió ser terriblemente duro, en una época en la que ya se les permitía a las sex-symbol mostrar su madurez e incluso sus cualidades interpretativas ella se vio frenada y, probablemente, a causa de ello no haya realzado con su carisma algunas buenas películas. Su actuación en Fuego en el cuerpo, película que trascendió lo estrictamente cinematográfico ya que puso, junto a Terciopelo azul, otra vez en primer plano el cine negro que se llevó en los cuarenta, era una mezcla afortunada de Lana Turner y Gene Tierney pero más sensual que ellas, menos fría.

Muchas gracias, Ventura, la verdad es que me gusta mucho hablar de estas cosas.

Un abrazo.

[F. Enrique]

Quizás no podamos decir con la convicción que lo decían los hombres de los años cincuenta que nunca hubo una mujer com Kathleen Turner. Había algo de sacrílego y sagrado en la devoción que se le tuvo a Rita Hayworth, pero Gilda fue devorada por su propio monstruo, habría que añadir que también por un matrimonio desastroso con el talento natural más prodigioso que haya dado el cine; una hija, una obra maestra incontestable y un deterioro físico evidente fueron el resultado de todo aquello, resultaba estremecedor verla interpretando a alguien que podría ser ella misma en la excelente "Mesas separadas". La Turner, tratémosla como una diva, pertenece a otro tiempo, a otras aspiraciones, podría haber alargado su carrera a base de belleza y talento en la misma medida que Meryl Streep lo ha hecho con su constancia y una profesionalidad enfermiza, si no fuera por una maldita enfermedad.

Gracias, Óscar, no puedo ocultar mi pasión por el cine, sé que la vida es más importante pero no muestra libro alguno para que podamos cogerle el hilo.