Rosa de la victoria
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- Óscar Bartolomé Poy
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Rosa de la victoria
con el frío acalorado de las jarchas
en duermevela
y una tachadura de moscas
en los párpados azucarados
como hexágonos de miel.
Eres rosa de la victoria,
rosa libertina y victoriosa
en el color espermicida que transgrede
la envoltura plastificada
de este paisaje sibilante y torcal
que rompe la ataraxia del agua
con todos sus gérmenes.
Era oscura la noche,
de una oscuridad impronunciable,
oscura y negra como el miedo de los niños
a las mudables asechanzas de lo onírico
o al nepente que se teme porque se ignora.
Llegó del espacio exterior,
de los ríos de metano líquido de Titán.
Llegó espolvoreado en un halo verde cetrino,
chamuscando la atmósfera con su gas ionizado de meteoroide,
y al aterrizar dejó un cráter de lombrices en la superficie rocosa.
Era un amasijo de nudos y cuerdas y úlceras sangrantes
y le brillaba un disco de soles muertos en las entrañas.
Tenía protuberancias en los ojos verrugosos, de un amarillo
micótico, dos negras depresiones a cada lado del cuello
como ventosas palpitantes, aletas dentadas o branquias
que nebulizan vapores tóxicos, pelillos albinos
como los que dejan los hongos al ser quemados y un cuerpo
hético y lampiño imbricado en escamas reflectantes, de pez plata.
Devoró la carne cruda de los hijos de los hombres,
se alimentó de sus córneas y de sus hígados necróticos
y adoptó su forma humana, y cuando estuvo saciado
de tanta escoria le brotaron esporas de la boca,
una espuma blanca como vómito de perro y nubes
fúngicas y sulfurosas; sedimentos de un amarillo tántrico
y fosforescente, una sustancia pingüe y viscosa,
como linimento, que hedía a cloaca y a muerte.
Orgánulos, larvas y tejido epitelial; gusanos
que lengüetean y cavan túneles en la carne putrefacta,
muelle y cianótica, en descomposición.
Un chancro de inmundicias.
Luego, un plano largo, interminable.
Descifrando su genoma, su doble hélice.
Citoplasma, nucleótidos y procariotas.
El oceánico esqueleto de una ballena expuesta en un museo.
Dos puntos que se besan.
Dos bocas que se unen en un mismo punto.
Apéndices vermiformes, hinchazón.
Eyaculan las endrinas positivas del lucernario
la cola verde de una loba boreal.
Y de pronto surge el terror en los eclipses.
Los tentáculos se adhieren a los tréboles de la baraja
como una sierra especiada de babas o la autopsia del molusco.
Oh, dios, cómo nos duelen los ojos.
Nos duelen las gargantas.
Nos sangran las encías, tan encarnadas.
Matamos a los monstruos y los monstruos éramos nosotros.
Ven aquí conmigo y contempla el infanticidio de los dioses
ahora que la vida se te escapa, el cielo lauto de un azul polímero
y enviscado en su afonía de gallos y esa avaricia de turba
con que azota la tormenta la sed negligente del mar,
como una playa estarcida de conchas y lapas y bisutería
marina o la nórdica melancolía de una canción de Sigur Rós.
I loved you like the darkness loves the brightness of a dying star
http://laluzdetufaro.blogspot.com.es
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re: Rosa de la victoria
idiomático y de un excelso entresijo de bellas imágenes que tanto agradan al
paladar y a las iris del poeta.
Disfruté con asombro y regocijo del recorrido por tu rosa de victoria.
Un abrazo
más dura es la caída.
-
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ahora que la vida se te escapa, el cielo lauto de un azul polímero
y enviscado en su afonía de gallos y esa avaricia de turba
con que azota la tormenta la sed negligente del mar,
como una playa estarcida de conchas y lapas y bisutería
marina o la nórdica melancolía de una canción de Sigur Rós.
todo el conjunto es una experiencia, realmente bien armada
Mil besos y mil gracias
Cyrra
- Marisa Peral
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Re: Rosa de la victoria
Impactante el poema y el video de Sigur Rós.
Escoger un sólo verso es difícil, Óscar, todo es necesario.
Abrazos.
Marisa Peral Sánchez
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Re: Rosa de la victoria
Óscar Bartolomé Poy escribió:Me arrojo al fuego benefactor
con el frío acalorado de las jarchas
en duermevela
y una tachadura de moscas
en los párpados azucarados
como hexágonos de miel.
Eres rosa de la victoria,
rosa libertina y victoriosa
en el color espermicida que transgrede
la envoltura plastificada
de este paisaje sibilante y torcal
que rompe la ataraxia del agua
con todos sus gérmenes.
Era oscura la noche,
de una oscuridad impronunciable,
oscura y negra como el miedo de los niños
a las mudables asechanzas de lo onírico
o al nepente que se teme porque se ignora.
Llegó del espacio exterior,
de los ríos de metano líquido de Titán.
Llegó espolvoreado en un halo verde cetrino,
chamuscando la atmósfera con su gas ionizado de meteoroide,
y al aterrizar dejó un cráter de lombrices en la superficie rocosa.
Era un amasijo de nudos y cuerdas y úlceras sangrantes
y le brillaba un disco de soles muertos en las entrañas.
Tenía protuberancias en los ojos verrugosos, de un amarillo
micótico, dos negras depresiones a cada lado del cuello
como ventosas palpitantes, aletas dentadas o branquias
que nebulizan vapores tóxicos, pelillos albinos
como los que dejan los hongos al ser quemados y un cuerpo
hético y lampiño imbricado en escamas reflectantes, de pez plata.
Devoró la carne cruda de los hijos de los hombres,
se alimentó de sus córneas y de sus hígados necróticos
y adoptó su forma humana, y cuando estuvo saciado
de tanta escoria le brotaron esporas de la boca,
una espuma blanca como vómito de perro y nubes
fúngicas y sulfurosas; sedimentos de un amarillo tántrico
y fosforescente, una sustancia pingüe y viscosa,
como linimento, que hedía a cloaca y a muerte.
Orgánulos, larvas y tejido epitelial; gusanos
que lengüetean y cavan túneles en la carne putrefacta,
muelle y cianótica, en descomposición.
Un chancro de inmundicias.
Luego, un plano largo, interminable.
Descifrando su genoma, su doble hélice.
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El oceánico esqueleto de una ballena expuesta en un museo.
Dos puntos que se besan.
Dos bocas que se unen en un mismo punto.
Apéndices vermiformes, hinchazón.
Eyaculan las endrinas positivas del lucernario
la cola verde de una loba boreal.
Y de pronto surge el terror en los eclipses.
Los tentáculos se adhieren a los tréboles de la baraja
como una sierra especiada de babas o la autopsia del molusco.
Oh, dios, cómo nos duelen los ojos.
Nos duelen las gargantas.
Nos sangran las encías, tan encarnadas.
Matamos a los monstruos y los monstruos éramos nosotros.
Ven aquí conmigo y contempla el infanticidio de los dioses
ahora que la vida se te escapa, el cielo lauto de un azul polímero
y enviscado en su afonía de gallos y esa avaricia de turba
con que azota la tormenta la sed negligente del mar,
como una playa estarcida de conchas y lapas y bisutería
marina o la nórdica melancolía de una canción de Sigur Rós.
Hermosísima la galaxia versal, magna la suficiencia de las imágenes. Duelen, Óscar; rompen en llanto y develan un sínfín de mundos escaladores y vertiginosos. Se unen las lenguas, las vísceras, la pluscuanperfección del monstruo vencido-vencedor. Hay mito y nervio valiente en esta humanidad de poema.
De pie para los aplausos; abrazo de los grandes.
porque yo que nunca pisé otro camino que el de tu luz
no tengo más sendero que el que traza tu ojo dorado
sobre el confín oscuro de este mar sin orillas."
El faro, Ramón Carballal
- Óscar Bartolomé Poy
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Re: re: Rosa de la victoria
Guillermo Cuesta escribió:Metafórico, excelso y universal poema con una dosis exuberante de agasajo
idiomático y de un excelso entresijo de bellas imágenes que tanto agradan al
paladar y a las iris del poeta.
Disfruté con asombro y regocijo del recorrido por tu rosa de victoria.
Un abrazo
Me alegra saber que has disfrutado del recorrido metafórico del poema.
Gracias por hacerme llegar tu opinión. Un abrazo, Guillermo.
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- Óscar Bartolomé Poy
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curra anguiano escribió:Ven aquí conmigo y contempla el infanticidio de los dioses
ahora que la vida se te escapa, el cielo lauto de un azul polímero
y enviscado en su afonía de gallos y esa avaricia de turba
con que azota la tormenta la sed negligente del mar,
como una playa estarcida de conchas y lapas y bisutería
marina o la nórdica melancolía de una canción de Sigur Rós.
todo el conjunto es una experiencia, realmente bien armada
Mil besos y mil gracias
Cyrra
Así es. Un poema siempre es una experiencia (estética, sensitiva, visual, etc.)
Gracias por comentar. Un abrazo, Curra.
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- Manuel Alonso
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Además de la atmósfera inspiradora que de una manera global te atrapa mientras lees el poema (música incluida), existen versos que brillan con luz propia, en mi modesta opinión.
Era oscura la noche,
de una oscuridad impronunciable,
oscura y negra como el miedo de los niños
Un placer leerte, amigo, y enhorabuena.
Fuerte abrazo.
- Rosa Marzal
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ahora que la vida se te escapa, el cielo lauto de un azul polímero
y enviscado en su afonía de gallos y esa avaricia de turba
con que azota la tormenta la sed negligente del mar,
como una playa estarcida de conchas y lapas y bisutería
marina o la nórdica melancolía de una canción de Sigur Rós.
Monstruos que gestamos en abismos interiores, que fluyen del hombre y devoran al hombre, impotente frente a su fiereza.
Un poema fascinante cuyas imágenes van atrapando irremediablemente al lector.
Mi felicitación sincera, Óscar.
Un abrazo.
- Marius Gabureanu
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una espuma blanca como vómito de perro y nubes.
El cierre, es realmente un cierre del poema, y no una forma de acomodar lo que ya no tiene palabras. Me ha emocionado, me ha dolido. Hay verdades que sólo así tienen cabida en el ojo humano, por el medio de la poesía. Abrazos sinceros y felicitaciones, estimado amigo.
- Marius Gabureanu
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Re: Rosa de la victoria
Óscar Bartolomé Poy escribió:Me arrojo al fuego benefactor
con el frío acalorado de las jarchas
en duermevela
y una tachadura de moscas
en los párpados azucarados
como hexágonos de miel.
Eres rosa de la victoria,
rosa libertina y victoriosa
en el color espermicida que transgrede
la envoltura plastificada
de este paisaje sibilante y torcal
que rompe la ataraxia del agua
con todos sus gérmenes.
Era oscura la noche,
de una oscuridad impronunciable,
oscura y negra como el miedo de los niños
a las mudables asechanzas de lo onírico
o al nepente que se teme porque se ignora.
Llegó del espacio exterior,
de los ríos de metano líquido de Titán.
Llegó espolvoreado en un halo verde cetrino,
chamuscando la atmósfera con su gas ionizado de meteoroide,
y al aterrizar dejó un cráter de lombrices en la superficie rocosa.
Era un amasijo de nudos y cuerdas y úlceras sangrantes
y le brillaba un disco de soles muertos en las entrañas.
Tenía protuberancias en los ojos verrugosos, de un amarillo
micótico, dos negras depresiones a cada lado del cuello
como ventosas palpitantes, aletas dentadas o branquias
que nebulizan vapores tóxicos, pelillos albinos
como los que dejan los hongos al ser quemados y un cuerpo
hético y lampiño imbricado en escamas reflectantes, de pez plata.
Devoró la carne cruda de los hijos de los hombres,
se alimentó de sus córneas y de sus hígados necróticos
y adoptó su forma humana, y cuando estuvo saciado
de tanta escoria le brotaron esporas de la boca,
una espuma blanca como vómito de perro y nubes
fúngicas y sulfurosas; sedimentos de un amarillo tántrico
y fosforescente, una sustancia pingüe y viscosa,
como linimento, que hedía a cloaca y a muerte.
Orgánulos, larvas y tejido epitelial; gusanos
que lengüetean y cavan túneles en la carne putrefacta,
muelle y cianótica, en descomposición.
Un chancro de inmundicias.
Luego, un plano largo, interminable.
Descifrando su genoma, su doble hélice.
Citoplasma, nucleótidos y procariotas.
El oceánico esqueleto de una ballena expuesta en un museo.
Dos puntos que se besan.
Dos bocas que se unen en un mismo punto.
Apéndices vermiformes, hinchazón.
Eyaculan las endrinas positivas del lucernario
la cola verde de una loba boreal.
Y de pronto surge el terror en los eclipses.
Los tentáculos se adhieren a los tréboles de la baraja
como una sierra especiada de babas o la autopsia del molusco.
Oh, dios, cómo nos duelen los ojos.
Nos duelen las gargantas.
Nos sangran las encías, tan encarnadas.
Matamos a los monstruos y los monstruos éramos nosotros.
Ven aquí conmigo y contempla el infanticidio de los dioses
ahora que la vida se te escapa, el cielo lauto de un azul polímero
y enviscado en su afonía de gallos y esa avaricia de turba
con que azota la tormenta la sed negligente del mar,
como una playa estarcida de conchas y lapas y bisutería
marina o la nórdica melancolía de una canción de Sigur Rós.
Abundancia de talentos en todas las imágenes que creas en esta manjar poético, Oscar. Un placer leerte. ERA