J. J. M. Ferreiro escribió:Cuando agonizaba la tarde
Corbain encendió la palabra,
escribió: “Cada rayo que muere es un cuchillo
y mi casa está acuchillada,
está vertiendo su oro sagrado en declive hacia al mar.
Corbain sentía especial aquella tarde,
no sabía por qué, pero la sentía como un augurio de tragedias:
la luz amarga que resbalaba en los fantasmales cristales del estío,
el ocaso siempre antiguo, lejano;
el viejo tigre dormido a los pies de la noche…
Sentía como si el ocaso fuese
la última imagen detenida en los ojos de los muertos.
La tarde, el ocaso…
La imagen
muerta pero existente.
La imagen
lacia donde nos vemos a nosotros mismos.
La imagen
que la memoria teme
como el agua a un vacío inmarcesible.
Antes que nada, para los lectores que desconozcan la existencia de Corbain, diríamos que se trata de otro yo poético; pero, no otro yo heterónimo, otro yo autor, sino un personaje que vive dentro del poema, que tiene su propia personalidad, que es poeta y participa activamente del acto creativo. El autor del poema, Ferreiro, a estas alturas, ya no puede escribir lo que pueda contrariar a Corbain. Está obligado a respetar su pensamiento, su forma de pensar, su personalidad poética, su forma de ver el mundo. Probablemente se pueda encontrar un paralelismo con la figura de Homero cuando habla por boca de Ulises; pero, yo pienso que tal cosa no existe, porque Ulises era un personaje ajeno a Homero, y Corbain es Ferreiro. Corbain no es independiente, no tiene familia, mujer, hijos, nada. Es un ser absolutamente espiritual, que no se puede comparar siquiera con los amigos imaginarios que ciertos niños crean. Corbain es una entelequia que ha llegado de los abismos de la percepción poética, y ha logrado construirse a sí mismo, construir su existencia poema tras poema.
Hablaremos ahora del contenido del poema:
Está escrito como un relato, donde va describiendo hechos, pensamientos, emociones, y lo que es más importante: elucubraciones poéticas de Corbain.
Aquí es donde Corbaín va cayendo en un espejismo existencial que a todos nos aparece alguna vez: ante tanta sed de vida, ante tanta poesía, ante el paroxismo de la dicha de vivir (o de crear), siempre hace su aparición la muerte, en forma velada, cargada de negros presagios, buscando aplastarnos en la realidad, en su verdad irrevoble. Aquí es donde el poema empieza a crecer en altura poética, y su mensaje emociona, sobrecoge.
La imagen
que la memoria teme
como el agua a un vacío inmarcesible.
Este cierre es de antología. ¿A quién no estremecería esta verdad expresada con la magia paradojal de lo poético?
Hablaremos ahora de la forma del poema.
Vamos a escanciar los versos:
Cuando agonizaba la tarde (9)
Corbain encendió la palabra, (9)
escribió: “Cada rayo que muere es un cuchillo (7 +7)
y mi casa está acuchillada, (9)
está vertiendo su oro sagrado en declive hacia al mar. (7+9) (*a)
Corbain sentía especial aquella tarde, (12) (*b) (única disonancia)
no sabía por qué, pero la sentía como un augurio de tragedias: (7+15) (*c)
la luz amarga que resbalaba en los fantasmales cristales del estío, (*d)
el ocaso siempre antiguo, lejano; (11)
el viejo tigre dormido a los pies de la noche… (5+9) (*e)
Sentía como si el ocaso fuese (11)
la última imagen detenida en los ojos de los muertos. (5+11) (*f)
La tarde, el ocaso… (3+4) (licencia o no, la coma evita la sinalefa)
La imagen (3)
muerta pero existente. (7)
La imagen (3)
lacia donde nos vemos a nosotros mismos. (13)
La imagen (3)
que la memoria teme (7)
como el agua a un vacío inmarcesible. (11)
Como vemos, la estructura rítmica se basa en el metro imparisílabo. Todos los versos forman parte de esa familia. Algunos son simples (los que son menores a 11 sílabas); y otros, compuestos o yuxtapuestos (los imparisílabos simples enlazados). Como se ve, en esta estructura nada aparece por azar, todo está fríamente examinado, todo es una consecuencia de la voluntad del autor. Sin embargo, al entonarlo, al leerlo, todo parece espontáneo. Esta es la filosofía que muchos defendemos: que así como se concibe el contenido, con el cuidado de acompañar el crepitar del fuego poético; así también, una vez completado este proceso, todo poeta que se aprecie, debe acompañar, con mayor cuidado todavía, el acabado de la forma. Recién al término de estos dos procesos, tendremos como resultado el poema completo.
Obs: los versos señalados con (*) son los yuxtapuestos. En estos versos largos, generalmente, el autor deja a gusto del lector la forma de entonación. En estos versos es el lector quien elige las pausas internas (con la condición de que desglosen cláusulas imparisílabas).
Este poema es magistral, apreciado amigo Ferreiro. Te felicito.
Óscar