Moderadores: J. J. Martínez Ferreiro, Rafel Calle
Óscar Distéfano escribió:Un gran poema. Me ha gustado leerlo de principio a fin. Se hace imposible soltar los versos, te atrapan. Veo una reflexión amorosa cargada de verdades cotidianas y psicológicas, y veo un humor hondo que se mezcla con la no menos honda atracción que ejerce el ser amado. Hay fantasía, originalidad, encantamiento y emoción, todo lo que gusta y puede asombrar a un lector. Te felicito, Roberto.
Un gran abrazo.
Óscar
Jajajaja... uno se vuelve comestible cuando desea ser comido. Un abrazo.J. J. M. Ferreiro escribió:Amigo Roberto ¡Qué envidia me corroe al leer este poema! Envidio es capacidad de fabulación, de crear un mundo propio que se diseña únicamente para el poema; en este caso todo él es comestible, sensualmente afrutado o averdulerado frescamente para una ensalada sabrosa de verano.
Qué envidia! Qué rico!
Un fuerte abrazo.
ROBERTO LÓPEZ escribió:
Ella no sabe que su fragilidad es mi baluarte,
mi roca y salvación, como en los Salmos.
Y quiero negociar desde la fortaleza
-qué inicua mi inocencia-.
No sabe que su insignificancia
llama a mis sienes insistentemente,
que estoy tentado de rendirme,
de ponerme a sus pies y ser su alfombra,
de evaporarme para mojar su estío,
de congelar mi corazón para refrigerarla en sus bochornos.
Ella ignora que me condenso en hortaliza,
que selecciono mis moléculas y me hago comestible,
fruta, tubérculo, café sin cafeína.
Y que el alcohol que me libera de su ausencia
es el somnífero que alivia sus insomnios,
el placebo que endulza su mundo de muñecas.
Ella no sabe que me importa.
Y yo no sé que está pensando en mí en este instante,
pero no me lo dice.
