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Alfombra mágica, virgen
nacarada, lienzo eterno,
imprenta pasajera, tablero
complaciente, inmortal ninfa
de mis henchidos sueños,
fortaleza efímera, sábana dulce,
coso dorado de la dicha cálida.
Se desgrana tu vientre, y mis pies
se cuelan, en tu piel
maleable, y floto
sin cesar,
floto,
y mis piernas, tostadas,
se curvan, un caracol
sin concha en tu memoria
amniótica. Y venirte es
atravesarte, llegar
a la orilla, y echarme
en tu regazo,
y sentir que me acunan
tus salados brazos,
rozándome tus labios.
Y justo ahí, es donde
he plantado, secretamente,
el corazón, conmovido
con tu latido -el del mundo-
palpitando, ya juntos, por siempre
a la mañana.
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