
Convulsiona su fantasmal quejido, atiza el nácar en su fiebre de llamas. Parece mirar el ojo del tatuaje, pero sólo malgasta su iris en la indefección, en la cetrina levedad del humo, en la cáscara de los frutos más secos, en la cruda helada que despista su vuelo.
Existen los lunes, confirma el narrador de noticias; sin embargo, los trenes y los pájaros ya no tiene predestinación, son impulsos sin rumbo, ajenos, robados.
La ciudad ametralla sus colonos de pureza, inflama el dolor, desvía razones.
Es importante que el Támesis desfigure los ritos en su corriente, que no vacile en amordazar la tristeza, que pueda guarecer la sombra de tu exilio bajo el arca de los desmedidos.
Londres es rastro nevado, vitrina sedienta; un abalorio de sendas sublimadas.
El hogar de otro, la semilla equivocada, los remos de nadie.
A mi querido amigo Marius, con los mejores deseos para el recién nacido 2015.