y duerme ignorante de mi pensamiento ácido.
A veces quiero decirle cuatro cosas
verdades imperiosas, apretarle la garganta
y mandarle flores menos frías y taimadas.
El hielo rompe a veces las risas hipócritas
y luego sirve su mesa con cadáveres lúcidos.
Pero de vez en cuando, sólo a veces
un brote solitario habla sin dirigirme la palabra
y el dolor sonríe para derramar poemas cenicientos...
y gritos.