La estación de tren de La Pola

Cuentos, historias, relatos, novelas, reportajes y artículos de opinión que no tengan que ver con la poesía, todo dentro de una amplia libertad de expresión y, sobre todo, siempre observando un escrupuloso respeto hacia los intervinientes.

Moderador: Hallie Hernández Alfaro

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Julio Gonzalez Alonso
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La estación de tren de La Pola

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La Estación de La Pola.



Tengo la edad justa para guardar en la memoria el paso de muchos y distintos trenes por La Pola. Este último que nos viene velocísimo, abriendo el vientre de Gordón, rebuscando pasos por entre nuestras entrañas de roca y agua, es el último que veo llegar. Llegar y desaparecer bajo nuestros pies después de volar el valle del Bernesga desde La Robla hasta la entrada en La Pola, dándose de morros con la Gretosa y haciendo desaparecer, con la suave orografía del lugar, las cigüeñas y los chopos que anidaban en sus aledaños y en la Vega. Digo que es el último, el que todavía no ha llegado, pero que viene de la mano de tanto desasosiego paisajístico y anunciado por las obras que preparan su paso.

Pero hubo otros trenes que sí paraban en La Pola y escalaban camino de Busdongo vadeando el Bernesga. El primero que vi pasar venía envuelto en humo y nubes de vapor. Además era invierno y la locomotora gemía haciendo arder los carbones de su caldera; era algo así como un gigante ennegrecido de hollín o un atleta bien entrenado, pero viejo y cansado. Luego, tuve ocasión de subir a aquel tren de madera que crujía en cada arrancada o cuando los palafreneros hacían girar las enormes manivelas para detener el tren. El sonido del tren es el de aquel tren. Se bajaban las ventanillas a mano y se llevaba la tartera con la tortilla de patata, el chorizo, el queso y el pan para llegar a León. Y se compartía, que en los bancos corridos de los vagones, la compañía era agradecida en conversación y viandas. Siempre había algún paisano raro, que fumaba silencioso, el equipaje entre las piernas, y no aceptaba el ¿gusta usted? de la señora que daba de comer al guaje o la guajina el cacho de pan de hogaza con queso.

Eran trenes que, además, se paraban a esperar. En la estación de La Pola, poco antes de alcanzarla, muchos se detenían al lado de la pilastra para recargar de agua su panza, y luego seguían hasta la altura del andén; la locomotora estiraba sus músculos, hacía sus respiraciones, bufaba y se calmaba mientras de los vagones de la parte trasera se descargaba alguna mercancía o se cargaban los sacos de harina que molía la antigua fábrica. Los viajeros podían bajar y aprovechaban para ir al retrete, sobre todo los más pequeños, y para echar un vinín en la cantina de la estación, una pequeña tasca de ambiente familiar, que era verdadero guardián de la estación y el mejor punto de información para los viajeros. Siempre abierta, siempre vigilante.

También hubo veces que no pararon a tiempo cuando en el paso a nivel se había metido alguna vaca que el amo que la guardaba no había podido detener. Porque, aunque apacibles y parsimoniosas, mientras unas se quedaban atrás ramoneando hojas de las zarzas y acabando las hierbas de la orilla del camino, las otras seguían su paso a golpe de cencerro hasta la encrucijada de las vías del tren. O, simplemente, se escapaban. Mantenerlas reunidas para pasar a la vez era tarea ardua. La señora Mena, Argüello o Leonardo, guardas del paso a nivel que cruzaba el camino de los Barrios, acostumbraban a dar aviso voceando la proximidad del tren o retenían a los animales a un lado del paso hasta que conseguía darlos alcance el desesperado y cabreado cuidador, ijada en mano. Lo mismo ocurría con las ovejas del rebaño e incluso llegó a suceder con la necesidad de hacer parar el tren porque alguno de los pocos coches que circulaban en La Pola y por las carreteras y caminos del concejo, se quedaba atravesado entre los raíles incapaz de poner de nuevo en marcha el agotado motor, abrumado de años y baches.

Más tarde, llegaron otros trenes. El furor de la electricidad tendió catenarias y postes y ya las maquinas, menos ruidosas, empujaban vagones más modernos, de asientos forrados de eskai y con calefacción. Paraban menos tiempo, pero todavía había lugar para estirar las piernas hasta la cantina mientras -en aquella época- cargaban los quesos de la fábrica Rofer. La fábrica de harinas habia dejado de funcionar y ya no llegaban los grandes carromatos cargados de sacos tirados por percherones.

Íbamos a ver pasar los trenes. O a echar cartas al tren correo o esperar a que el cartero nos diese la buena noticia a pie de andén de que teníamos carta. Porque eran los tiempos en que los trenes llevaban y traían cartas y eran tiempos de escribir cartas. Los trenes marcaban, además, las horas y el horario de la vida en el pueblo. Sabías lo que se podía esperar de aquellos que subían desde León o de los que bajaban del puerto. Los trenes de la noche eran más misteriosos y pasaban somnolientos por entre las horas intempestivas de las madrugadas.

Por eso, la estación del tren tenía vida propia; la sala de espera, fría y poco iluminada con sus ventanillas expendedoras de billetes de cartón que luego usábamos para jugar a la garza, unía el pueblo a aquel camino de hierro. Pasar de un lado a otro era como atravesar una frontera, la que da paso de la vida cotidiana a la promesa de viajes a otros tipos de vida. Atravesábamos esa frontera, poníamos los pies en los metros de andén de la estación con reloj de agujas al que mi primo de León ponía en hora y daba cuerda cada semana, el mismo que nos marcaba la hora de otro mundo del que, a veces, llegaban buenas noticias y buenas personas a visitarnos por el verano, con el colorido y la alegría de lugares próximos y hermanos en las tierras asturianas. A veces, también, era el tren el que nos dejaba en la estación una despedida. Pero las estaciones y los trenes son así. O, mejor, fueron así para nosotros. El que viene, ya no.

González Alonso
Última edición por Julio Gonzalez Alonso el Vie, 12 Ago 2022 18:09, editado 8 veces en total.
Blanca Sandino
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Re: La estación de tren de La Pola.

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Cuánto me ha gustado, Julio. Ah, La Pola, ahí en la cordillera Cántabro-Astúrica. uff, la carbonilla, los trenes de madera. Yo conocí uno casi igual : ). Desde Oviedo, te llevaba a Unquera. Luego, quedaba una hora, había que ir despacito, la ruta de la garganta del Cares no es una carretera fácil ni siquiera ahora. Pero eso sí, es preciosa. Gracias, caray, tantos recuerdos : )


Blanca
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Julio Gonzalez Alonso
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Re: La estación de tren de La Pola.

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Blanca Sandino escribió:Cuánto me ha gustado, Julio. Ah, La Pola, ahí en la cordillera Cántabro-Astúrica. uff, la carbonilla, los trenes de madera. Yo conocí uno casi igual : ). Desde Oviedo, te llevaba a Unquera. Luego, quedaba una hora, había que ir despacito, la ruta de la garganta del Cares no es una carretera fácil ni siquiera ahora. Pero eso sí, es preciosa. Gracias, caray, tantos recuerdos : )


Blanca


Blanca, maitea:

¡Qué placer compartir viaje en tren contigo en uno de aquellos nuestros trenes de madera! Cuento con que estas estampas costumbristas interesen a pocos, pero con que una persona como tú lo lea y le traiga algún recuerdo -si es bueno, mejor- me doy por satisfecho. Muchas gracias.

Solamente una precisión que, como leonés (cazurro de toda la vida), haré; tú te has movido por la cordillera cantabro-astúrica hasta para llegar a la ruta del Cares. La descripción de estas vivencias están en la cordillera cantabro-leonesa y el Cares, que nace en León, lo alcancé siempre por Cordiñanes hasta Caín. En todo caso, como es de ver, son ambos paisajes de ensueño los que compartimos asturianos y leoneses, además de aquellas torillas de patata en los trenes referidos que cruzaban la cordillera.

Otra vez gracias.
Salud.
Hallie Hernández Alfaro
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Tesoro de Prosa Alaire.

Sube con orgullo a primera página.
.
"He guardado la Luna en los cajones
por si vuelves de noche que te alumbre;
no te tardes, papá, que sin la lumbre
de tu amor no se encienden los fogones.'"

Esta cárcel sin ti, Ramón Olivares
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Julio Gonzalez Alonso
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Hallie Hernández Alfaro escribió:Tesoro de Prosa Alaire.

Sube con orgullo a primera página.

Gracias, Hallie, me has hecho volver a a recordar y ser consciente del implacable paso del tiempo y los cambios que se producen en nuestras vidas. Con un abrazo. Salud.
Virginia Nas
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re: La estación de tren de La Pola

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Bueno Julio ¡Esto ye mucho! no me digas que yes de Pola de Gordón...
Sabes de lo que me acuerdo yo ¡Mucho me gustaba ir a jugar a la estación! Subir les escalerines hasta la puerta doble ¿era azul... o verde sidra? ¿o tal vez gris? ahora no estoy segura cogísteme por sorpresa, tengo que pensalo bien. El jefe de estación tenía hijas y yo corría p´allí a jugar en el andén. El padre poníase malu porque éramos muy pequeñes y podía pasanos algo, pero yo siempre llevaba cuidadora, tiraba de ella pa la estación y llevávala a la fuerza a ver pasar los trenes. Cuando fuimos creciendo y ya no nos miraba nadie bajábamos a les vies, llevando más de un rapapolvos. cogíamos mores de los matos y unes campanines chiquitines que tenían un rocío dulce y a saber que fabularíamos sobre los trenes... el casu ye que teníen imán. También jugábamos en la era, de aquella todavía trillaben y subíamos a la trilla. Los veranos de mi primerísima infancia están ligados a ese lugar y a la acera de "La Fonda". A les fiestes y a aquel truzu de carretera en el que se hacien juegos a caballo, cogiendo aros con una lanza, o arrancandoi el pescuezu a un gallu, probín, siempre ganaba el fiu de la posadera.
Recuerdo cómo cruzábamos les vies pa caminar hacia Los Barrios y subir a aquella montaña ¿Cómo se llamaba...?¡ Fontañán! llamábase El Fontañan, pa coger manzanilla y coses de neñes...
No me digas que yes de Pola de Gordón, porque ye como si me dijeras que yes el mi vecín del 5º... ye que a lo mejor hasta nos conocemos... ¡El mundo ye un pañuelu!
Última edición por Virginia Nas el Lun, 01 Dic 2014 13:19, editado 1 vez en total.
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Julio Gonzalez Alonso
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Re: re: La estación de tren de La Pola

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Virginia Nas escribió:Bueno Julio ¡Esto ye mucho! no me digas que yes de Pola de Gordón...
Sabes de lo que me acuerdo yo ¡Mucho me gustaba ir a jugar a la estación! Subir les escalerines hasta la puerta doble ¿era azul... o verde sidra? ¿o tal vez gris? ahora no estoy segura cogísteme por sorpresa, tengo que pensalo bien. El jefe de estación tenía hijas y yo corría p´allí a jugar en el andén. El padre poníase malu porque éramos muy pequeñes y podía pasanos algo, pero yo siempre llevaba cuidadora, tiraba de ella pa la estación y llevávala a la fuerza a ver pasar los trenes. Cuando fuimos creciendo y ya no nos miraba nadie bajábamos a les vies, llevando más de un rapapolvos. cogíamos mores de los matos y unes campanines chiquitines que tenían un rocío dulce y a saber que fabularíamos sobre los trenes... el casu ye que teníen imán. También jugábamos en la era, de aquella todavía trillaben y subíamos a la trilla. Los veranos de mi primerísima infancia están ligados a ese lugar y a la acera de "La Fonda". A les fiestes y a aquel truzu de carretera en el que se hacien juegos a caballo, cogiendo aros con una lanza, o arrancandoi el pescuezu a un gallu, probín, siempre ganaba el fiu de la posadera.
Recuerdo cómo cruzábamos les vies pa caminar hacia Los Barrios y subir a aquella montaña ¿Cómo se llamaba...? pa coger manzanilla y coses de neñes...
No me digas que yes de Pola de Gordón, porque ye como si me dijeras que yes el mi vecín del 5º... ye que a lo mejor hasta nos conocemos... ¡El mundo ye un pañuelu!



¡Estu ye buenu! Claro que soy de La Pola, aunque nacido en León ciudad. Llegué a La Pola con tres añines, una hermanina de dos y el más pequeñin de un año. Allí nacieron otros dos hermanos, el primero muerto a los pocos meses y luego la hermana más pequeña que acabó sorda a consecuencia de un nefasto tratamiento de otitis. Allí me crié, Virginia, y por los datos que das es muy posible que, incluso, nos hayamos conocido, calor que sí. Ya hablaremos,, ¿te parece?
Salud.

Posdata: Algunas historias más sobre las eras y otras cosinas de la Pola tengo puestas por aquí y las estoy pasando a mi cuaderno Lucernarios. Te daré una pistina más: yo vivía encima del Bar Español, en la casa de Miro, el de la tienda y librería, que hacía de todo. ¿Eras tú de las que venías a Pola por el verano desde Asturias? Paréceme a mi que sí por lo de escribir en bable o casi. Yo del llionés apenas sé unas cuantas palabrinas que aprendí de mis padres.
Virginia Nas
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re: La estación de tren de La Pola

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¡Me cahis la mar salada! En el centro el pueblu frente a la barbería del Sr Atilano... Ya lo creo que era una de eses neñes, allí íbamos a gastar la paga y allí estábeis los neños pa provocanos. Casa Miro era el bar del pueblu, uno que tenía un patio al fondo ¿no? La verdad ye que no había muches opciones de aquella. Después construyeron en la era una discoteca ¿La Pista? suename que esi era el nombre.
El río que bajaba negru como el carbón que lavaba...
La poza de Beberino donde íbamos a bañanos. Barrios de Luna. ¡Jjjjjoooo!
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Julio Gonzalez Alonso
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Re: re: La estación de tren de La Pola

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Virginia Nas escribió:¡Me cahis la mar salada! En el centro el pueblu frente a la barbería del Sr Atilano... Ya lo creo que era una de eses neñes, allí íbamos a gastar la paga y allí estábeis los neños pa provocanos. Casa Miro era el bar del pueblu, uno que tenía un patio al fondo ¿no? La verdad ye que no había muches opciones de aquella. Después construyeron en la era una discoteca ¿La Pista? suename que esi era el nombre.
El río que bajaba negru como el carbón que lavaba...
La poza de Beberino donde íbamos a bañanos. Barrios de Luna. ¡Jjjjjoooo!



Bueno, Virginia, pues está claro. El bar con patio al fondo era el de Sixto y en las eras, suénate bien, fiya, pusieron la Royal Sigor,s -como suena- iniciativa de la familia Sierra Gordón, de Visita (la del antiguo salón de baile) y su hijo Vicente, compañero mío de escuela. Y el río... se lavó la cara y acabó bajando limpio de carbón. Tanto en este foro como en el cuaderno Lucernarios aparecen varios pequeños testimonios de la vida de La Pola: http://editorialalaire.es/viewtopic.php?p=1271#1271 (El río Bernesga) Algunos imagino que te gustará leerlos porque te recordarán los días que pasaste en el pueblín. Ya me contarás. A mí me hace ilusión poder comentarlos y compartirlos con una protagonista de aquellos tiempos que nunca fueron más felices.
Efectivamente, en aquella época no estaba hecha todavía la piscina municipal e íbamos a bañarnos al río de Beberino (río Casares) atravesando las vías y el río Bernesga por el puente de hierro del tren para hacer el camino más corto. Toda una epopeya. Barrios de Luna está más lejos, en el otro valle pasado el puerto de Aralla por Geras. El pueblo desapareció bajo las aguas del embalse.
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Arturo Rodríguez Milliet
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Mensaje sin leer por Arturo Rodríguez Milliet »

Entrañable relato y no menos el dialogo entre paisanos en esta plaza virtual...
tan remota a los trenes de madera.

Un afectuoso abrazo.
Te presento a mi padre, el que está a su lado es mi hijo.
Si los sumas y divides entre dos, obtendrás su promedio...
ese soy yo. Mucho gusto!
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Concha Vidal
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re: La estación de tren de La Pola

Mensaje sin leer por Concha Vidal »

¿Cómo no recrearse de nuevo en esta prosa,? Es un verdadero placer la recuèración.
Abrazos Julio, aquí cálidos y mediterráneos.
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Julio Gonzalez Alonso
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Arturo Rodríguez Milliet escribió: Entrañable relato y no menos el dialogo entre paisanos en esta plaza virtual...
tan remota a los trenes de madera.

Un afectuoso abrazo.

Gracias, Arturo. ¡Aquellos trenes de vapor y vagones de madera! Un abrazo.
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Julio Gonzalez Alonso
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Re: re: La estación de tren de La Pola

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Concha Vidal escribió:¿Cómo no recrearse de nuevo en esta prosa,? Es un verdadero placer la recuperación.
Abrazos Julio, aquí cálidos y mediterráneos.

Gracias por tus cálidos abrazos mediterráneos, amiga Concha, que hacen más acogedor el invierno. Con otro abrazo. Salud.
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