¡ Qué dislate pretender en mi cabeza el sombrero del vecino !
cada quien, tiene su horma y la mía
-- caracola entre las algas --
se acomoda sin remedio al murmullo de las olas.
¿A qué pretender bufandas que adornen tan largo escote?
me fundo en el amarillo con que se cubren sus patas.
(Pues del 2005, retomo ésto que encuentro, y sigo quedándome en lo bajito, en el trocito más pequeñajo de la jirafa, allí estoy como en casa. Ah, mañana Domingo de Ramos en Alicante, al menos)