
Donde habite el olvido...
L. Cernuda
Allá donde los días sean largos
bastante para no cruzarse un alma,
donde migren los vivientes esfumados
después de una tragedia numerosa
y aquellos que bajaron a por lumbre en zapatillas
y nunca más volvieron,
ahítos de familia y de recuerdo.
Donde no haya que sudar explicaciones
ni comer cejas fruncidas, ni dientes-travesura,
cuando aflore la pluma o la cojera,
sencillamente porque a nadie le interese
si el hombre es carne o es palabra, si la forma y la sustancia
se vienen desde el cielo o en patera.
En las vías extranjeras, donde un torrente humano
arrastre las memorias sangradas de colegio,
de trabajo, y sean todos rubios o morenos -pero otros-,
sin alguien que se guiñe entre la gente
codicioso de clavarte su tinglado, creyéndote
amigo-para-todo, que una tarde
te vio furtivamente, clandestino,
merodear el placer.
En los barcos de niebla, donde nada
se vea desde el puente salvo el agua,
y no comparen lenguas ni destrezas,
ni porten pabellón ni sentimiento.
Y arribar a puerto griego una mañana.
Y poder respirar las calles blancas
sabiéndote borrado.
Allá, allá lejos;
donde prime lo anónimo.