El accidente.

Cuentos, historias, relatos, novelas, reportajes y artículos de opinión que no tengan que ver con la poesía, todo dentro de una amplia libertad de expresión y, sobre todo, siempre observando un escrupuloso respeto hacia los intervinientes.

Moderador: Hallie Hernández Alfaro

Avatar de Usuario
Julio Gonzalez Alonso
Mensajes: 14574
Registrado: Vie, 23 Nov 2007 20:56
Ubicación: Leonés en Vizcaya.
Contactar:

El accidente.

Mensaje sin leer por Julio Gonzalez Alonso »

EL ACCIDENTE


El accidente ocurrió al filo del mediodía, cuando el hambre y la luz del invierno caían sobre las carreteras y se mezclaban con noticias y música en los receptores de radio de los coches. Cualquier otra luz hubiera sido inoportuna. Y allí se encontró él, en medio del desconcierto general, con la única responsabilidad de recuperar del asfalto, sostener y custodiar, un bolso de señora pequeño y de color obscuro, de piel ligeramente aterciopelada y correa.

Un poco más adelante del coche medio empotrado en la valla protectora de la mediana de la autopista, atravesado en la calzada, alcanzó a ver un pie desnudo seguido de una pierna bien torneada de mujer, ligeramente flexionada, y las faldas abriéndose suavemente hacia los muslos con una delicadeza de los tejidos dóciles que recuerdan los tactos de las sedas y el color de las tardes de otoño en los bancos y árboles de los jardines de una ciudad sorprendida por los primeros fríos.

No hacía falta que hiciera ninguna cosa más. Las gentes andaban de acá para allá y pasaban a su lado sin rozarlo, le pareció que incluso sin mirarlo, mientras sujetaba el bolso de mujer con un brazo, enratando y desenratando nerviosamente la correa. Posiblemente pensó que se le acercaría alguien a pedirle el bolso, y realmente eso es lo que deseaba y esperaba, porque allí en medio de aquel ir y venir de las personas que se acercaron para auxiliar en el accidente, se sentía incómodo, incapaz de entender el significado global de toda aquella frenética actividad.

Cuando la ambulancia arrancó en aullidos llevándose el cuerpo de la mujer, apenas llegó a distinguir su rostro, pero adivinó en el resplandor de sus cabellos, tocados ocasionalmente por un poco de la luz de aquel día claro, unas facciones suaves sobre una piel delicada.

Tiene los ojos claros – pensó -, y sintió que seguía sujetando contra sí el bolso de color obscuro ligeramente aterciopelado mientras una máquina bramaba removiendo los restos del coche y otras personas transportaban objetos menudos que depositaban en alguna parte.

Él sostenía el bolso sin saber quién debería hacerse cargo; porque el caso es que no era cuestión de dejarlo o depositarlo, sino de entregarlo. Y esto suponía la existencia de un destinatario merecedor del objeto de la entrega, lo que en aquellas circunstancias parecía improbable que pudiera encontrar y, lo que es peor, le llenaba de angustia, pues por alguna razón incomprensible sentía que aquel bolso era lo más importante en medio de aquel accidente y que todo lo demás no pasaba de secundario o resultaba meramente anecdótico. El bolso era lo importante y pasaba su mano suavemente sobre su piel aterciopelada intentando adivinar qué cosas contenía de las que –intuía- se desprendía aquel valor inmenso del que era responsable entre la carretera y el cielo azul claro de aquel mediodía de invierno.

Los restos del coche se perdieron en la lejanía, tras los de la mujer, arrastrados por el camión, y las gentes fueron desapareciendo a medida que avanzaba la tarde.

El silencio llenó el espacio angustioso de los gritos, avisos, sirenas y llamadas de atención, señales y las fotos del suceso. En mitad de aquel silencio crecía la tarde, desperezándose como un gigantesco pulpo que extiende sus extremidades.

Sólo él permanecía allí, al borde de las sombras, con un bolso de señora apretado bajo el brazo, ligeramente obscuro, ligeramente aterciopelado, sabiéndose único responsable de lo único que poseía un valor único, singular.

Cuando el viento más frío que traía la noche comenzó a ulular entre los árboles próximos a la autopista y el asfalto tomó coloraciones metálicas, el hombre abrió el bolso decidido a resolver el misterio que le tenía secuestrada la voluntad de mover un pie o dar un paso más allá del lugar donde hacía ya muchas horas una mujer al volante de su coche había sufrido aquel terrible accidente.

El bolso parecía vacío y su vacío le hacía parecer grande, muy grande, mientras su mano tanteaba el hueco de terciopelo sin alcanzar nada en aquella inmensidad de sombras. Nada no, porque su mano se cerró de pronto sobre un objeto menudo y duro, de superficies lisas y ligeramente curvas.

El ocaso anunciaba con su última luz la raya que separa lo que fue el día de lo que será la noche y el hombre abrió su mano. La última luz alcanzó al pequeño objeto y la pupila del hombre reflejó la imagen de aquel objeto insólito. En la palma de su mano se mecía suavemente un cubilete amarillo del juego del parchís, o quizás –tampoco llegó a comprenderlo del todo bien- fuera de la oca.

Ahora pasa las tardes esperando la llegada de la noche sentado delante del cubilete amarillo. El dado reposa silencioso en el fondo. Nunca se atreverá a volcarlo y sabe, sin embargo, que le toca tirar.
Última edición por Julio Gonzalez Alonso el Jue, 30 Abr 2020 18:32, editado 1 vez en total.
Sara Castelar Lorca
Mensajes: 1820
Registrado: Dom, 18 Nov 2007 20:44
Ubicación: Sevilla

Mensaje sin leer por Sara Castelar Lorca »

Un relato durísimo Julio, lamentablemente en estas fechas vivimos situaciones así a diario, toda una tragedia que día a día va engrosando las listas más negras.

Un placer leerte siempre.

Abrazos

Sara
La poesía no quiere adeptos, quiere amantes.

F.G.L

Adicto a ©Lyric Storm

http://versoatierra.blogspot.com/
Avatar de Usuario
Julio Gonzalez Alonso
Mensajes: 14574
Registrado: Vie, 23 Nov 2007 20:56
Ubicación: Leonés en Vizcaya.
Contactar:

Mensaje sin leer por Julio Gonzalez Alonso »

S.Castelar escribió:Un relato durísimo Julio, lamentablemente en estas fechas vivimos situaciones así a diario, toda una tragedia que día a día va engrosando las listas más negras.

Un placer leerte siempre.

Abrazos

Sara




Gracias, Sara; es un privilegio contar con tu opinión. El relato es duro, como observas, no solamente porque recoge la presencia de la muerte en la carretera, sino porque pretende poner de manifiesto que cada uno llevamos nuestro dado y en la tirada nos puede ir la vida, esta suerte rara de existir que nunca comprenderemos del todo, a la que nos aferramos y que se nos va casi sin sentir. De nuevo, gracias.
Salud.
Blanca Sandino
Mensajes: 3024
Registrado: Jue, 22 Nov 2007 14:30

Re: El accidente.

Mensaje sin leer por Blanca Sandino »

Impresionante, Julio. A mí no me parece duro (después de leer la últina novela -creo-, última para mí, desde luego, de Almudena Grandes, los accidentes, los que ocurren en nuestras carreteras, los normales en definitiva, incluso con muertos, no me producen más que angustia. Me ha impresionado ese cubilete, ese dado, que, me parece, es el auténtico motivo de tu relato: el azar, la suerte, que en mi caso se llamaría Dios, como bien sabes.

Da lo mismo. me ha gustado mucho. Muchísimo.

Blanca


Julio González Alonso escribió:EL ACCIDENTE.


El accidente ocurrió al filo del mediodía, cuando el hambre y la luz del invierno caían
(...)

Ahora pasa las tardes esperando la llegada de la noche sentado delante del cubilete amarillo. El dado reposa silencioso en el fondo. Nunca se atreverá a volcarlo y sabe, sin embargo, que le toca tirar.


Avatar de Usuario
Julio Gonzalez Alonso
Mensajes: 14574
Registrado: Vie, 23 Nov 2007 20:56
Ubicación: Leonés en Vizcaya.
Contactar:

Re: El accidente.

Mensaje sin leer por Julio Gonzalez Alonso »

Blanca Sandino escribió:Impresionante, Julio. A mí no me parece duro (después de leer la últina novela -creo-, última para mí, desde luego, de Almudena Grandes, los accidentes, los que ocurren en nuestras carreteras, los normales en definitiva, incluso con muertos, no me producen más que angustia. Me ha impresionado ese cubilete, ese dado, que, me parece, es el auténtico motivo de tu relato: el azar, la suerte, que en mi caso se llamaría Dios, como bien sabes.

Da lo mismo. me ha gustado mucho. Muchísimo.

Blanca



EL ACCIDENTE.


El accidente ocurrió al filo del mediodía, cuando el hambre y la luz del invierno caían
(...)

Ahora pasa las tardes esperando la llegada de la noche sentado delante del cubilete amarillo. El dado reposa silencioso en el fondo. Nunca se atreverá a volcarlo y sabe, sin embargo, que le toca tirar.






Sí, Blanca, has acertado totalmente; el verdadero motivo del relato es el azar o la suerte con la que todos tenemos que jugar. El cubilete representa la parte que llevamos en el juego. Nos toca tirar.

Muchas gracias y enhorabuena por la perspicacia demostrada, no dejándote perder en lo anecdótico del accidente.

Salud.
Responder

Volver a “Foro de Prosa”