
NOVIEMBRE I
Noviembre huele a muerte improcedente,
a ave de paso inmolada en la maraña del robledal,
es un erudito acuchillado por el bermejo insostenible
de la floresta excesiva, o tal vez un ilustre mensajero
asesinado por los pámpanos hueros de la carrasca,
que me robo tu sombra y me dejó virgen.
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NOVIEMBRE II
Noviembre huele a musgo y a boletus cortados
a hogar, a leña vieja, a oasis en la niebla,
a versos de Machado, de Lorca o de Vallejo,
huele a espíritus metódicos, a amaneceres rústicos,
a dulce de membrillo, a castañas asadas,
a noches entramadas de satén y champán,
a canciones antiguas junto a tu despertar.
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NOVIEMBRE III
Noviembre engañador y transitorio
que ocupas el penúltimo lugar del almanaque
y nos traes ventoleras con las hojas debidas a la tierra.
Injusto repartidor de sol y temporales que ahora
emigras con las torcaces a otro hemisferio
y traerás mestizaje en primavera y las alondras,
venidas a bandadas, harán girar de nuevo
el viejo anuario para salvar a las almas enamoradas
que con el rescoldo de los últimos arrestos,
seducirán los Tenorios en un nuevo Noviembre.
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NOVIEMBRE IV
Noviembre no es llamarme y que te atienda sin excusas;
y es que fueron puñales esos requiebros tuyos,
fueron remos quebrados los que a mi te acercaron.
Noviembre era la esencia de una muchacha antigua
con trenzas y prendidos que acaricio tus manos
y las guardo entre lunas, como en un relicario.
Noviembre era la luz exangüe, el ejemplo agrietado,
la escarcha extraña, la arista en la piel, tristura de la memoria.
Noviembre pudo ser de otra manera:
Resistieron los pájaros el destierro y derrochamos piedad
y misticismo, contrafuerte del día que detuvo
la agónica lentitud del ritmo de las horas.
Y te odié.
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NOVIEMBRE V
Y es que Noviembre, si hubieras sabido modular con astucia certera la violenta saeta de tu voz, o lanzar el sedal
en el exacto punto donde yo respiraba,
presa rendida por tu sofisma de amor,
pudo ser tardía primavera.
Pudo Noviembre salvar un cadáver de mirada glauca,
triste gaviota sacrificada por el épico lamento transformado en narcótico, bebedizo que todo lo emponzoña.
Y no fue así.
Todo dolía y fue de otra manera.
No supieron los pétalos sitiados y decentes
de las trincheras sutiles de las nubes,
de la tez arrugada de las noches y de su geografía,
de su solemne retiro y de su leyenda argentina.
Y es que Noviembre,
que pudo ser tardía primavera,
fue un pavoroso laberinto de azogues.
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©MAR