
Hay un raro componente de sutileza
en la mujer que mira por la ventana. Sí.
Reparte una sola verdad,
al menos parece huir de este mundo
cuando mira al firmamento.
Qué puede mirar más allá del cielo...
¿Pasión entre recuerdos?
¿Besos largos?
¿Un amor hondo?
A través del vidrio de la ventana
está en otra parte caminando lejos
y ha sentido de pronto el escozor del destino.
La mujer se eleva y sale de su camisón.
Sus alas están atadas a sus hombros.
Ahora la esperanza es su dueña,
la cubre a ella y a sus heridas
pero seguramente esta joven del camisón,
no ha visto cómo la luna flota a través de ella.
Quizás la culpa sea de sus ojos
que no ven más allá de la esperanza.
Quizás la culpa sea de esa pasión
que tirita en el fuego de sus venas,
llamarada feliz o bálsamo
para la llaga de fiebre que hiela sus adentros
y se hace cicatriz entre la fiebre.
Pasión al fin y al cabo,
anhelo de volver a la inocencia de un amor callado
que fue a dar al mar de las estrellas.