
Los versos se apoderan
de este paisaje cotidiano,
palabras que llegan a las orillas
de una tarde como esta.
La luz tiene siempre
una respuesta, y es preciso
darla. Visito la Calle Ancha
gravemente enferma de poesía. Es octubre.
Y el hospital, un corazón que late.
Observa,
hay algo irrepetible en cada viandante,
son estrellas de cine pisando en el asfalto.
Hay algo irrepetible, ajeno al tiempo,
mientras la luz desnuda la calzada.
A mis ojos acude un viento gris desguarnecido,
la soledad detenida frente a los cafés,
las fachadas que respiran el insomnio
y el mismo cielo gris
dejándose llover sobre esta ciudad hermosa.
Huele a vaho, a júbilo de lluvia,
a silencio que se desmiga en los ojos de cada pasajero.
No hay dudas en la fragilidad de este atardecer
cayéndose sobre los tejados.