qué bien saben hendirse en el corazón de los ojos...
ojos vacios en la distante silueta de un recuerdo
que ya no proyecta sombra ni aprieta el pecho.
- los cristales vibran sin resonancia,
las flores habitan luz sin agua-
Las miradas carecen del encuentro, se desgastan,
son un pálido paisaje tras el vaho de aquella visión,
visión que hoy ya no arranca una lágrima.
Las veletas del destino se vuelven rancia historia,
flamean sin alma, sin dedos de Norte ni Sur ni esperanza,
sólo se sostienen porque un mástil de hierro les arraiga,
una insignia que les apunta en la frente una firma,
firma que borró su palabra y se volvió antónimo.
Cuando el silencio conquista el territorio de los ojos,
y la presa que el halcón del amor otrora devorara
yace muerta sobre un lecho sin sangre,
se apaga, como un sirio sin aire, el único propósito
que un día sentenció este trayecto a dos manos,
dejándolo sobre la mesa de los años con la cena servida,
y esperando, inútilmente, a sus comensales.
