Ignacio Mincholed escribió:...
Olían a ira, a paño basto,
a sayas de tragedia peninsular
empapadas de potencia ilusa,
olían a blanco y negro, a sebo
embebido en el cuello de sus camisas.
Eran jóvenes tan viejos,
resentidos tan temprano
en sus celdas limpias que no limpiaban
y ya al amanecer olían a vinagre y vino.
Olían a frustración y yo no lo sabía,
olían a fruta pasada, a cera, a calvario.
Reyes vicarios mal vigilados, náufragos
de su saber entre mordazas sin criterio.
Olían a despensa mal ventilada, a humo
de ideales perdidos en los bolsillos
y yo no lo sabía. Olían a lana sucia
de ovejas ciegas atravesando el istmo.
De ellos aprendí a contar las cosas
de otro modo, a rebelarme, a no morir
en el miedo que fundaban como un aria
murmurando rezos en azulejos de pasillo
naranja, azul, marrón, verde, amarillo.
...
Es que la búsqueda de la Verdad parte desde las falsas preposiciones.
Metidas en lo más oculto se pudren y hay que extirpar lo bueno. Un poema algo enigmático, por lo mismo, interesante. Un placer leerte, Ignacio. Abrazos, ERA