lo inexistente (al sol)
Moderadores: J. J. Martínez Ferreiro, Rafel Calle
- Esteban Granado
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lo inexistente (al sol)
La vidriera magnífica en la mañana soleada, un instante de fuego, la llama
titulada dios en su zarza mediática, la que sube hasta el monte ya pasada la roca
de los milagros. Es un día de fiesta antes del martes o lo que dice la televisión,
la serie del momento, la actriz universal atacando un monólogo destructivo,
pero hablando de amor: Jessica -ella- hablando del amor que no le han ofrecido
en el guión; Janina, fantaseando su pequeño olfato de jugadora;
Rosario de perfil estresando sus piernas de papel couché.
De paso, hubo tres hadas madrinas que hacían el amor y no cantaban mal.
Las hadas eran tan jóvenes que parecían las hijas de las hadas madrinas
llegando tarde a casa después de un día de fiesta, con la hierba sonriendo en la mirada,
las rodillas montando un prodigioso escándalo y los ojos pintados de sueño y de dolor.
Cuando en otro escenario se hablaba en blanco y negro,
las niñas juguetearon y jugaban a algo diferente que se llamaba de color
y se llenaba de rimas. Cuando aquí glosábamos a los poetas antiguos,
ellas disfrutaban de una meridiana claridad y componían odas bastardas
a sus padres ausentes mientras arrancaban el coche robado con alevosía.
Aquí encallábamos en la guitarra maldita y ellas no se desenganchaban del bajo,
lograban una base de ritmo desquiciante y productiva, los arreglos informales del genio,
la sensación de estar construyendo un futuro en adelante, hacia adelante,
no hacia el pasado remoto y la manida historia de los triunfadores sin brillo.
Mas, no... No existe y es bastante decirlo y corearlo con ganas. La metáfora se atasca,
se rebasa a sí misma y se deplora, no compite, no es capaz de competir
con la realidad de un baile demasiado redondo. Precisamente, se hablaba del amor,
aquella luna pintada de creativo fósforo. Los niños merendaban y luego
se bañaban en el río, lejos de las pozos, sin que se les cortase la sagrada digestión.
El sol se arracimaba y, de pronto, se vestía de novio y reclamaba un espejo.
Así.
Rosario se movía tan despacio que no había una cámara en el mundo,
cocinaba su plato delicado, democrático, pero tenía un soplo pegado al corazón
(que no era cierto, que era solamente un truco para el amor o para inspirar confianza,
para reír de amor y confiar en los domingos que preceden a un día tranquilo sin trabajo
que hacer). Ah, pero las otras dos tenían sus nombres Jessica, Janina, no eran sus nombres.
Eran tres hadas madrinas, tres muchachas de raza que bailaban de carrerilla
y sonaban en francés o en un idioma excelso, en el idioma de la tierra que palpita y cruje,
del epitafio que se menea con soltura. Había una chiquilla en su trabajo, Ildikó, tan bella
y tan distinta como un nuevo destino, casi tan extranjera como un beso (largo) bajo
una sombrilla azul más claro, un beso exótico en una playa atenta al vértigo del mar.
Eran las hadas limpias sabor a chocolate, fresas que eran así humeantes y perfectas,
vestidas para el día siguiente, coleccionables, indivisibles, auténticas sin parecer felices,
propietarias de una ética del cuerpo y una estética libre de tortura. Oh, hermosas
como cisnes conseguidos, clareados, cisnes de cuello alegre y azarosa pluma,
rematando el arte del milenio, dando testimonio y clase, protagonizándose
mejor que las actrices de los días de fiesta y las alfombras carmesíes
con sus trajes plisados al vapor. Chicas fáciles de arrebatar al tiempo,
fáciles de seguir por las calles del barrio; chicas en movimiento fácil,
hermanas en la pureza de sus nombres y en la pureza exacta de su verbo,
lindas, de inmaculadas piernas y sombreros flexibles. Ellas casi idénticas
a la sufrida camarera que acecha su lugar en el teatro, a la esbelta muchacha
que sale de la fábrica a las ocho y busca un compromiso en su agenda vacía,
la tierna prostituta aficionada al crack y las novelas de terror.
Tan distintas de la gravedad sin figura de las amas de casa y sus familias,
tan distintas del héroe moderno y su nostalgia.
Hubo un momento al sol, un momento de sol perdidamente enamorado.
Y nadie lo llamaba soledad.
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re: lo inexistente (al sol)
Abrazos
Pilar
- F. Enrique
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Un abrazo.
Toda verdad corre el riesgo de ser modificada por el tiempo.
cuando vivir era un pecado,
un cilicio sujeto a la ceniza posada en tu frente,
el estigma de un amor que nunca abandonó
las pulsaciones nerviosas de tu pecho
ni el bálsamo de luz que me turbaba en tu mirada.
(Playa de la Almadraba)
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Huellas de un gran creador, así viviencio las consecuencias estéticas y afectivas de este coloso.
Ovación cerrada y absoluta, queridísimo amigo.
Beso grande.
porque yo que nunca pisé otro camino que el de tu luz
no tengo más sendero que el que traza tu ojo dorado
sobre el confín oscuro de este mar sin orillas."
El faro, Ramón Carballal
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Re: lo inexistente (al sol)
Nostalgia y evocación se turnan en estos versos novelescos para crear una atmósfera a veces real y a veces imaginaria. La historia es magnífica. Y el cierre, redondo. Un abrazo.
- Esteban Granado
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Re: re: lo inexistente (al sol)
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Hola, Enrique. Últimamente llevo un tiempo empeñado en seguirle la pista al amor en mis poemas... Es un esfuerzo este algo ridículo, seguramente, pero en eso estoy. De todas formas, trato de ponerle un rostro al amor para conseguir una descripción afortunada y ese es el rostro de la belleza, el rostro de la verdad última, de lo que es cierto, materialmente cierto.
Gracias por el comentario y recibe un fuerte abrazo.
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Hallie, mi querida amiga, ante todo, gracias.
Como le digo a Enrique estoy en tratos poéticos con el amor, el sentimiento amoroso, un amor cualquiera, el más universal, intento aprehenderlo, lo que es imposible, me temo, pero proporciona un tema inagotable... Los amores concretos están sujetos a sus altibajos y, por suerte y desgracia, a sus cielos y sus infiernos, sus glorias y sus miserias. Pero este amor del que hablo en mis poemas es el más puro, solo es amor, sin celos ni desplantes, es el amor que no precisa ser correspondido porque en esencia es suprema bondad y pureza. Es algo como el amor al que se refieren los creyentes cuando hablan del amor de dios pero hecho carne, más cierto, un amor cuyo rostro es el de una mujer perfecta para el amor.
Un beso y gracias por tomarte la molestia de leer y comentar un rollo como el que me he marcado con el poema, que no es un poema para el foro, que se nota que es un poema "de blog"
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Gracias, Roberto. Me alegro de que hayas disfrutado con el poema. Aquí he empleado versos largos para no dejarme nada en el tintero, pero tratando de mantener el ritmo y, sobre todo, una cierta coherencia tanto formal como significativa.
Un fuerte abrazo y gracias de nuevo por el comentario.
Esteban
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- Esteban Granado
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Ah y es un poema para el podium artístico del mundo, que lo sepas.
Abrazos y beso grande.
porque yo que nunca pisé otro camino que el de tu luz
no tengo más sendero que el que traza tu ojo dorado
sobre el confín oscuro de este mar sin orillas."
El faro, Ramón Carballal
- Esteban Granado
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