Rafael Valdemar escribió:Arrastra la memoria coágulos de bruma
que se ahondan en los pozos de la duda y oscurecen tu nombre,
pero aún así me invento, desde el fondo de las sombras,
la cadencia de tu cintura agitándose como vendaval en celo,
y por la orografía de tu piel, ingrávido un corcel galopa
hasta pisar el universo que tanto nos codicia.
Si quisieras, podría amarte con el impulso de la lluvia,
cuando arrecia igual que la constancia del mar
que insiste abrazar el contorno de la arena.
Así persisto yo mientras te siento como líquida sinfonía
que entona en sí bemol el diapasón del agua,
y te escucho en la balada triste de la tarde, cuando
al compás de tus caderas el poniente ensaya una danza de libélulas
y transido el corazón esquiva su latido, y se desnuda,
sin más destino que la incertidumbre enredándose al vacío.
Antes de que el futuro nos ignore,
déjame que improvise el tiempo que no estás,
para que tu cuerpo, deseo amaneciendo, se me entregue
y seamos el único pulso de la carne compartido,
o la última soledad que en la orilla del alba nos seduce.
Quiero asomarme al paisaje de tus manos,
sin su tacto de heridas concentradas,
y habitar la sementera que crece en los surcos de tu vientre,
allí donde copiosa la esperanza se anuncia.
Ya no bastan los poemas inconclusos aún no escritos,
ni el beso de la luna que anida en los labios del pecado.
Se hace de vital exigencia que te acerques
como un leve susurro de viento en la alameda,
con la fruta centelleante de tu boca,
y con la luz que se derrama infinita por tus ojos.
Así te quiero, por encima de la noche y su misterio;
más allá del crepúsculo y sus premisas.
Siempre como una espera en plenitud,
trayéndome los jilgueros íntimos de tu sexo
vertiendo su trinar sobre las sábanas.
Eternamente aquí, diosa vestal que en mi sangre palpitas
como un enjambre de fuego en eclosión.
Arde dentro de mí, incinérame hasta desintegrarme,
y renacer en ti desde un embrión de ceniza roja y elegía.
Ven que llevo el luto introvertido en la palabra,
con grave urgencia ya te nombra.
Despierta la voz dormida de mi carne,
no dejes que este jirón de ausencia redacte tu epitafio.
Un poema de amor bellísimo, de una gran fuerza. Mis felicitaciones.