- Una historia...-

Poemas en verso y/o en prosa de cualquier estructura y/o combinación.

Moderadores: J. J. Martínez Ferreiro, Rafel Calle

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Israel Liñán
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- Una historia...-

Mensaje sin leer por Israel Liñán »

Caigo de la cama cada mañana
con el ánimo entumecido,
en el baño enjuago mis ideas,
y frente al espejo me insulto:

- qué bueno que amaneciste
cabronazo, gilipollas, hioputa…
a veces me insulto al estilo “siglo de oro”,
es una rutina, una ceremonia.

Después, ojeroso, continúo el ritual absurdo,
un café caliente, bien caliente,
denso como la sangre de un esquimal,
amargo, sin azúcar,
en calzoncillos y camiseta,
con unos buenos calcetines
que aíslen el frío del terrazo.

Esta mañana me duele respirar.

Son las nueve, suena el telefonillo,
la voz desagradable de la portera me sacude,
maleducada, prepotente:

- Te esperan en la calle- grita-

-Que te follen – contesto -

-Camello de mierda -esto lo dice sólo para ella-

Bajo por escaleras a oscuras,
cada segundo me vuelvo más desconfiado.

En el portal no hay nadie, el buzón se desborda,
en su interior publicidad, cartas del banco,
y una nota escrita en una servilleta con carmín de labios:

- Acabo turno a las siete, tal vez me queden fuerzas para otro polvo.

Hago una pelota con la servilleta y la tiro a la papelera,
por un instante pienso en ella,
follando con cualquiera.

La puta y el camello, una nueva película Disney.

En la calle me espera Mulo.

No es un apodo,
sus padres le pusieron ese nombre
porque nació con una verga enorme,
parece que el médico pensó en una malformación,
que le faltaba el pie,
cuando se dio cuenta de la realidad documentó el caso
y publicó un artículo en la revista Science.

Mulo siempre lo llevaba doblado en la cartera.

Trapicheábamos con drogas, no hacíamos distinciones,
heroína, cocaína, speed, hash, marihuana, cristal, anfetaminas, meta-anfetaminas…
todas la mierdas nuevas que aparecían, polvo de ángel, muerte súbita, meados de santo…

Comprábamos cantidades razonables en La Cañada
que vendíamos en coquetas dosis a los niños pijos de la ciudad.

A Mulo le gustaban mucho las niñitas rubias de bocas relajadas
que germinan en las discotecas de moda,
gustaba de su simpleza y las cazaba,
como un león a una gacela sorda, ciega
y un poco gilipollas.
Las dejaba doloridas unos días,
muchas querían repetir.

Yo optaba por el club Oasis,
donde siempre había algo caliente donde meterse.
Sin complicaciones,
una transacción comercial aséptica.

Aquella mañana Mulo tenía una resaca épica,
tenía los ojos tan hundidos que apenas se percibía
la existencia de un iris allá en lo profundo.

-No preguntes- me ladró al abrir la puerta del coche-

Agarré del asiento del acompañante un viejo revólver
todavía caliente.

Me dolía respirar.

Durante el trayecto sólo la compañía de los Stone Temple Pilots
y la rigidez extrema del cuello de Mulo,
que no apartaba los ojos-pozos de la carretera.

-Tenemos que hablar- Mulo apretaba el volante con fuerzas.

- Tú dirás –dije encendiendo un petardo-

- Necesitas hacer algunos cambios, inmediatos -sus manos blanqueaban-.

Me fijé entonces en la bolsa de deportes
que descansaba en el asiento trasero,
goteaba sobre el cuero una melaza roja
inconfundible.

- ¿Qué pasa? –pregunté a Mulo asustado.

Frenó el coche de golpe,
me pidió el revólver,
sin responder a cuestiones lógicas se lo di.

- Es tu puta, amigo, tuve matarla – en la voz de Mulo había desesperación, angustia-

-Baja y entierra esa jodida bolsa.

Salí temblando del coche,
rezando para que Mulo me disparara en la nuca,
siempre odié sufrir por vicio.

– Lo siento tío, lo siento, nunca quise que esto pasara…

Cerré los ojos.

Pero Mulo no disparó, aceleró
derrapando en su salida, de cero a cien
en nueve segundos, toda una vida.

Cogió más velocidad y se estrelló
contra la pared de una nave industrial.

Al estruendo de la explosión
salieron de sus jaulas decenas de trabajadores,
yo agarré la bolsa de deportes
y me escondí en una caseta de obras.

Me dolía respirar.

Con el susto en el cuerpo, tras una larga calada,
me dejé caer sobre el polvoriento suelo.

Reuní el valor suficiente para abrir la bolsa.

Su cabeza descansaba en el interior,
con los ojos muy abiertos.

Recordé entonces la nota del buzón
y me sentí gilipollas por haberla tirado.

Me dolía respirar.

Cuando llegó la policía estaba en estado de shock,
en comisaría expliqué lo que había pasado,
me dijeron que Mulo no existía,
no había nadie dentro del coche,
no aparecían restos de sangre,
no había cabezas cercenadas,
sólo ropa sucia dentro de una vieja bolsa de deportes,
ropa de mi talla.

Me desmayé.

Volví en mí sobre la cama de un hospital.

No había seguridad en la puerta.

En el historial al pie de la cama se describían múltiples contusiones
y tres costillas rotas,
me dolía respirar.
Última edición por Israel Liñán el Jue, 11 Abr 2013 14:03, editado 3 veces en total.
Hallie Hernández Alfaro
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Mensaje sin leer por Hallie Hernández Alfaro »

Me parece Israel que tenemos un gran escritor en Alaire. Vaya si lo tenemos. Esta historia frunce el seño de la moral de manera exquisita. Ese cerebro indómito, transgresor, anti-héroe te sienta muy bien. Hombres y Madrid a media voz. Alucino que sea en Madrid porque adoro la ciudad. Pero están todos los detalles capaces de roer el panorama y darle un acento imperdible y fascinante.
El final es febril y super freudiano. Como ves, este trabajo tuyo lo tiene todo.

Aplausos a morir.


Abrazote.
Guillermo Cumar.
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Mensaje sin leer por Guillermo Cumar. »

una historia difícil de computar y difícil de vivir, pero las ciudades grandes (y las chicas) tienen eso. has sabido desarrollar la narración con enjundia y crudeza. Yo pude disfrutar de ello y descubrirme ante el poeta.

Gracias y un abrazo
Cuanto más alto subes
más dura es la caída.
Hallie Hernández Alfaro
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Mensaje sin leer por Hallie Hernández Alfaro »

Para releer y volver a disfrutar.
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Israel Liñán
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Mensaje sin leer por Israel Liñán »

Hallie Hernández Alfaro escribió:Me parece Israel que tenemos un gran escritor en Alaire. Vaya si lo tenemos. Esta historia frunce el seño de la moral de manera exquisita. Ese cerebro indómito, transgresor, anti-héroe te sienta muy bien. Hombres y Madrid a media voz. Alucino que sea en Madrid porque adoro la ciudad. Pero están todos los detalles capaces de roer el panorama y darle un acento imperdible y fascinante.
El final es febril y super freudiano. Como ves, este trabajo tuyo lo tiene todo.

Aplausos a morir.


Abrazote.


Gracias por la generosidad de tus palabras, Hallie, y por el impulso a primera plana de tu segundo comentario.

Un fuerte abrazo.
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Israel Liñán
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Mensaje sin leer por Israel Liñán »

Guillermo Cuesta escribió:una historia difícil de computar y difícil de vivir, pero las ciudades grandes (y las chicas) tienen eso. has sabido desarrollar la narración con enjundia y crudeza. Yo pude disfrutar de ello y descubrirme ante el poeta.

Gracias y un abrazo

Gracias por asomarte a este poema-relato un pelín largo -culpa mía-.

Un abrazo.
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Rafel Calle
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Mensaje sin leer por Rafel Calle »

Me gusta este trabajo que habla de entes urbanitas abocados a la alucinación del hollín, a los pasos demacrados, a la pesada incertidumbre de algún mulo, a las jorobas de los camellos sedientos de voladuras en los rincones putrefactos. Y, sí, recuerda a Bukowski, por ingenioso, retador, bien contado.
Ha sido un placer leerte, amigo Israel. Felicidades por el poema.
Un cordial abrazo.
Última edición por Rafel Calle el Lun, 15 Abr 2013 8:22, editado 1 vez en total.
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Macedonio Tracel
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Mensaje sin leer por Macedonio Tracel »

lo acabo de leer con el sol molestando en la pantalla. voy por tu mismo café. me duele la pierna, han tocado el timbre, estoy dentro de esto. tendré cuidado.
"nada es posible, pese a todo, sin el poema,
sin el poema que rejunte una a una las migajas"
Alberto Szpunberg
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Josefa A. Sánchez
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Ubicación: Bizkaia

Mensaje sin leer por Josefa A. Sánchez »

Si ya te he dicho alguna vez que tus poemas tienen algo de cinematográfico, este es casi un relato que engancha como una buena novela negra. Me encanta como escribes y disfruto enormemente leyéndote.
Un abrazo.
Pepa
Prefiero ser verbal
y no adjetiva.
Perfecta ¿para qué?
si no es amandote.
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Rafel Calle
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Re: - Una historia...-

Mensaje sin leer por Rafel Calle »

Hermoso e interesante trabajo de Israel.
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Israel Liñán
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Re:

Mensaje sin leer por Israel Liñán »

Rafel Calle escribió:Me gusta este trabajo que habla de entes urbanitas abocados a la alucinación del hollín, a los pasos demacrados, a la pesada incertidumbre de algún mulo, a las jorobas de los camellos sedientos de voladuras en los rincones putrefactos. Y, sí, recuerda a Bukowski, por ingenioso, retador, bien contado.
Ha sido un placer leerte, amigo Israel. Felicidades por el poema.
Un cordial abrazo.
Gracias Rafel por tus palabras. Mentiría si dijese que no tenía al maestro Charles en la cabeza mientra lo escribía. Su poesía me encanta aunque para muchos no pueda considerarse tal.

Un abrazo.
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Israel Liñán
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Re:

Mensaje sin leer por Israel Liñán »

Macedonio Tracel escribió:lo acabo de leer con el sol molestando en la pantalla. voy por tu mismo café. me duele la pierna, han tocado el timbre, estoy dentro de esto. tendré cuidado.
Cuidado, siempre con cuidado, Macedonio :D .

Gracias por tu paso, compañero.
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Israel Liñán
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Re:

Mensaje sin leer por Israel Liñán »

Josefa A. Sánchez escribió:Si ya te he dicho alguna vez que tus poemas tienen algo de cinematográfico, este es casi un relato que engancha como una buena novela negra. Me encanta como escribes y disfruto enormemente leyéndote.
Un abrazo.
Pepa
Gracias Josefa, me encanta leer comentaros como el tuyo :wink:

Un abrazo, compañera.
E. R. Aristy
Mensajes: 16320
Registrado: Dom, 11 May 2008 20:04
Ubicación: Estados Unidos
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Re: - Una historia...-

Mensaje sin leer por E. R. Aristy »

Israel Liñán escribió:Caigo de la cama cada mañana
con el ánimo entumecido,
en el baño enjuago mis ideas,
y frente al espejo me insulto:

- qué bueno que amaneciste
cabronazo, gilipollas, hioputa…
a veces me insulto al estilo “siglo de oro”,
es una rutina, una ceremonia.

Después, ojeroso, continúo el ritual absurdo,
un café caliente, bien caliente,
denso como la sangre de un esquimal,
amargo, sin azúcar,
en calzoncillos y camiseta,
con unos buenos calcetines
que aíslen el frío del terrazo.

Esta mañana me duele respirar.

Son las nueve, suena el telefonillo,
la voz desagradable de la portera me sacude,
maleducada, prepotente:

- Te esperan en la calle- grita-

-Que te follen – contesto -

-Camello de mierda -esto lo dice sólo para ella-

Bajo por escaleras a oscuras,
cada segundo me vuelvo más desconfiado.

En el portal no hay nadie, el buzón se desborda,
en su interior publicidad, cartas del banco,
y una nota escrita en una servilleta con carmín de labios:

- Acabo turno a las siete, tal vez me queden fuerzas para otro polvo.

Hago una pelota con la servilleta y la tiro a la papelera,
por un instante pienso en ella,
follando con cualquiera.

La puta y el camello, una nueva película Disney.

En la calle me espera Mulo.

No es un apodo,
sus padres le pusieron ese nombre
porque nació con una verga enorme,
parece que el médico pensó en una malformación,
que le faltaba el pie,
cuando se dio cuenta de la realidad documentó el caso
y publicó un artículo en la revista Science.

Mulo siempre lo llevaba doblado en la cartera.

Trapicheábamos con drogas, no hacíamos distinciones,
heroína, cocaína, speed, hash, marihuana, cristal, anfetaminas, meta-anfetaminas…
todas la mierdas nuevas que aparecían, polvo de ángel, muerte súbita, meados de santo…

Comprábamos cantidades razonables en La Cañada
que vendíamos en coquetas dosis a los niños pijos de la ciudad.

A Mulo le gustaban mucho las niñitas rubias de bocas relajadas
que germinan en las discotecas de moda,
gustaba de su simpleza y las cazaba,
como un león a una gacela sorda, ciega
y un poco gilipollas.
Las dejaba doloridas unos días,
muchas querían repetir.

Yo optaba por el club Oasis,
donde siempre había algo caliente donde meterse.
Sin complicaciones,
una transacción comercial aséptica.

Aquella mañana Mulo tenía una resaca épica,
tenía los ojos tan hundidos que apenas se percibía
la existencia de un iris allá en lo profundo.

-No preguntes- me ladró al abrir la puerta del coche-

Agarré del asiento del acompañante un viejo revólver
todavía caliente.

Me dolía respirar.

Durante el trayecto sólo la compañía de los Stone Temple Pilots
y la rigidez extrema del cuello de Mulo,
que no apartaba los ojos-pozos de la carretera.

-Tenemos que hablar- Mulo apretaba el volante con fuerzas.

- Tú dirás –dije encendiendo un petardo-

- Necesitas hacer algunos cambios, inmediatos -sus manos blanqueaban-.

Me fijé entonces en la bolsa de deportes
que descansaba en el asiento trasero,
goteaba sobre el cuero una melaza roja
inconfundible.

- ¿Qué pasa? –pregunté a Mulo asustado.

Frenó el coche de golpe,
me pidió el revólver,
sin responder a cuestiones lógicas se lo di.

- Es tu puta, amigo, tuve matarla – en la voz de Mulo había desesperación, angustia-

-Baja y entierra esa jodida bolsa.

Salí temblando del coche,
rezando para que Mulo me disparara en la nuca,
siempre odié sufrir por vicio.

– Lo siento tío, lo siento, nunca quise que esto pasara…

Cerré los ojos.

Pero Mulo no disparó, aceleró
derrapando en su salida, de cero a cien
en nueve segundos, toda una vida.

Cogió más velocidad y se estrelló
contra la pared de una nave industrial.

Al estruendo de la explosión
salieron de sus jaulas decenas de trabajadores,
yo agarré la bolsa de deportes
y me escondí en una caseta de obras.

Me dolía respirar.

Con el susto en el cuerpo, tras una larga calada,
me dejé caer sobre el polvoriento suelo.

Reuní el valor suficiente para abrir la bolsa.

Su cabeza descansaba en el interior,
con los ojos muy abiertos.

Recordé entonces la nota del buzón
y me sentí gilipollas por haberla tirado.

Me dolía respirar.

Cuando llegó la policía estaba en estado de shock,
en comisaría expliqué lo que había pasado,
me dijeron que Mulo no existía,
no había nadie dentro del coche,
no aparecían restos de sangre,
no había cabezas cercenadas,
sólo ropa sucia dentro de una vieja bolsa de deportes,
ropa de mi talla.

Me desmayé.

Volví en mí sobre la cama de un hospital.

No había seguridad en la puerta.

En el historial al pie de la cama se describían múltiples contusiones
y tres costillas rotas,
me dolía respirar.

Excelente, Israel. Describes, sin soltar las prendas del sorprendente desenlace, un bad trip. Describes, por medio de el argot de la drogadiccion y el traficante, una experiencia muy complete del dia en la vida de un drogadicto en un mundo especifico, con una universalidad desoladora. Mas que impactante y conmovedor, lo cual es, es un precipicio psicologico, una caida al fondo que nos concietiza al horror de la drogadiccion, la perdida de todo juicio. Es un tema que has manejado con excelencia y crudeza, pero a la vez, con la humanidad rescatable. Un abrazo, ERA
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E.R.A.
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