La Editorial Alaire, auspiciada por la Academia de Poesía Alaire, pone gratuitamente a disposición de sus foristas registrados, varios foros de poesía, prosa literaria, debates…, para que puedan publicar sus obras e interactuar entre ellos, así como, la tienda de libros donde se muestran las publicaciones, tanto en papel como en formato digital, estos mediante descarga gratuita. La razón de ser de nuestros foros se centra en promocionar la poesía, mediante las obras de los autores que participan en la plataforma de la Academia de Poesía Alaire. La promoción de la poesía, a nivel del mundo de habla hispana, conlleva una enorme responsabilidad, por ello, pedimos la máxima implicación de todos los miembros de Alaire. Vale recordar al gran maestro Dumas: uno para todos y todos para uno. Muchas gracias por todo, queridos compañeros.
Ramón Carballal escribió:Esas gotas, esas gotas no son la edad. Llueve
en la memoria de los infinitivos, llueve en el círculo
que atrapa el adoquín como un aro de murciélagos,
llueve apenas en la pregunta que jamás he leído.
Tan extraña a tu ayer, tan solaz o mercurio. Mi vida
son pasos junto al eclipse de tu parque. En su diapasón
los ejes rememoran la curiosa virtud del aire cuando
acampa en mi óxido y no reverbera ni miente. Hay calles
de un marfil exhausto y letreros innombrables, también
la solitaria efigie de las tabernas con el hierro vespertino
como anuncio de fe en una cálida pupila. Pero las alfombras
no mienten, su verdad llama a los menús del invierno
como gorriones invisibles o cánticos que han formado
nube en la curiosidad de abril. Mira las agujas de un sol
perdido, las latitudes de un enjambre de profetas
o quizá el humo de los caballos cuando su raíz de agua
se hastía. Es la ciudad en la que vives y no se parece a ti,
sus músculos te traicionan, sus escaleras no abrigan luz. La luna ya no acaricia el rombo exacto de tu pelo. ¿Y si
jugáramos a ser tren o saeta que en su adiós bendice el óbito
que eligió nuestros nombres? Tu color no era el color, ni tus
mallas la lascivia sin ejemplo, mis labios se sonrojaron
como un crepúsculo en la solitaria herencia de los canesús.
Créeme, los incendios sobreviven en la tejas que tu vista
va adoptando, suburbio tras suburbio, metal tras metal,
pliegues del tiempo que caen como racimos en tu rostro.
Los minutos se rompen, se desangran en el frio, nos puede
el portal invariable del licor, los botines que se ausentan
del granito, la copa rubia o triste de la finitud. Hablar como si
dios huyera del enigma, sentir la llama de un verbo que azulea
en mi noche como si aún fueras hogar o renuncia.
Me ha gustado muchísimo el poema. Envidio tu capacidad para crear un universo propio con la palabra.
Un abrazo.
Pepa
Prefiero ser verbal
y no adjetiva.
Perfecta ¿para qué?
si no es amandote.
Gerardo Mont escribió:Bellísimo poema, con todos esos recursos que hacen de tus acias, originales letras un deleite para este lector. Abrazos de amigo.
Gracias, Gerardo, por tus generosas palabras. Un abrazo.
Ramón Carballal escribió:Esas gotas, esas gotas no son la edad. Llueve
en la memoria de los infinitivos, llueve en el círculo
que atrapa el adoquín como un aro de murciélagos,
llueve apenas en la pregunta que jamás he leído.
Tan extraña a tu ayer, tan solaz o mercurio. Mi vida
son pasos junto al eclipse de tu parque. En su diapasón
los ejes rememoran la curiosa virtud del aire cuando
acampa en mi óxido y no reverbera ni miente. Hay calles
de un marfil exhausto y letreros innombrables, también
la solitaria efigie de las tabernas con el hierro vespertino
como anuncio de fe en una cálida pupila. Pero las alfombras
no mienten, su verdad llama a los menús del invierno
como gorriones invisibles o cánticos que han formado
nube en la curiosidad de abril. Mira las agujas de un sol
perdido, las latitudes de un enjambre de profetas
o quizá el humo de los caballos cuando su raíz de agua
se hastía. Es la ciudad en la que vives y no se parece a ti,
sus músculos te traicionan, sus escaleras no abrigan luz. La luna ya no acaricia el rombo exacto de tu pelo. ¿Y si
jugáramos a ser tren o saeta que en su adiós bendice el óbito
que eligió nuestros nombres? Tu color no era el color, ni tus
mallas la lascivia sin ejemplo, mis labios se sonrojaron
como un crepúsculo en la solitaria herencia de los canesús.
Créeme, los incendios sobreviven en la tejas que tu vista
va adoptando, suburbio tras suburbio, metal tras metal,
pliegues del tiempo que caen como racimos en tu rostro.
Los minutos se rompen, se desangran en el frio, nos puede
el portal invariable del licor, los botines que se ausentan
del granito, la copa rubia o triste de la finitud. Hablar como si
dios huyera del enigma, sentir la llama de un verbo que azulea
en mi noche como si aún fueras hogar o renuncia.
Me ha gustado muchísimo el poema. Envidio tu capacidad para crear un universo propio con la palabra.
Un abrazo.
Pepa
Gracias, Pepa, me alegra que te haya gustado este humilde trabajo. Un abrazo.
Ronald Bonilla escribió:Un poema denso, metafórico, envolvente, destaco todos sus versos y estos que transcribo, en demasía:
Créeme, los incendios sobreviven en la tejas que tu vista
va adoptando, suburbio tras suburbio, metal tras metal,
pliegues del tiempo que caen como racimos en tu rostro.
Y el final es genial: la confrontación del hogar y la soledad o ausencia. Buenísimo, Ramón. Abrazos.
Gracias, Ronald, por tu generoso comentario. Un abrazo.