
Las luces lo iluminan todo, lo cubren todo.
Doy un paso y allí están ellos, los niños que todo lo alegran con su algarabía y su inocencia. Están allí, porque es Navidad, porque ven un árbol inmenso en el centro del parque, porque las palomitas de maíz son abundantes y por su pequeña nariz penetra el olor peculiar, que invita a saborear tan rico manjar - para ellos- .
Voy en silencio, contemplando todo, escuchándolo todo.
Pero no estoy allí, estoy lejos, muy lejos, dentro de mis silencios y mis nostalgias.
De pronto, las luces se apagan, los niños se esfuman, el parque se oscurece y el árbol de navidad solo es un fantasma en mi realidad. Ya no veo, no escucho, no siento nada y es que el llanto lo apaga todo, solo escucho mis sollozos, mi nostalgia, mis recuerdos se agolpan y me arañan. Más sacudo mi cabeza en un intento de volver a sentir todo aquello, y lo consigo, vuelvo a sonreír; me doy cuenta - por algo que me dijo mi mejor amiga - que solo estoy enamorada de los hermosos recuerdos vividos a tu lado, que estoy idealizando tu presencia, por que fuiste un hombre maravilloso y fiel, si eso, exactamente eso, fiel.
Eres un ideal maravilloso...
Y pensando en eso, me levanto del banco, acaricio a los niños que encuentro a mi paso y brincooo de alegría, el olor a palomitas de maíz abarca mis sentidos, me gusta; el árbol de navidad cobra vida y me doy cuenta que soy feliz, muy feliz, con tu recuerdo.
Feliz navidad querido amigo, donde quiera que estés, yo te bendigo. Gracias por haberme amado tanto.