J. J. M. Ferreiro escribió:
Apretado, el pinar expande oxígeno
en las recias arterias de la luz.
Un ascenso de triángulos y esferas
alejan la mirada, germinando
desarrollos cubistas que capturan
en penumbra, gaviotas detenidas,
apariencias intensas de oro rancio,
vibraciones e histriónicos destellos,
―muecas rasas a un día sin textura.
De repente, aquel cuerpo imaginario
es retenido en un mar que se calma,
cristalizando la belleza pura.
Fraguada su serena dilación,
modela un territorio que no existe.
Lánguida excitación del tiempo flojo,
su cabellera vaga ―ola azul―
en el herbario táctil de un segundo.
Su falda ―reluciente carmesí―
riza encrespando gotas de resaca.
Ardoroso letargo es el momento,
no menos simulado que esos peces
nadando en la bruñida transparencia
de un agua con geranios y terrazas,
sin perfil de contraste y solución.
No más irrealidad la fresca orquídea
en la sensualidad del trigal seco.
Allí la brisa es viva, lenta queda
su impronta en la retina; huera, frívola,
cualquier proposición que dé fingir
estigma o aprensión en lo fugaz.
Delirio sensorial es lo evocado.
El deseo aprendiz virgen e ingenuo
es inexperto y asombrado espía.
El caos es implícito al crear
de un relámpago, y todo se derrite
en un desesperado grito agudo
que rompe alto echando otro despojo
a la escombrera dulce de los años.
Creo que es importante detenerse a ver lo fascinante del caudal imaginativo del poeta. Pintar a nivel celular la belleza es una de las nuevas creaciones, igual que pintar algo que todavía es abstracto en nuestra aprehensión. Te felicito, Ferreiro. ERA