INVIERNO EN MI ALDEA

[Marisa Peral]

INVIERNO EN MI ALDEA

Mi Aldea – 22 de enero

He vuelto a mi Aldea.
Me ha despertado la luz tenue que se filtra a través de la cortina pero hoy
no puedo adivinar que hora es. Me acurruco entre las plumas del edredón y
tengo la sensación de que hoy hace mucho frío.
Son las nueve de la mañana. Me levanto y veo por la ventana que está nevando.
El paisaje es una maravilla, poco a poco, el monte va quedando cubierto por un helado manto blanco. De los tejados cuelgan carámbanos de hielo que son como puñales.
Y mi patio, mi patio está alfombrado y solo se ven las marcas de las patitas
de algún pajarillo que ha osado pisar el blanco inmaculado en busca de comida.
Desayuno y me doy una ducha rápida, hoy tenemos en mi Aldea una celebración
especial que alterará por unas horas el ritmo habitual de sus habitantes, celebramos el día de su Patrón, San Sebastián.

Este año la fiesta cae en jueves pero se traslada al sábado porque los que no vivimos aquí no podríamos disfrutar de este acontecimiento. La misa es a las 12’00 en la pequeña y ruinosa iglesia de la Aldea.
El cura ha dejado un mensaje en la casa rural, dice que se va a retrasar porque ha tenido un accidente pero llegará para poder celebrar la misa a las 12’30, eso es lo que nos transmiten a los vecinos y nos quedamos un tanto preocupados porque imaginamos que el pobre cura se ha dado un golpe debido al estado de la carretera.

A las 12’00 se oye el primer repique de campanas y este sonido da a la Aldea un aire de fiesta y rompe el silencio, casi fantasmal, que reina normalmente. La segunda llamada es a las 12’15. Acudimos al pórtico y nos vamos reuniendo allí esperando que el cura no se retrase y medio congelados comentamos el frío que hace.
A las 12’25 llega el cura y todos le preguntamos por su accidente pero nos tranquiliza al decirnos que el accidente fue otro día, sólo fue un rasponazoy hoy tenía que recoger el coche pero en el taller se han retrasado.
Suenan de nuevo las campanas, es la última llamada y entramos en la iglesia, hace mas frío dentro que en la calle y aunque tenemos que honrar a San Sebastián, todos esperamos que el sermón no se alargue demasiado, pero no.
El cura celebró una misa triste y cantada, una homilía lenta y monótona y a pesar de que el pobre tiritaba, estornudaba y se sonaba la nariz de vez en cuando, no acortó la celebración ni medio minuto.
Cuando por fin dijo – podéis in en paz – salimos disparados y nos dirigimos a tomar el consabido aperitivo de todas las celebraciones de la Aldea, esta vez en la casa rural y a cubierto, que no estaba el día para quedarse charlando por las recoletas calles.

En mi Aldea viven todo el año 11 personas y hoy somos 30, todo un récord para un frío mes de enero. Estas celebraciones animan a la gente de la Aldea que pasan días y días sin ver a nadie pasear por sus callejuelas y se quedan prácticamente aislados cuando caen las primeras nieves.

Y observé sus rostros, arrugados pero felices, y bebí con ellos un buen caldo para entrar en calor, y compartimos mesa sin mantel, y escuché su corazón, endurecido por la vida pero tan lleno de ternura.
Allí siguen, los mismos de siempre, los que en verano asaltan mi tendedero y se llevan mi ropa interior.
¿Serán ellos?
Sigo sin aclarar aquel robo, que por otra parte no deja de hacerme cierta gracia.
Volveré amigos, antes de que la nieve se haya fundido volveré.

--
© MAR

[Ruben Fernández]

Encantado de leer este textocon un precioso final.
Un saludo,Marisa.

[james103]

Son las nueve de la mañana. Me levanto y veo por la ventana que está nevando.
El paisaje es una maravilla, poco a poco, el monte va quedando cubierto por un helado manto blanco. De los tejados cuelgan carámbanos de hielo que son como puñales.

[Marisa Peral]

Encantado de leer este textocon un precioso final.
Un saludo,Marisa.

Gracias Rubén, me alegro si te ha gustado y te pido disculpas por mi retraso en la respuesta.
Un saludo.